Por Larry Derfner para Mondoweiss
Existe una resistencia natural a decir que tu país merece ser investigado por crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya. Pero si piensas que la ocupación indefinida de Israel, los asentamientos y los ataques letales en Gaza que la acompañan son moralmente insostenibles, ¿cómo puedes evitar esa conclusión?
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Los argumentos en contra de una investigación, cuya iniciación formal fue anunciada por la fiscal jefe de la CPI, Fatou Bensouda, no se sostienen. Por ejemplo, el argumento de que tal investigación sería injusta porque hay muchos países que hacen cosas peores que las que hace Israel. “La CPI se niega a investigar dictaduras brutales como las de Irán y Siria”, dijo el Primer Ministro Benjamin Netanyahu en respuesta a la decisión de la Corte que allanó el camino para la investigación el mes pasado y calificó el fallo como “antisemitismo puro”. Usó el mismo término para caracterizar la decisión del inicio de la investigación.
Sospecho que Netanyahu conoce la verdadera razón por la que la CPI no investiga a Irán o a Siria, China, Corea del Norte, Zimbabwe, Eritrea, Arabia Saudí o Yemen, o una serie de otros regímenes cuya criminalidad supera o empequeñece la de Israel. Es porque los males que cometen estos regímenes no afectan a un Estado que le otorgó jurisdicción a la CPI al firmar el Estatuto de Roma.
Ni Irán, ni Siria ni ninguno de los otros países mencionados anteriormente están aterrorizando a los Estados que firmaron el Estatuto de Roma. Están aterrorizando a su propia gente, que vive en Estados que no adhirieron al estatuto, por lo que, lamentablemente, Corea del Norte, Zimbabwe, etc son libres de acosar a sus ciudadanos tanto como quieran y quedarán fuera del ámbito de la CPI. En algunos casos, como las acciones de Arabia Saudí e Irán en Yemen, la persecución se lleva a cabo en un Estado extranjero, pero ese Estado tampoco le concedió jurisdicción a La Haya, por lo que el tribunal no puede hacer nada. Una excepción es si un país fue remitido a la Corte por el Consejo de Seguridad de la ONU, como lo fue Sudán por cometer el genocidio en la región de Darfur, que la CPI está investigando a pesar de que ese país no firmó el Estatuto de Roma. El tribunal fue creado por acuerdo internacional y esta fue la limitación que se le impuso.
Israel tampoco adhirió al Estatuto de Roma, pero la diferencia en este caso es que Palestina sí. Palestina —reconocida por la Asamblea General de la ONU como Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza— es el territorio donde se produce la persecución de Israel. Fue el gobierno de Palestina, la Autoridad Palestina, quien pidió a la CPI que investigara a Israel por crímenes de guerra.
Es por eso que el tribunal está investigando a Israel, pero no a Irán, Siria y tantos otros malhechores estatales. El último argumento israelí contra una investigación por crímenes de guerra es, por supuesto, que no está cometiendo ningún crimen de guerra contra los palestinos. Todo lo que Israel está haciendo, dijo Netanyahu, es “defenderse de los terroristas que asesinan a sus niños y lanzan cohetes a sus ciudades”.
Veamos. La Haya define los crímenes de guerra principalmente como “infracciones graves” de los Convenios de Ginebra, que son:
“i) homicidio intencional; ii) tortura o tratos inhumanos, incluidos los experimentos biológicos; iii) causar intencionalmente grandes sufrimientos o lesiones graves al cuerpo o la salud; iv) destrucción y apropiación extensiva de bienes, no justificada por necesidad militar y llevada a cabo de manera ilícita y arbitraria; v) obligar a un prisionero de guerra u otra persona protegida (civil) a servir en las fuerzas de una potencia hostil; vi) privar intencionalmente a un prisionero de guerra u otra persona protegida (civil) del derecho a un juicio justo y regular; vii) deportación o traslado ilegal o confinamiento ilegal; vii) toma de rehenes”.
