Por Karim El-Gawhary para Middle East Research and Information Project
Los verdaderos salvadores de la humanidad escasean. Aunque todos recuerdan a Noé y su arca, casi nadie sabe que una humilde bebida salvó una vez a la humanidad de su desaparición. Quizás sea porque el episodio de la cerveza ocurrió demasiado tiempo atrás.
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De acuerdo con un antiguo mito egipcio, la diosa Hathor decidió terminar con la raza humana. Podría haber prosperado de no ser por la intervención del dios Ra, que ordenó a Sektet mezclar cerveza con la misteriosa fruta ‘dada’ y algo de sangre humana. A la mañana siguiente, cuando Hathor llegó para provocar la destrucción, encontró la tierra inundada con este tentador brebaje. Incapaz de resistirse, tomó un sorbo y luego otro, embriagándose al punto de no lograr reconocer humanos.
Este mito muestra lo importante que era la cerveza para los antiguos egipcios. Henket, como era llamada esta bebida en tiempos faraónicos, era una parte importante de la dieta egipcia. Las representaciones de Bas en bajorrelieve de la época muestran cómo se utilizaban tortas de pan de cebada parcialmente horneadas para hacer cerveza (N.d.T.: Bas o Bastet fue una diosa egipcia del embarazo, el parto y la fertilidad). Luego se agregaron dátiles y miel para darle a la infusión su sabor especial. Según el antiguo historiador griego Herodoto, se sabía que Bastet, la diosa gato, “entonaba a algunos”.
6 mil años después, tristemente, la cerveza no conserva su estatus reverenciado en la tierra de los faraones. “Dios maldijo las bebidas alcohólicas y a quienes las transportaran, vendieran, compraran, sirvieran o consumieran”, declara una de las tradiciones del Profeta Muhammad. A pesar del tabú alrededor del alcohol propio de una sociedad musulmana, la fábrica de cerveza más grande de Egipto (la Compañía de Bebidas Al Ahram, ABC según sus siglas en inglés) permanece optimista sobre el futuro de su empresa.
La cerveza ‘Stella’ de ABC es una institución en Egipto: calmó la sed de las generaciones de los últimos 101 años. “Obtenemos una enorme ganancia de todos nuestros productos” declaró Steven Keever, vocero de la compañía.
“Sí, este es un país musulmán, pero los 500.000 hectolitros de cerveza que producimos anualmente es consumida en alguna parte” comenta Imam Muharram mientras observa el proceso de elaboración de la bebida. Otros miembros del equipo tienen una actitud igual de relajada. Sami Asim, que estudió agronomía, nunca soñó con trabajar en los tanques de fermentación. Ahora dice que solo esta ganándose la vida y, como musulmán que es, no hace uso del fruto de su trabajo.
La dirección de ABC no saca conclusiones apresuradas sobre el pragmático enfoque de sus empleados frente a la elaboración de cerveza en El Cairo. Para resguardarse de la creciente tendencia del conservadurismo religioso en Egipto, la cervecería diversificó el rango su gama de productos. La limonada y la bebida cola, así como la bebida sin alcohol producida bajo una licencia suiza, ocupan un lugar destacado en la nueva línea de productos de ABC.
ABC cerró recientemente un trato con la empresa Guinness para la producción y exportación de cerveza sin alcohol en todo Medio Oriente. Alrededor del 40% de la producción de cerveza de ABC ya está libre de alcohol, según Keever, quien pronostica una tasa de crecimiento del 120% durante los próximos tres años.
Podría haber otra razón para la inesperadamente alta demanda de cerveza sin alcohol en los países islámicos ‘abstemios’: abundan los rumores de que personas desesperadas están transformando la cerveza sin alcohol en auténtica cerveza. Supuestamente, los trabajadores egipcios en Libia fermentaron la bebida sin alcohol sencillamente agregando fideos de pasta italianos.
Más allá del éxito de su cerveza sin alcohol, ABC continúa afrontando la controversia sobre el marketing de su cerveza regular. Si bien cualquier producto egipcio puede venderse en todo el país según la ley nacional, el principal desafío de ABC es la publicidad en el Alto Egipto, donde la cerveza es tradicionalmente popular entre la mayor comunidad de cristianos coptos del país, quienes la beben, sobre todo, en las bodas. Esta cuestión no sería un problema si no fuera también una zona con fuerte presencia de militantes islamistas.
