Por Enrico De Angelis para Syria Untold
Mapping Lessons (Lecciones de mapeo) (2020) es la película más reciente de Philip Rizk, un cineasta de El Cairo. La película es el intento de Rizk de poner a diferentes imágenes y luchas políticas a conversar entre sí: del anticolonialismo a la revolución siria, de la Comuna de París a los soviéticos.
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Tomando Mapping Lessons como punto de partida de la discusión, Rizk y la escritora Leila Al Shami se sentaron con Enrico De Angelis para explorar la relevancia de la autoorganización dentro de la revolución siria y las lecciones a aprender de ella.
La conversación fue editada para mayor fluidez.
— Enrico (EdA): Mapping Lessons se centra en el levantamiento sirio, entre las otras luchas recientes en la región. ¿Cómo te decidiste sobre este tema?
— Philip Rizk (PR): El 26 de noviembre de 2013 fue la última vez que filmé en las calles de El Cairo. Fue el día en que el antiguo régimen militar recién legitimado implementó una nueva ley que prohibió las protestas por completo. El Estado podía ahora encarcelar legalmente a alguien solo por sostener un cartel que diga ‘لا’ (‘no’) o caminar en un grupo de cinco personas. No mucho después de eso, me mudé al otro lado del río desde el centro de El Cairo y, en lugar de estar en la calle, me escondí en mi cama en Doqi leyendo sobre otros lugares, vertiendo mi energía en otros lugares e inspirándome en otras luchas.
Un lugar al que comencé a mirar fue Siria, un país que para mediados de 2014 la mayoría de la gente asociaba solo con la guerra y una crisis de refugiados. Pero fue allí donde encontré el proyecto social más radical que la región había presenciado en años, y no era el movimiento kurdo en Rojava como había pensado al principio. Para fines de 2011, cuando la resistencia a la dictadura de Assad se volvió armada, con todas las luchas de poder que eso implica, el régimen se vio obligado a retirarse de regiones enteras del país. A medida que las ciudades y las aldeas se liberaron del gobierno autoritario, establecieron diferentes versiones de gobernanza local, donde las comunidades podían decidir por sí mismas cómo vivir. Los últimos cuatro años los pasé aprendiendo más y tratando de descubrir cómo contar esa historia desde mi punto de vista, no como alguien que participó o incluso fue testigo, sino como alguien que peleó una pelea similar cerca.
En el verano de 2017, un amigo me preguntó por qué estaba trabajando en una película sobre Siria ahora, cuando para la mayoría de la gente el apogeo de la lucha política estaba llegando a su fin y los activistas sirios inundaban Europa en la ruta de los refugiados. La respuesta solo me quedó clara más tarde. No quería informar a los espectadores sobre lo que había pasado ni defender una causa, como es un uso común del modo documental de realización cinematográfica. Simplemente no podemos permitirnos el lujo de hacer eso ahora.
Quería imaginar cómo habría sido si estos ensayos de corta duración de vivir en autonomía hubieran tenido éxito. Y dado que tantos de ellos no duraron mucho antes de ser eliminados por diversas fuerzas reaccionarias, quería ver qué podíamos aprender de esos momentos radicales y comenzar una conversación sobre cómo prepararnos para la próxima vez. Con demasiada frecuencia nos agarran desprevenidos cuando surge la oportunidad. También quería poner la historia de Siria en una conversación con otros lugares. Al final, Mapping Lessons no es esencialmente una película sobre la revolución siria. Es una película sobre la autonomía, ya sea en Siria, Palestina, España, la Rusia soviética, Argentina o en cualquier otro lugar.
— EdA: Podemos encontrar diferentes elementos en común entre una película como Mapping Lessons y muchos de los escritos de Leila durante los últimos años, centrándose especialmente en ayuntamientos locales en Siria, y figuras como Omar Aziz, un activista que murió en una prisión del régimen en 2013.
Una es que ambos intentan conectar la experiencia de la revolución siria con luchas e historias en otros períodos y otros lugares.
Creo que la película de Philip en este sentido es un esfuerzo, a través de diferentes fragmentos visuales, por sugerir nuevas formas de construir una narrativa más amplia. Digo sugerir, porque está bastante claro que esta gran narrativa no existe y aún no se encontró.
