Por Farnaz Seifi para Middle East Institute (MEI)
Durante muchas décadas, Irán y Arabia Saudí fueron rivales acérrimos, pero no por las mujeres. Si hubo una competencia, fue sólo entre los gobiernos por quién podía imponer más limitaciones a su población femenina.
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Sin embargo, esto cambió en septiembre de 2017, cuando el nuevo monarca saudí, el Rey Salman, otorgó a las mujeres el derecho a conducir por decreto real, una medida que entró en vigencia en junio siguiente. Desde entonces, el reino continúa con sus reformas sociales de arriba hacia abajo, un proceso impulsado por el príncipe heredero Mohammed bin Salman. Ahora se permite a las mujeres actuar ocasionalmente en conciertos. Pueden tener pasaportes, viajar y comenzar sus propios negocios, todo sin el permiso de un tutor masculino. En el último fallo anunciado en febrero, las mujeres pueden también unirse al ejército. Mientras tanto, el gobierno iraní sigue prohibiendo a las mujeres cantar en público, asistir a partidos deportivos en estadios o andar en bicicleta. Recientemente, el líder supremo iraní, el ayatolá Ali Khamenei, incluso declaró que todos los personajes femeninos en las caricaturas deben aparecer con hiyab.
El discurso mediático
Los medios de comunicación en idioma persa cercanos al régimen saudí, destacan regularmente el progreso del reino en dar a las mujeres más libertad para la audiencia iraní. Esto incluye la noticia de la cantante de pop iraní con sede en California, Leila Forouhar, actuando en el Festival de Invierno Tantora 2020, un evento que un medio de comunicación se esforzó en señalar que tuvo lugar “sin ninguna restricción en los códigos de vestimenta de las mujeres”. Entre los iraníes, sin embargo, hubo diferentes reacciones a esta ofensiva de encanto saudí, moldeada por una combinación de narrativas binarias nacionalistas y religiosas de persa contra árabe y chiíta contra sunita.
Por ejemplo, después del anuncio de que las mujeres saudíes serían libres de conducir, la agencia de noticias reformista iraní (ISNA, por su sigla en inglés) publicó cínicamente un artículo de opinión titulado “Las mujeres saudíes pueden conducir, pero no pueden tener nombres”, en referencia a la tradición social según la cuál llamar a las mujeres por su nombre en público se considera indecente. Además de los mensajes de alegría y felicitación, muchos usuarios de las redes sociales iraníes comenzaron a publicar imágenes de licencias de conducir antiguas para dar a entender que las mujeres iraníes conducen desde 1940. Irónicamente, incluso después de que se estableció la República Islámica, la primera licencia de conducir se emitió a una mujer con dos símbolos incongruentes del antiguo y del nuevo régimen. Su apellido era ‘Hezbollah-i’, pero su foto era sin hiyab, con su cabello en un peinado popular de finales de la década de 1970.
Sin embargo, cuando las discusiones en Irán se tornan hacia el interior y apuntan al gobierno iraní, la respuesta es bastante diferente. Por ejemplo, el periódico reformista Hamdeli, refiriéndose a la noticia de que la música de Umm Kulthum volvería a sonar en la televisión saudí, escribió: “Parece que ya no tenemos un país con el que compararnos en lo que respecta a la desigualdad y la discriminación contra las mujeres; ¡ni siquiera Arabia Saudí! ” Este punto fue reiterado por Shahla Lahiji, la primera editora iraní.
Enfrentando problemas comunes
Irán y Arabia Saudí tienen diferentes tejidos sociales, diferentes trayectorias históricas y diferentes prácticas culturales. Pero, de forma abstracta, que se refleja en los índices globales, las condiciones de las mujeres en ambos países son igualmente terribles.
Ambos países se encuentran en la parte inferior del Índice Global de Brecha de Género. En 2020, entre 153 países, Irán ocupó el puesto 148, mientras que Arabia Saudí ocupó el puesto 146. En 2016, antes de que comenzaran las reformas saudíes, ese país ocupó el puesto 151 e Irán el 149. El Índice de Mujeres, Paz y Seguridad refleja una situación similar: Irán ocupa el lugar 118 y Arabia Saudí el 120.
Mientras tanto, las mujeres de ambos países están tratando de superar las limitaciones políticas y sociales. Hace dos décadas, las mujeres constituían aproximadamente el 60% de los estudiantes universitarios iraníes, mientras que actualmente este número disminuyó a menos del 50%. Hace una década, las mujeres saudíes representaban el 58% de los estudiantes universitarios, mientras que la cifra actual es del 55,8%. En ambos países, sin embargo, las mujeres enfrentan discriminación de género si eligen carreras que se consideran aptas solo para hombres. Además, sus estructuras económicas no permiten que muchas mujeres educadas se unan a la fuerza laboral. Según los últimos datos del Banco Mundial, las mujeres representan solo el 15,8% de la población activa en Arabia Saudí y el 19,5% en Irán.
Ambos Estados también exhiben el mismo comportamiento político al tratar con activistas por los derechos de las mujeres. Loujain Al Hathloul —una de las activistas más expresivas en la lucha por el derecho de las mujeres a conducir en Arabia Saudí— fue puesta en libertad condicional después de pasar 1.001 días en prisión, en medio de una presión internacional generalizada sobre el gobierno. Todavía hay varias defensoras en la prisión saudí. En Irán, recientemente se aprobaron sentencias de cárcel para dos feministas que intentaban educar a las mujeres sobre cómo reclamar sus derechos legales existentes en los contratos matrimoniales. Los dos países incluso utilizan la misma retórica cuando se trata de acusar a estas activistas. Durante años, el gobierno iraní acusó a las activistas por los derechos de las mujeres de conspirar con ‘enemigos extranjeros’. La acusación saudí también afirmó que las activistas por los derechos de las mujeres estaban ‘ejecutando una agenda extranjera’ y los medios saudíes llegaron a llamarlas ‘parte de una célula terrorista iraní que fue entrenada para atacar el reino’.
