Por Samir Bennis para The New Arab
Los enclaves de Ceuta y Melilla volvieron a colocarse en el centro del debate político en España. En diciembre, el Jefe de Gobierno de Marruecos, Saad Eddine Othmani, afirmó al canal de noticias saudí Al Sharq que los enclaves españoles son marroquíes e instó al Gobierno de España a abrir negociaciones sobre su futuro. El comentario provocó un frenesí entre varios comentaristas del país europeo.
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Sin embargo, la declaración de Othmani no buscaba tanto poner a Ceuta y Melilla en un primer plano, sino más bien transmitir el descontento de Marruecos por la reacción tibia y casi hostil de España al reconocimiento del Expresidente Trump de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental.
La canciller española Arancha González Laya aseveró que la decisión tomó por sorpresa a su Gobierno y agregó que ningún país, por poderoso que sea, puede imponer una solución que no cuente con un consenso global. Además, según los informes, el Gobierno español se puso en contacto con el equipo de Biden para convencerlo de que revoque la decisión de Trump.
Este brote se produce después de los tuits a mediados de noviembre de Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos de España y segundo vicepresidente del Gobierno, en los que instó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a celebrar un referéndum de autodeterminación.
Como era de esperar, estos movimientos no le sentaron bien a Rabat, que se apresuró a transmitir su disgusto a Madrid al cancelar la Reunión de Alto Nivel que debía tener lugar el 17 de diciembre.
Deshaciendo los comentarios de Othmani
En lugar de digerir el mensaje y cuestionar si el enfoque de España se alinea con sus intereses en la región, los medios españoles estallaron e instaron a su Gobierno a mostrar determinación en la defensa de su soberanía sobre Ceuta y Melilla.
Los comentarios españoles tienden a negar la existencia misma de una disputa territorial entre Marruecos y España, y los funcionarios e intelectuales vienen presentando este argumento desde hace más de medio siglo. Siempre que Marruecos pidió un diálogo abierto sobre el futuro de los enclaves, los funcionarios españoles rechazaron rotundamente las solicitudes.
Gibraltar: un paralelo hipócrita
Lo más importante es que existe un evidente paralelismo entre estos dos enclaves y Gibraltar, comenzando por la similitud de la situación geográfica. Los tres enclaves están ubicados en el territorio natural de un Estado extranjero. Por tanto, constituyen una ruptura y un obstáculo a la continuidad e integridad territorial del país donde se ubican.
Además, en ambos casos, España y Reino Unido se plantearon reiteradamente abandonar sus respectivos enclaves o intercambiarlos. Por ejemplo, en 1811 el Consejo de Regentes afirmó que Ceuta y Melilla no eran españolas y propuso devolverlos a Marruecos. Hasta la década de 1920, España consideró intercambiar Ceuta con Gibraltar, pero su intento fracasó.
Finalmente, los tres enclaves prosperaron gracias al contrabando y dependen económicamente de su hinterland. La decisión unilateral de Marruecos de cerrar sus fronteras con Ceuta y Melilla y acabar con el contrabando provocó una recesión económica sin precedentes en ambos enclaves. Aún así, las principales fuentes de agua que abastecen a Ceuta y Melilla se encuentran en el lado marroquí de la frontera.
Es incongruente e hipócrita que España continúe reclamando Gibraltar mientras desestima los reclamos de Marruecos sobre Ceuta y Melilla, e incluso niega la existencia de una disputa entre ambos países por ellas. No importa cuánto intenten los intelectuales, políticos y formadores de opinión españoles negar los hechos históricos obvios que apoyan la posición de Marruecos, no pueden ser descartados.
La narrativa contra la historia
Para desestimar los reclamos territoriales de Marruecos, los funcionarios e intelectuales españoles argumentan que Ceuta y Melilla siempre pertenecieron a España, y que son tan españolas como Madrid y otras ciudades del continente. Llegan incluso a afirmar que los dos enclaves pertenecían a España antes de que Marruecos se estableciera como un Estado independiente. Lo más importante, según el argumento español, es que Ceuta y Melilla no están en la lista de territorios no autónomos de la ONU.
Pero en la defensa de los españoles de la soberanía de su país sobre los enclaves pasan por alto una serie de hechos históricos clave: Ceuta y Melilla no eran tan españolas como Madrid o Granada, ni siempre fueron consideradas como españolas. Por ejemplo, en el siglo XVII España no consideraba españoles a los habitantes de Ceuta. Se les permitió obtener la ciudadanía española solo una vez que abandonaron la ciudad y se mudaran a la península.
Durante el protectorado de España en el norte y el sur de Marruecos, Ceuta y Melilla dependieron administrativamente del Alto Directorio de España en Marruecos. Según un decreto de 1935, los españoles necesitaban un pasaporte para visitarlos. En diciembre de 1955, el General Franco dictó una ley que, por primera vez, designó a Ceuta y Melilla como zonas de plena e inalienable soberanía española. Pero Ceuta y Melilla fueron gobernadas hasta 1983 por militares, a diferencia de otras ciudades españolas.
La injusticia que supusieron los tratados que España impuso a Marruecos para afirmar su control sobre los dos enclaves es otro factor que debilita el argumento de que siempre fueron españolas. Máximo Cajal y Alfonso de la Serna, dos ex diplomáticos españoles, dijeron que los tratados que España utiliza para afirmar su soberanía no tienen valor legal ni moral, ya que fueron firmados bajo coacción y en un momento en que Marruecos se encontraba en una posición débil.
Los hechos desmienten la afirmación infundada de que estos enclaves siempre pertenecieron a España. Marruecos tiene una serie de argumentos sólidos que podría utilizar si fuera realmente inflexible sobre el fin de la ocupación española de Ceuta y Melilla.
Equilibrio de prioridades
Sin embargo, estas ciudades tienen una importancia mínima en comparación con el Sáhara Occidental, la prioridad diplomática de Marruecos durante las últimas seis décadas. De ahí su decisión desde 2006 de archivar temporalmente sus pretensiones territoriales sobre ellos. Rabat y Madrid acordaron tácitamente centrarse en fortalecer su economía y seguridad y dejar de lado todos los temas conflictivos. Esta estrategia tuvo un gran éxito: empujó a España a adoptar una posición de neutralidad positiva sobre el Sáhara Occidental.
Sin embargo, la respuesta visiblemente hostil y anacrónica de España a la medida de Trump rompió con este acuerdo tácito. El debate que los comentarios de Othmani provocaron en España muestra que la mayoría de los comentaristas todavía ven a Marruecos desde el mismo paradigma obsoleto que lo retrata como una amenaza existencial para España. No obstante, tienen poco conocimiento de las intenciones de Marruecos y del tipo de relaciones que busca establecer con España.
Los medios de comunicación y las usinas de pensamiento españoles deben abrirse a las voces marroquíes que aclaren que Marruecos busca trabajar de la mano con España para construir una zona de prosperidad común e integración económica, donde Ceuta y Melilla tendrán un papel que jugar.
Pero esto no puede suceder hasta que España admita que llegará el momento de discutir el futuro de los dos enclaves de la misma manera que España y Reino Unido discuten el futuro de Gibraltar.
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Samir Bennis es Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Provence, co-fundador y director ejecutivo de Morocco World News, y asesor diplomático.
N.d.T: El artículo original fue publicado por The New Arab el 26 de enero de 2021.