Por Deborah Lehr para Middle East Institute
Es hora de que Egipto ponga precio al carbono. Si bien, El Cairo dio pequeños pasos hacia el desarrollo de un plan de sostenibilidad, necesita una idea audaz para detener el aumento de las emisiones de esta sustancia. En este contexto, crear un mercado de intercambio o definir un precio, sería bueno para el país, ayudándolo a convertirse en un líder ambiental en la región.
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Como una de las naciones más pobladas de Medio Oriente y África, Egipto es muy vulnerable a los efectos del cambio climático. El aumento de las aguas en la costa o el delta del Nilo amenaza la seguridad alimentaria de millones de personas. A su vez, la economía depende en gran medida del turismo, que se ve afectado por estos cambios, ya sea en los sitios arqueológicos o en sus playas.
El costo de la contaminación aérea de El Cairo por sí solo supera el 1% del PBI. Se destinan significativos recursos para el sistema de atención médica derivados del aumento de las emisiones de carbono, especialmente, de los sectores energéticos, transporte e industrial.
Si bien Egipto resistió la crisis del Covid-19 mejor que otros mercados emergentes, recibió el golpe de la pandemia. El turismo, la manufactura y el transporte a través del Canal de Suez, todos los principales contribuyentes al PBI están sufriendo. De hecho, el bloqueo causado por el Ever Given y la interrupción del comercio mundial empeoraron las cosas.
Bajo este panorama, el crecimiento sigue siendo positivo en el segundo trimestre en alrededor del casi 2%, pero un 4% menos que en el mismo período del año pasado. Mientras Egipto mira hacia el futuro, debería aprovechar esta oportunidad para afrontar una recuperación ecológica, imponiendo el precio al carbono en el centro de su plan de sostenibilidad.
Los beneficios son evidentes
Poner un precio al carbono tiene el efecto de utilizar mecanismos de mercado para reducir las emisiones y, al mismo tiempo, generar ingresos para el gobierno central. En un esquema de comercio, las autoridades establecen un límite general sobre la cantidad de emisiones contaminantes permitidas en los sectores claves: transporte, energía e infraestructura.
Con base en este número, luego emite permisos para comercializar carbono hasta el límite. Estos se pueden regalar o subastar a las empresas del sector. En 2016, los gobiernos de todo el mundo generaron alrededor de USD 22.000 millones en ingresos por intercambios de carbono o impuestos, y para 2018 esta cifra se había duplicado a USD 44.000 millones.
Al establecer este mercado, Egipto crearía un incentivo positivo para que las empresas reduzcan su huella de carbono. Por ejemplo, si una de ellas utiliza menos de su asignación permitida, puede vender los permisos a otros. De lo contrario, es posible que tenga que comprar adicionales. Con el tiempo, el gobierno reducirá la cantidad de permisos disponibles, lo que obligará a las empresas a seguir una tendencia similar con sus emisiones o pagar más por el derecho a contaminar.
¿Cuál sería el alcance de un mercado de carbono egipcio? En las últimas estadísticas disponibles, Egipto emitió 250 millones de toneladas de CO2 en 2018, ocupando el puesto 27 entre los países del mundo con mayor volumen. De este total, el sector eléctrico es responsable de aproximadamente el 40%, seguido del transporte —20%— y la industria —15%—.
Al incluir a los tres sectores, mencionados en el párrafo anterior dentro del esquema de comercio de carbono, se cubriría aproximadamente el 75% de las emisiones nacionales, y en aquellos sectores que probablemente experimentarán los aumentos más rápidos a medida que las nuevas plantas de energía entren en funcionamiento y las compras de automóviles se recuperen, saliendo de la crisis del Covid-19.
Desafíos
Hay desafíos, por supuesto. Uno es asegurarse de que el precio del carbono o el de contaminar, sea suficientemente alto como para desincentivarlo. Hoy en día, el valor de referencia varia, pero en muchos casos es de alrededor de USD 10 por tonelada, aunque los expertos estiman que debe crecer a USD 20 o más para reducir las emisiones y cumplir con el objetivo de mantener el aumento global promedio de temperaturas por debajo de 2%.
La recopilación de los datos necesarios para crear el número correcto de permisos también puede resultar complicada. Se requiere información precisa sobre las emisiones de las principales industrias contaminantes para hacerlo bien. E incluso con eso, es probable que el gobierno deba modificarlo todos los años para garantizar que los mecanismos de precios funcionen correctamente.
El intercambio de Egipto también será pequeño, ya que cubriría sólo un número limitado de industrias y empresas. Sin embargo, una vez establecido, podría permitir a sus empresas comerciar en otras bolsas. En China, por ejemplo, el objetivo es permitir que diferentes países negocien en la Bolsa Nacional de Carbono —una vez que se lance a finales de este año—.
Como parte de su Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, China participa activamente en conversaciones con otros Estados del sudeste asiático y Medio Oriente para asesorarlos sobre el establecimiento de mecanismos de intercambio de carbono con la intención de permitirles comerciar en el mercado chino.
Una tendencia creciente
Existe un impulso global para poner precio al carbono y un creciente reconocimiento de que hacerlo es uno de los medios más rápidos para reducir las emisiones. Ya 40 países y más de 20 ciudades y provincias utilizan mecanismos de fijación de precios. Cuando China lance su Bolsa en junio, aumentará el porcentaje de emisiones cubiertas a nivel mundial de alrededor del 13% a casi el 30%.
Como líder tradicional en la región, Egipto debería dar el paso audaz de establecer el primer mercado de carbono en MENA como parte central de su estrategia para un futuro más sostenible.
Es bueno para el país, potencialmente rentable para el gobierno y convertiría a Egipto en uno de los líderes mundiales en la lucha contra el cambio climático.
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Deborah Lehr, CEO de Basilinna, consultora estratégica focalizada en China y Medio Oriente. Además, es Vicepresidente y Directora Ejecutiva del Instituto Paulson y miembro no residente del Programa Egipto en Middle East Institute.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 30 de marzo de 2021.