Hay que explorar una continuidad, también a través de imágenes. La película es casi un rompecabezas, que ofrece piezas al espectador con las que jugar para encontrar posibles hilos y formas.
Leila, por otro lado, propone una comparación con la Comuna de París, que en Europa tiene casi un estatus mitológico. Es una de las pocas escritoras que a menudo mencionan a Omar Aziz, quien quizás encarnaba más que nadie ideas que reflejan experiencias anarquistas o comunistas que tuvieron lugar en otras partes.
Así que aquí está mi pregunta: ¿es realmente posible atreverse a sugerir estas similitudes? Siria está asociada con la guerra, el terrorismo y el extremismo islamista. ¿Es posible encontrar otro hilo que lo vincule con otras diversas luchas radicales en otras regiones y épocas diferentes? ¿Puede Siria convertirse en un punto de referencia o inspiración para las luchas de clases, subalternas, poscolonialistas y antiliberales en todo el mundo? Para muchas personas esto sería casi inimaginable.
— Leila Al Shami (LAS): En cualquier cultura y contexto histórico, siempre que el control estatal se derrumba por la razón que sea —insurrección, guerra, desastre económico o natural— las comunidades toman el poder en sus propias manos y crean sus propios mecanismos para la resolución comunal de problemas. Los ejemplos incluyen la Comuna de París de 1871, la España revolucionaria en la década de 1930 y el huracán Katrina, que azotó a Estados Unidos en 2005. Siria es el más duro y reciente ejemplo de esto, por lo que ciertamente hay mucho para que gente en otros lugares aprenda. Hay lecciones de autoorganización comunitaria creativa, algunas de las cuales podrían aplicarse en sociedades donde el estado no se derrumbó. Algunos de los experimentos resultantes podrían expandir el espacio para la autoorganización autónoma dentro de estructuras estatales y ampliar la conciencia de las personas sobre las posibilidades de autoorganización sin el Estado.
Es lamentable que la gente en general no pueda aprender y estudiar, o incluso ser consciente de las lecciones de Siria porque la presentación de Siria en Occidente se canalizó abrumadoramente a través de los discursos con los que la cultura occidental ya se siente cómoda. La revolución y la guerra contrarrevolucionaria se enmarca en términos de terrorismo, la amenaza islamista, antiguas rivalidades entre suníes y chiíes y las partidas de ajedrez geoestratégicas de los Estados. La preponderancia de las teorías conspirativas y la propaganda enturbia aún más las aguas. Todo esto apunta a un conjunto de profundos problemas culturales en Occidente, que nos impide escuchar las voces de los revolucionarios sirios de base y reconocer sus logros.
— PR: Mi sensación es que a menudo la gente cree lo que quiere creer, o encuentra narrativas que funcionan dentro de su visión del mundo. Es poco probable que tal narrativa de la continuidad de la organización comunitaria radical (que conecta a las comunidades más afectadas por el huracán Katrina, la Comuna de París, la España de los años 30, así como las formas de organización de comunidades indígenas, entre muchas otras) llegue a ser dominante. Pero esto no debería impedirnos establecer esos vínculos críticos. Es importante para nosotros seguir también buscando esas conexiones.
Tal vez también sea importante no pensar tanto en Occidente y en qué narrativas se desarrollan allí, sino poner a disposición tales contra-narrativas para que las comunidades en cualquier parte puedan comprometerse con y aprender de ellas. Después de todo, la vida cotidiana y la dinámica de las relaciones de poder en Siria son ciertamente más familiares para alguien en Sudáfrica, Indonesia o Argelia que para una mayoría de personas en países más ricos. Pero también dentro de ese contexto, las lecciones que se pueden aprender de la experiencia radical siria de la revolución son más relevantes para las comunidades que están planteando estas preguntas, que se preocupan por la vida comunitaria autónoma, que se están preparando para la próxima vez, donde sea que pueda ser.
—LAS: Creo que tenés razón al decir que las personas encuentran narrativas que funcionan dentro de sus visiones del mundo, y este tal vez sea el obstáculo para poder realmente escuchar contra-narrativas de otras partes del mundo, para poder escuchar y aprender de verdad. De alguna manera, es un problema de comunicación intercultural y la ceguera de todos nosotros ante nuestra propia falta de conciencia cultural o nuestras propias formas ideológicas de entender otras culturas. Es como el dicho: ‘Para ponerte en los zapatos de otra persona, primero tenés que sacarte los tuyos’.