Para evitar cualquier conflicto, varias provincias prohibieron la venta de alcohol en general, para decepción de los fabricantes. “Alto Egipto sería una mina de oro”, dice entre suspiros Fatin Mustafa, jefe del departamento de marketing de ABC. “Estamos pasando de contrabando los productos al Alto Egipto como si fuera hachís”, suma otro empleado de la compañía.
El egipcio promedio toma 0,6 litros de cerveza por año. (En Túnez el promedio anual es de ocho litros, en Turquía doce y en Alemania 140). Estas cifras son, por supuesto, puramente teóricas ya que la mayoría de los egipcios no probaron una gota de alcohol en sus vidas. Sin embargo, el hecho irrefutable continúa siendo que hace diez años, el promedio per cápita era casi tres veces mayor.
Steven Keever no culpa a los conservadores religiosos por arruinar la reputación de la cerveza egipcia sino a la fábrica de Stella dirigida por el Estado. La mala calidad de la cerveza estatal dio material para bromas. La comunidad de bebedores de cerveza expatriados generaron incontables chistes sobre Stella como el siguiente: “Un estadounidense llevó una botella de Stella a su país para testear su composición. ‘Tengo malas noticias’ dijo tristemente el técnico de laboratorio ‘su camello tiene diabetes’”.
Afortunadamente esos días quedaron en el pasado. Los egipcios ya no tienen que elegir entre tomar mala cerveza producida localmente o pagar un impuesto del 300% por una cerveza importada. Además de la producción de la actualmente privatizada ABC, hay una nueva cervecería inaugurada en mayo de este año en la ciudad de Hurghada, en las costas del Mar Rojo. Aquí producen cerveza en cooperación con la famosa Munich Lowenbrau y hay quienes dicen que cada muestra es enviada a Alemania para control de calidad.
Lo que parecía impensado ahora se volvió posible: publicidad de cerveza en un país islámico. “Estamos ingresando en el mercado con precaución” explica el director de marketing de ABC, Mustafa. Primero, publicidades como ‘prueba piloto’ fueron colocadas en la prensa local en inglés. Al no encontrar resistencia, el departamento de marketing se volcó a la prensa en árabe, primero con avisos de cerveza sin alcohol y ahora promoviendo que la cerveza regular no es ya un problema. “Los diarios nos llaman para preguntar cuándo queremos poner la siguiente publicidad”, dice Mustafa, orgulloso.
La cerveza puede ser llevada a tu hogar en una bolsa de papel marrón. Como reza un consejo del Profeta: “Si hacés algo malo, al menos sé discreto”.
Lejos del departamento de marketing con aire acondicionado de ABC se encuentra Hadayat Al Qubba, un barrio económicamente deprimido, donde reside la clase media en apuros de El Cairo. Esta es la primera línea para las ventas de cerveza en ‘territorio enemigo’ islámico. Las torres de cajas que contienen refrescos y cerveza dan a la sucursal de distribución local de ABC la apariencia de un castillo de los cruzados bajo asedio.
Aquí, el alcohol se vende con licencia oficial. La mayoría de los clientes son pequeños comerciantes que ofrecen cerveza a sus clientes de forma ilegal. Pero este local tuvo tiempos mejores. Mientras que unos 600 comerciantes compraron en esta sucursal hace 16 años, actualmente sólo unos 57 comerciantes la frecuentan. De hecho, algunos comerciantes que salen de la tienda con grandes cantidades de bebidas tienen problemas con la policía. Las autoridades podrían hacer la vista gorda ante algunas botellas, pero ¿varias cajas?, para la policía, ver esto indica automáticamente un comercio ilegal.
Por otra parte, los fieles conservadores de una mezquita vecina, un bastión de los Hermanos Musulmanes, entraron una vez a la tienda para preguntar cortésmente si sería posible cerrar durante el día sagrado del viernes. “Por supuesto que adoptamos esta idea”, dijo el director de la sucursal, sin revelar qué hubiera pasado si no hubiese cooperado.
Todos los que trabajan en la tienda son musulmanes, entonces, ¿cómo concilian su trabajo con su religión? La respuesta de un vendedor es pragmática y fatalista: “¿Que puedo hacer? Todo está escrito de antemano y Dios me asignó trabajar aquí”.
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Karim Al Gawhary es un periodista alemán radicado en El Cairo. Trabajó para varios medios alemanes y austríacos, como el diario berlinés Tageszeitung, o la ORF, la radio pública austríaca.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP en 1999.