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El Interprete Digital

Un poderoso relato de abuso sexual durante el levantamiento de 2013 en Egipto

Por Nahrain Al Mousawi para The New Arab

Mujeres se manifiestan en Egipto. [Lokha/Creative Commons]

Presentada en el Festival de Cine de Berlín de este año como una de las varias películas basadas en el Norte de África y Medio Oriente (MENA), “As I Want” (Como yo Quiero), de Samaher Alqadi es un documental biográfico sobre las agresiones sexuales que tuvieron lugar en medio de las protestas que definieron los recientes levantamientos egipcios de 2013.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

En ese momento, los abusos fueron noticia internacional, particularmente porque una locutora estadounidense fue víctima de uno. A su vez, los incidentes llamaron la atención sobre las agresiones y el acoso que sufrieron las mujeres en Egipto durante las protestas, así como después de ellas, de forma regular.

Otros elementos, por supuesto, llamaron la atención, como el carácter público de las agresiones, el número de hombres implicados y la impotencia tanto de los transeúntes como de las víctimas debido a la fuerza de la multitud y al caos que se produjo. El ‘círculo rojo’, que aparece en las imágenes de las noticias para situar la agresión en la oscuridad y cubiertos por la multitud, se convirtió en un punto de referencia importante en la película, ya que permitía a las mujeres que la protagonizaron, una abreviatura de las agresiones sexuales públicas.

El ‘círculo rojo’ no solo se refería a las agresiones sexuales, sino también a la exposición de algo que se suponía debía mantenerse en secreto, vergonzoso, oscuro y oculto, pero que ahora estaba resaltado en rojo en todos los canales de noticias. El ‘círculo rojo’ familiarizó lo que se suponía, debía mantenerse en secreto. 

Ahí radica el propósito de la película: descubrir lo que se supone debe mantenerse oculto y en vergüenza. La película no solo se dedica a descubrir las agresiones públicas durante el levantamiento, sino también las concepciones de la feminidad, especialmente la de la propia cineasta.

La película hace malabares con estas preguntas a través de un pastiche de imágenes de la calle y el hogar, entrevistas, cobertura de noticias de 2013 y recreaciones de su infancia, así como imágenes caseras más antiguas recopiladas años antes de la muerte de su madre.

Su madre aparece como una figura central para negociar las cuestiones de la feminidad y la vergüenza, que parecen quedar a la deriva, lo que nos lleva a preguntarnos si su madre es relevante en su búsqueda identitaria. Sino, de qué manera —más allá de verla como portadora del patriarcado religioso—, sobre todo si estas cuestiones siguen sin resolverse, ciertamente no con respuestas firmes, pero al menos con algún tipo de búsqueda en esa dirección.

Otro tema que nubla la trayectoria de la película es la combinación de agresión sexual con la elección de Mohamed Morsi, miembro de los Hermanos Musulmanes. Ofrecer a Morsi y a los Hermanos Musulmanes como espectros islamistas contra los cuales las mujeres egipcias protestaban legítimamente se ve reforzado por el texto al final, que se refiere a una ley promulgada para criminalizar el acoso sexual en el Egipto de Sisi.

Sugerir que la raíz del aumento de las agresiones sexuales es la Hermandad Musulmana o el espectro de la islamización en Egipto, es bastante difícil de creer considerando que Egipto fue noticia durante décadas por su violencia hacia las mujeres.

Aunque la violencia contra las mujeres fue algo continuo, podemos mirar los años 80 o 90’s en busca de casos similares que aparecieron en los titulares, tanto por agresión sexual pública como por culpa de las víctimas — como los casos Maadi o Al Ataba—.

Otro incidente publicitado de violencia sexual contra las mujeres ocurrió el 25 de mayo de 2005 —llamado ‘Miércoles Negro’— cuando hombres llegaron en autobuses para manosear y golpear a las manifestantes, mientras la policía se mantenía al margen y observaba.

El uso de la violencia sexual como estrategia política por parte del régimen de Mubarak en este caso, fue evocado durante la publicidad de las agresiones ocurridas entre 2011-2014.

Ciertamente, los años 2011-2014 marcaron un período de crecimiento no sólo del acoso y la agresión, sino también de la cobertura de los medios. Pero los incidentes de agresión y acoso en este momento solo reflejaron una continuación de los problemas que precedieron al gobierno recién electo de Morsi.

Sugerir que la toma de posesión de Sisi generó un cambio real, es refutable con una sola mirada a la cobertura reciente de los medios de comunicación sobre la violencia contra las mujeres en Egipto. De hecho, cualquier encuesta reciente de los países y ciudades más peligrosos para las mujeres incluye a Egipto y El Cairo entre los diez primeros.

A pesar de todo esto, hubo muchas partes convincentes de la película, especialmente las secuencias de la propia Alqadi a través de las calles egipcias donde se enfrenta al acoso sexual. El poder afectivo de estas escenas radica no solo en la indignación que inspiran, sino en la indignación de las secuelas, es decir, el silencio masculino que parece seguir a un incidente de este tipo.

Después de que Alqadi se resiste y acusa en voz alta a su acosador, hay un rechazo por parte de extraños en la multitud que no solo la instan a que se calle, sino que la amenazan con violencia si continúa.

La respuesta a su resistencia al acoso no sólo evoca el silencio social al que se insta a todas las mujeres y posibles víctimas a adscribirse —especialmente en Egipto—, donde las voces de las mujeres sobre la violencia tienen el potencial de amenazar la imagen de Egipto en su conjunto.

Sino que también, evoca el potencial de esta película para desvelar las amenazas contra las mujeres en Egipto; es decir, si pensamos correctamente en la película como una respuesta más —como la de Alqadi— al acoso en la calle, entonces es fácil imaginar cómo un documental así podría provocar la ira y el desprecio de quienes preferirían mantenerla oculta y vergonzosa, como el rechazo que reciben las mujeres cuando se resisten al acoso: descartarlo como reflejo de un fenómeno único y no omnipresente, gritar ‘no todos los hombres’, tratarlo como una amenaza a la imagen nacional y cultural, silenciarlo en lugar de dirigirse a los que cometen la violencia.

Es hora de resistir esa desviación como espectadores y como público.

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Nahrain Al Mousawi es escritora y vive actualmente en Marruecos.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 9 de abril de 2021.