Creo que mucha gente nunca cuestiona sus propios supuestos ideológicos o valores culturales. Y, por supuesto, está el problema de cómo entender el islam y a los musulmanes y la islamofobia latente, que es un tema destacado en la respuesta a los eventos en muchas partes del mundo, desde Myanmar hasta China, Europa y Estados Unidos.
—Eda: Ambos reconocen que, aunque frágil, fragmentada, diversificada y temporal, la revolución siria es una de las experiencias políticas más relevantes de los últimos años en la región. Omar Aziz dijo, como menciona Leila en uno de sus artículos: “No somos menos que los trabajadores de la Comuna de París: ellos resistieron durante 70 días y nosotros seguimos adelante durante un año y medio”.
Esto se hace eco de la leyenda de Lenin bailando en la nieve, con una botella de champán, 73 días después de la Revolución Rusa.
Todos recuerdan la Comuna de París o la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, sin embargo, solo unos pocos parecen considerar la revolución siria como una experiencia significativa.
¿Por qué es tan difícil reconocer esa relevancia? ¿Es porque es difícil incluirlo en una gran narrativa? ¿Qué y cómo debemos recuperar de esa experiencia, y cómo debemos comunicarla al mundo, para que se aprendan lecciones? Creo que estas preguntas se encuentran en el centro de sus dos producciones.
—LAS: Necesitamos poder escuchar las voces desde el suelo y comprenderlas en su propio contexto, y no recurrir a supuestos ideológicos preconcebidos. Parece, en el caso de Siria, que no solo faltaron las redes de comunicación y los conocimientos previos, sino que en muchos casos, incluso faltó la voluntad de escuchar las voces sirias en el terreno. Muchos destacados comentaristas sobre Siria ni son sirios, ni tienen conocimientos o experiencia relevantes sobre el país. Cualquier política progresista de compromiso con las luchas globales debería, por tanto, tomar como primer principio que se forme su entendimiento sobre la base de las voces revolucionarias sobre el terreno. Y ciertamente no debería dedicar todo su tiempo preocupándose por las acciones y pronunciamientos de los Estados. Esta, para mí, fue la lección más importante de la última década; que la solidaridad debe construirse de abajo hacia arriba.
En cuanto a las lecciones que pueden ser aprendidas de la experiencia revolucionaria de Siria, creo que Omar Aziz tenía razón al argumentar que las protestas por sí solas no son suficientes para desafiar los sistemas de poder. Creía que la autoorganización comunitaria autónoma permitiría la resistencia a largo plazo y crearía alternativas viables al totalitarismo estatal.
Este fue ciertamente el caso de Siria, donde los sectores dominantes de consejos locales y otras iniciativas civiles en los campos de la educación, la atención de la salud y los medios de comunicación permitieron a las personas tomar el control de sus propias vidas y superar muchos desafíos, a pesar de la constante embestida que enfrentaron desde el Estado.
La experiencia práctica de la organización democrática de base fue un maestro mucho más poderoso para los sirios revolucionarios que cualquier cantidad de teoría. Para quienes lo experimentaron, parece haber sido una experiencia poderosa, positiva y transformadora. Personas de la comunidad anteriormente desempoderadas se involucraron en la toma de decisiones y la organización comunitaria; sentían que tenían algo en juego —los jóvenes y las mujeres en particular. Esta experiencia dejará cambios duraderos en toda una generación de sirios y en el futuro del país.
Aziz también anticipó que estas formas de organización aumentarían la solidaridad popular y los lazos sociales y transformarían las relaciones. Ciertamente, en los primeros días de la revolución, el movimiento se definía por su diversidad e inclusividad. Hombres y mujeres de diferentes orígenes sociales y grupos religiosos y étnicos lograron superar divisiones previas y trabajar juntos hacia un objetivo común. Fue entonces cuando el movimiento fue más fuerte y tuvo sus mayores posibilidades de éxito, y ofrece lecciones importantes para quienes se organizan en otras partes.