Los medios de comunicación de línea dura de la República Islámica a menudo cubren las noticias de las violaciones de los derechos humanos y la represión de los movimientos sociales en Occidente con considerable detalle, pero el arresto y la tortura de las activistas sauditas apenas se cubren. Quizás esto se deba a que saben muy bien que las gallinas eventualmente regresan a casa para dormir.
El feminismo en Irán históricamente pasó por alto la lucha de las mujeres en la región del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), particularmente en Arabia Saudí. Receptivo al discurso orientalista occidental, a menudo se asumía que la sociedad saudí no podía generar ningún tipo de movimiento feminista vibrante y duradero. El reino fue sólo usado como un tropo para explicar la forma en que la República Islámica trata a las mujeres, o como una advertencia de cuánto pueden empeorar las cosas. Por ejemplo, en 2012, cuando los partidarios de la línea dura en el Parlamento de Irán —el Majlis— redactaron un proyecto de ley para evitar que las mujeres menores de 40 años abandonaran el país sin el permiso de un tutor masculino, Elaheh Koulaei, un ex diputado reformista, dijo en oposición que querían “aplicar el estilo de vida de Arabia Saudí para las mujeres en Irán”.
Cambiando actitudes
Sin embargo, esta actitud está cambiando dados los recientes avances en las libertades sociales en el reino y, al mismo tiempo, el enjuiciamiento de las activistas feministas saudíes. Las feministas iraníes se están interesando más en monitorear los desarrollos en de ese país.
Muchas activistas por los derechos de las mujeres iraníes son conscientes de no caer en la trampa del sufrimiento comparativo. Las editoras de Bidarzani —una plataforma feminista en línea iraní— me dijeron que la agenda política de ambos Estados es, obsesionar a su gente con discutir sobre qué país es el peor en lo que respecta a la condición de las mujeres: “Los gobiernos usan tales criterios para su batalla por el poder, pero no puede representar la imagen real de nuestras sociedades”.
Sin embargo, las editoras de Bidarzani son muy escépticas sobre las reformas de arriba hacia abajo que están teniendo lugar en el reino: “Es muy obvio que estas reformas no son más que un escaparate” cuando se yuxtaponen con “el estado de las activistas por los derechos de las mujeres encarceladas, algunas de las cuales soportaron torturas físicas y sexuales “. Las editoras de Digari —una plataforma colectiva en línea dirigida por un grupo de activistas por los derechos de las mujeres en Irán que se centra en la discriminación contra las mujeres de minorías étnicas y religiosas, así como contra las inmigrantes— expresaron que las mujeres en su país experimentaron este tipo de ‘reformas de arriba hacia abajo’ varias veces, hace décadas. Hicieron referencia al autócrata iraní, Reza Shah, quien en 1936, como parte de su proyecto de modernización, emitió un decreto que prohibió a las mujeres usar hiyab. “Una orden real no puede cambiar las mentes de los hombres saudíes en casa”, explicaron las editoras y agregaron: “La orden puede revertirse tan fácilmente como se decretó”.
Barreras para la comunicación
Aunque las activistas por los derechos de las mujeres en ambos países vivieron bajo regímenes religiosos autoritarios, rara vez establecieron relaciones orgánicas. Dejando a un lado las barreras lingüísticas, los clichés prevalecientes constantemente reproducidos por ambos Estados, promueven una imagen distorsionada de las mujeres iraníes y saudíes como la “Otra” definitiva, lo que contribuye a la falta de interés en conocerse verdaderamente.
Pero es el entorno altamente securitizado en los dos países y la precaria condición de las activistas por los derechos de las mujeres bajo vigilancia estatal, lo que les impide comunicarse. Una joven feminista iraní me dijo que una vez conoció a una feminista saudí en una conferencia internacional e intercambió correos electrónicos para mantenerse en contacto, pero que, por temor al ojo vigilante del Gran Hermano, escondió la dirección de correo electrónico en un lugar tan oscuro que ya no podía recordar dónde estaba. Las editoras de Digari agregaron que están muy preocupadas por las activistas saudíes: “Debido a su actitud hacia Irán, los gobiernos occidentales a menudo hacen más ruido sobre la opresión de las activistas por los derechos de las mujeres, pero nunca hicieron lo mismo respecto de Arabia Saudí. Esto aumenta nuestra preocupación por la seguridad de las activistas feministas saudíes”.
Las mujeres iraníes y saudíes también tienen otra cosa en común: los principales medios de comunicación de occidente, que continúan perpetuando los estereotipos que a menudo las retratan como mujeres sin capacidad de acción. Sin embargo, sería un grave error que las mujeres de ambos países se percibieran también de la misma manera.
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Farnaz Seifi es una ensayista y consultora independiente que ha trabajado en la coyuntura de género y medios con varias organizaciones internacionales y partes interesadas en Irán, Europa y Estados Unidos. También es becaria no residente del programa Irán de MEI.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MEI el 8 de marzo de 2021.