Bajo el título de crímenes de guerra, la CPI enumera también a las “violaciones graves de las leyes y costumbres aplicables en los conflictos armados internacionales”. Que incluyen: “La transferencia, directa o indirectamente, por parte de la Potencia ocupante de partes de su propia población civil al territorio que ocupa (…)”. Suena a asentamientos en Cisjordania, ¿no es así?
Entonces, si se descartan los (ii) experimentos biológicos y (v) el reclutamiento forzoso bajo “graves violaciones de las Convenciones de Ginebra”, ¿es realmente tan indignante investigar a Israel por crímenes de guerra contra los palestinos? En cierto modo, parece injusto porque delincuentes mucho peores están libres de ser juzgados en los tribunales de crímenes de guerra, simplemente porque cometen sus crímenes en lugares que están fuera de su alcance.
Pero el hecho de que la CPI, sin tener la culpa, no pueda perseguir a todos los criminales de guerra del mundo, ni siquiera necesariamente a los peores, ¿significa que debería tirar la toalla incluso con los que sí puede investigar? Además de Israel, el tribunal está investigando ahora a Congo, Uganda, Sudán, República Centroafricana, Kenia, Libia, Costa de Marfil, Malí, Georgia, Burundi, Bangladesh, Myanmar y Afganistán. ¿Debería abandonar esos casos porque puede haber criminales de guerra comparables o incluso peores en Siria, Nigeria, Eritrea, China u otros países que están fuera del alcance de La Haya? Dado que no está permitido llevar ante la justicia a todos los criminales de guerra, ¿debería la CPI aceptar que todos patinen?
Y aunque no es justo que se investigue a Israel —y no sólo a Israel— mientras regímenes peores quedan impunes, en un sentido más amplio, una investigación de la CPI sobre las acciones de este país contra los palestinos es un ejemplo de justicia largamente esperada, de nivelar el terreno de juego hasta cierto punto. ¿Por qué? Porque si bien Israel no es de ninguna manera el peor malhechor del mundo, definitivamente es el más generosamente consentido del mundo.
Netanyahu se queja de que la CPI no investiga a Siria e Irán, pero ¿le gustaría que el mundo tratara a Israel como trata a esos países? Israel recibe 3.800 millones de dólares al año y protección política ilimitada de la potencia número uno del mundo, incluidas las leyes contra el boicot, la desinversión y las sanciones (BDS, por su sigla en inglés); tiene acuerdos de libre comercio con Europa y se respetan sus fronteras. Irán y Siria son Estados parias, económicamente aislados por el mundo, y son bombardeados de vez en cuando por o con el apoyo total de la potencia número uno del mundo.
Estados Unidos impone sanciones a 24 países, la UE a 31, y no sólo a las dictaduras africanas y asiáticas, sino a Bielorrusia, Bosnia y Herzegovina, Moldavia, Montenegro, Nicaragua, Rusia, Serbia y Venezuela. Lo más parecido a una ‘sanción’ occidental contra Israel es el requisito de la UE de etiquetar las exportaciones realizadas en los asentamientos, que de todos modos no se aplica.
Rusia perdió cientos de miles de millones de dólares debido a las sanciones occidentales desde que anexó Crimea, que solía pertenecer a Rusia y fue una medida popular, al menos al principio, entre las masas de Crimea. Israel impuso una dictadura militar colonial en Palestina en 1967, que se expande constantemente en Cisjordania mientras se ‘reduce’ a un sitio en Gaza, destruyó cualquier esperanza palestina realista de libertad e independencia, y las ventajas pro-Israel de Occidente siguen llegando.
¿Es justo que la Corte Penal Internacional esté investigando a Israel por crímenes de guerra? En el estricto sentido legal, sí. En el sentido moral más amplio, es más que justo.
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Larry Derfner es un colaborador de Haaretz y autor del libro “No es país para los liberales judíos”. Trabajo para el Jerusalem Post como corresponsal en Israel para EE.UU y escribió artículos para el Sunday Times.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mondoweiss el 4 de marzo de 2021.