El otro tema que estuvo a la vanguardia de la experiencia siria es el debate sobre la militarización. La gente tomó las armas para defenderse a sí misma y a sus comunidades y, dado el extraordinario nivel de violencia estatal al que fueron sometidos los sirios, esto pudo haber sido inevitable. Sin embargo, es cierto el caso que la lucha armada se vio acosada por toda una serie de problemas y desafíos, como la disputa por las armas y los fondos, una dependencia de potencias extranjeras. En muchos casos, se convirtió en una batalla por el poder y el territorio entre grupos autoritarios (y generalmente masculinos) en competencia.
El movimiento civil, por el contrario, quedó enormemente comprometido con los objetivos originales de la revolución y se mantuvo profundamente arraigado en las comunidades locales. La experiencia siria puede entonces proporcionar lecciones a las comunidades de otros lugares que se encuentren en una situación similar.
— PR: La revolución siria perdió la guerra de propaganda. La narrativa de ese espíritu revolucionario compite con tantas otras narrativas, las centradas en el Estado donde los últimos 10 años en Siria se resumen como una guerra civil y una crisis de refugiados debido a diferentes fuerzas que compiten por el control, o algunas izquierdistas como el intento imperial de Estados Unidos de derrocar al régimen de Assad. Estas metanarrativas no solo son selectivas, sino que también están plagadas de mentiras porque cubren eventos para simplificar una historia que sus proponentes quieren vender o, más críticamente, quieren creer. No estoy tratando de establecer una nueva meta narrativa, sino más bien de celebrar uno de los experimentos más poderosos que la región presenció en su historia moderna, uno del que me considero afortunado de haber escuchado y leído.
Creo que cualquiera que esté interesado en cambiar el dominio de la tiranía en la región debería tomarse un tiempo para considerarlo y aprender. Pero la película no es fácil. Para ver Mapping Lessons, uno necesita abrir sus sentidos, bajar la guardia sobre lo que uno espera que ‘una película sobre Siria’ sea. Para considerar las historias de los experimentos sociales radicales en Siria, necesitamos igualmente soltar nuestros imaginarios colectivos fijos de lo que sucedió y permitirnos ser humildes y aprender de poderosas comunidades que practican una forma radical y liberada de ser en condiciones muy duras.
—EdA: En este contexto, ¿por qué eligió utilizar el medio cinematográfico?
—PR: Para responder esto, necesito ir más atrás en el pasado. En 1917, cuando la Revolución Rusa logró derrocar al Zar, puso todo el sistema patas arriba. En el mundo del cine, esto significó que las empresas privadas huyeron para establecer sus negocios en otros lugares y las normas comerciales de producción de imágenes fueron eliminadas, mientras que todos los elementos de la censura estatal llegaron a su fin, al menos por un corto período de tiempo.
Los cineastas que surgieron no solo tenían una pizarra limpia para comenzar a imaginar la realización cinematográfica sin las viejas restricciones de la ganancia comercial o las limitaciones estatales, sino que también estaban profundamente moldeados por la mentalidad revolucionaria, la forma de ser completamente dada vuelta de aquellos tiempos. Hasta que ese momento revolucionario fue sofocado por la consolidación del poder de los bolcheviques, significó que la experimentación fuera la receta del día, la posibilidad de experimentar con cómo usar imágenes para relacionarse con personas dentro de ese enorme territorio para cuestionar viejos hábitos de ser y proponer nuevos.
Los cineastas también probaron diferentes métodos de distribución, instalando barcos de cine ambulantes, cine-trenes en los que las tripulaciones podían viajar, filmar, procesar y luego proyectar su trabajo, todo mientras estaban de viaje. Un aspecto que los primeros cineastas soviéticos más radicales desarrollaron fue hacer que las imágenes y el sonido chocaran, en lugar de entretener o reconfortar a los espectadores alimentándolos con ideas e imágenes familiares. Esta forma de ‘montaje soviético’ fue desarrollado con el único objetivo de permitir que las imágenes crearan discordia con las expectativas de su audiencia. Un teórico más tarde llamaría a este proceso ostranenie, que significa ‘hacer lo habitual, extraño’. Se necesita mucho para que los humanos se cuestionen la forma en que ven las cosas, particularmente los adultos que están establecidos en sus caminos.
Mientras trabajaba en Mapping Lessons, pensaba mucho en este principio de lo imaginario, nuestra comprensión del mundo, cómo percibimos el funcionamiento del mundo, nuestra visión del mundo o cómo imaginamos que el mundo puede ser.
En un artículo que usted escribió recientemente, Leila, en el que relaciona el movimiento por la gobernanza local en Siria con la Comuna de París de 1871, menciona el ‘imaginario colectivo’, la cosmovisión compartida que la gente tiene sobre los movimientos políticos. Estas son las ideas que nos mueven, que dan forma a cómo vemos colectivamente el mundo y los eventos que tienen lugar en él. Los imaginarios colectivos ayudan a determinar, por ejemplo, si, y cómo, criamos a los niños, o desempeñan un papel fundamental en la determinación de los temas en los que creemos y a los que dedicamos tiempo, además de impedirnos dar tiempo a los demás. Esto me lleva de vuelta a por qué hice Mapping Lessons de la forma en que lo hice.
No utilizo un lenguaje cinematográfico familiar. No quería contar una historia de ‘eventos importantes’. Esto fue hecho y es importante que tales películas existan, incluso con algunos problemas que yo personalmente pueda tener con ellas. Mi película no está tratando de hacer lo que están haciendo estas películas, narrando y retratando eventos de una revolución. En cambio, quería permitir que las imágenes que elegí chocaran con el imaginario que un espectador pudiera tener en esta época, dejar que las imágenes tuvieran un efecto en lugar de respaldar la narración de una historia sobre la revolución. En cierto sentido, exijo más de las imágenes. También le estoy exigiendo mucho más a mi audiencia. Creo que esta forma de trabajar con imágenes puede permitir a una audiencia cuestionar las nociones preconcebidas sobre lo que significa autonomía y cómo los ayuntamientos locales pueden funcionar. La realidad es que esta forma de gobernanza comunitaria es antigua y probada, pero hoy en la mayoría de los lugares es inexistente porque los Estados dominantes de este mundo no le permitieron florecer.
Lo que descubrí en el caso de Siria es que después de la caída del Imperio Otomano, algunas personas comenzaron a experimentar con formas locales de gobierno, donde las comunidades decidían por sí mismas cómo vivir sus vidas, en lugar de seguir las leyes y regulaciones establecidas por un poder centralizado. En menos de un año los colonizadores franceses invadieron esas áreas y pusieron fin a estos ensayos y exiliaron a sus líderes. Los franceses luego sentaron las bases para el opresivo Estado dictatorial que todavía está en el poder en Siria hoy, hasta las prácticas más pequeñas de vigilancia estatal y sistemas de prisiones y tortura, una continuidad del colonialismo al neocolonialismo. Con mi película estoy intentando dejar que las imágenes y los sonidos choquen con las expectativas que tenemos de lo que es ‘normal’, cómo se supone que funciona el mundo, cómo se supone que debemos ser gobernados, cómo se supone que debemos cultivar nuestros alimentos, cómo pensamos sobre la educación. Todos estos son aspectos críticos de autonomía en los que debemos pensar para el mundo en el que podríamos ser liberados de los poderes que nos oprimen.
—EdA: Otro elemento en el que podemos enfocarnos es el rol de la tierra. En Mapping Lessons esto parece funcionar como un hilo conductor, un pegamento que mantiene todo unido, incluso luchas y contextos que parecen estar muy distantes cultural y geográficamente.
En los escritos de Leila, el enfoque en la dimensión hiperlocal de la revolución nos lleva también a este elemento, al ‘tiempo revolucionario’, como lo llama Aziz. La lucha por la tierra (que involucra agricultura, ingeniería demográfica, urbanismo, clases y fronteras) nos permite unificar luchas poscolonialistas, luchas antiautoritarias y luchas subalternas.
Creo que este también es un punto crucial, ya que a menudo incluso los movimientos antiautoritarios tienden a centrarse más en los cambios en la parte superior de los sistemas políticos, o los derechos humanos, por supuesto. Su trabajo tiende a traer de vuelta la atención a algo más concreto, al nivel del suelo.
—LAS: Como bien señala, una de las características definitorias de la revolución siria fue que reclamó territorio del Estado. Después del sofocante totalitarismo y control del régimen, no solo de la tierra, sino también del espacio público, la gente se enorgulleció inmensamente de su autonomía. Un video de Yabroud, en los primeros días de la revolución, mostraba a la juventud decorando rotondas y plazas públicas con flores y pintándolas con los colores de la bandera revolucionaria. Los grafiteros decoraban espacios que antes solo mostraban imágenes del presidente. La revolución provocó una variedad tan diversa de iniciativas comunitarias. En el centro de la revolución estaba la cuestión de la autodeterminación. ¿Hasta qué punto pueden los individuos y las comunidades elegir cómo vivir en su tierra y ejercer su poder?
Omar Aziz vio la importancia de la tierra para la lucha siria. Dijo en uno de sus trabajos que un rol de los consejos locales debería ser ‘defender la tierra en la región de la expropiación del Estado, porque tales expropiaciones de tierras en las ciudades y el campo de Siria y el consecuente desplazamiento de sus habitantes son uno de los pilares centrales de la política de dominación y exclusión social en la que se basa el régimen.’ Esto fue escrito en los primeros días de la revolución y Aziz se refería a políticas de expropiación estatal de tierras que precedieron a la revolución y que él creía que era un impulso clave para que sucediera. Dijo que el movimiento revolucionario en áreas rurales y suburbanas emergió en parte debido al rechazo de la gente a ser separada de su base de subsistencia.
Esta política sólo se intensificó como estrategia contrarrevolucionaria. Cuando el régimen recuperó territorio, por lo cual luchó duramente con fuertes bombardeos y la implementación de asedios de hambre, una política clave fue desplazar a los habitantes originales; la población que se había resistido al régimen y que éste no podía controlar. Vimos olas masivas de desplazamiento forzado. La tierra que el régimen recuperó se entregó a los leales, ya sean compinches del régimen que desarrollarán la tierra construyendo viviendas y centros comerciales que son inaccesibles para los habitantes originales, o dando tierras y propiedades a familias de milicias afiliadas al régimen, o incluso a potencias extranjeras. Irán está comprando bienes raíces en ciudades y áreas fronterizas estratégicamente importantes. De esta manera, el régimen asegura un electorado leal y su dominio continuo del territorio. Y ahora que tantos sirios están exiliados de su tierra o incluso del país, nos enfrentamos a preguntas sobre cómo continuar (o reconstruir) un movimiento dada esta dislocación geográfica.
—PR: Leila tus palabras cortan hasta el hueso y llegan al meollo del asunto. La lucha en Siria fue por la vida, eligiendo vivirla, vivirla libremente, comunidades en forma de redes o comunidades geográficas uniéndose para deshacerse de sus opresores. El precio fue inconmensurable, porque la lucha es por lo más básico y crítico: la tierra.
Los zapatistas dicen que toda lucha debe estar conectada con la tierra, que sin tierra no puede haber autonomía. En la ciudad a menudo olvidamos la importancia de la tierra. Vivimos en la tierra, pero también comemos de la tierra. Para mí, una clara distinción entre la revolución en Egipto y en Siria es que esta última tomó tierras del Estado. La ecuación de estas dos luchas es completamente diferente. Creo que también es por eso que fue tan fácil para una mayoría del mundo apoyar la revolución egipcia, porque no sacudió el sistema de poder en su núcleo y, por lo tanto, dejó espacio para que el régimen resurgiera. En Siria, el régimen reaccionó como un animal rabioso cuando los revolucionarios le quitaron territorio. A toda costa luchó para recuperarlo.
Además de innumerables formas de la violencia más brutal, el régimen usó asedios en estas áreas autónomas, bombardeando panaderías y pozos, utilizando las tácticas de la vida desnuda en la lucha por el control de esa vida desnuda. El régimen mataría de hambre a la población antes de ceder ni un poco de poder. La tierra está en el centro del asunto porque sin ella no existiríamos. Entonces, si pensamos en la próxima vez, es absolutamente necesario que tengamos a la tierra en consideración. ¿Cómo nos alimentamos de ella, cómo la compartimos entre nosotros, cómo vivimos en ella, cómo la defendemos, pero también cómo la respetamos? Mientras trabajaba en mi película Mapping Lessons, descubrí que las luchas alrededor del mundo a lo largo del tiempo y en todo lugar tienen estas preguntas en común, que pueden ser fundamentales para crear solidaridad entre nosotros, pero también para enseñarnos a buscar en otras partes lecciones a aprender, inspiración y esperanza.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Enrico de Angelis es Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Salerno, Profesor Adjunto en la Universidad Americana de El Cairo, analista de medios para Free Press Unlimited y co-fundador de Syria Untold.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Syria Untold el 4 de mayo de 2021.