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El Interprete Digital

La prohibición para cubrirse el rostro en Suiza deja en evidencia a la derecha

Por Malia Bouattia para The New Arab

Mujer vistiendo una burka en la playa. [Greg Jordan/Creative Commons]

A las mujeres musulmanas en Suiza se les recordó recientemente que, una vez más, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer no sería para ellas: los ciudadanos suizos aprobaron la prohibición de cubrirse el rostro de forma completa en lugares públicos. En otras palabras, prohibieron la burka.

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La propuesta fue sancionada en un referéndum suizo el domingo 7 de marzo, con un 51,21%, lo que equivale a unas 1.426.992 personas. Suiza se unió a la creciente lista de países europeos que adoptaron una prohibición total o parcial del velo facial. Entre ellos se encuentran Bélgica, Italia, Bulgaria, Noruega, Países Bajos, España, Suecia, Dinamarca, mientras que en las vecinas Francia y Austria dichas leyes ya están vigentes.

Es increíble pensar que se está prestando tanta atención política a un marcador religioso que llevan unas 30 mujeres en un país de 8,6 millones de habitantes. Como muchas mujeres musulmanas en todo el mundo son muy conscientes, esto no se trata, por supuesto, de los impactos del velo facial en las sociedades que las prohíben, sino más bien de un giro más amplio hacia la derecha y una criminalización de los musulmanes en todos los ámbitos.

Walter Wobmann, Presidente del comité de referéndum y miembro del Parlamento por el Partido Popular Suizo, afirmó que “en Suiza, nuestra tradición es que muestres la cara. Esto es un signo de nuestras libertades más básicas”. Con estas palabras destacó, a la pasada, que existe una distinción entre las libertades de aquellas personas que considera que componen el país y las tradiciones que deben defenderse, y los musulmanes, que claramente no lo hacen.

Es fácil apuntar a unas pocas decenas de mujeres que ya fueron silenciadas y demonizadas a través de la llamada Guerra contra el Terrorismo, y que enfrentan niveles desproporcionados de discriminación en la sociedad. Y, sin embargo, cada vez más, los partidos políticos y los líderes piensan que es una forma conveniente de desviar la atención de sus fracasos políticos y conseguir el apoyo de la derecha.

En el mes en que se conmemora la historia de las mujeres, las musulmanas se destacan, pero no en la forma en que los Gobiernos, o las figuras públicas celebran, y no porque sean reconocidas por ser fuertes, valientes o pioneras. Por el contrario, se destacan porque son el grupo de la sociedad que está tan deshumanizado que las leyes y políticas refuerzan su opresión en el lugar de trabajo, en los espacios educativos, en la atención médica, en el gobierno e incluso en sus propios hogares, donde ocupan un lugar central.

¿Quién hubiera pensado que nuestros Gobiernos tenían mejores cosas que hacer durante una mortal pandemia global?

El Consejo Central de Musulmanes en Suiza declaró:  “La decisión de hoy abre viejas heridas, amplía aún más el principio de desigualdad legal y envía una clara señal de exclusión a la minoría musulmana”. El voto suizo —que tuvo lugar en el contexto de un creciente impulso de la extrema derecha que continúa creciendo en todo el continente— muestra que este no es sólo un problema creado por grupos de matones que predican la violencia y el odio en nuestras calles. La opresión de los musulmanes se está consagrando en las leyes del país.

Más aún, los elementos de género en estas políticas y campañas islamófobas, incluida la nueva “ley de separatismo” en Francia, son difíciles de ignorar.

La descripción dominante y contradictoria que pesa sobre las mujeres musulmanas es que son tanto víctimas como perpetradoras de violencia: las musulmanas no tienen agencia porque los musulmanes no-blancos supuestamente reprimen a sus mujeres y las convierten en objetos sumisos. Al mismo tiempo, cuando ellas mismas se oponen a tales tipologías, se las ignora al suponer que son demasiado incultas o sin una mente lo suficientemente abierta como para buscar conscientemente sus derechos y libertades. Por lo tanto, el Estado debe —como dice la vieja misión colonial— intervenir y ‘salvarla’.

Paralelamente, sus supuestos puntos de vista religiosos conservadores, si bien se ven como el resultado de un patriarcado musulmán que les lavó el cerebro, las convierten en una peligrosa fuerza para sus propios hijos, que son potencialmente radicalizados en el hogar. Este patrón, común a todas las naciones que participan en la Guerra contra el Terrorismo, s6lo refuerza que nuestra resistencia también debe ser global. Los musulmanes, así como todos aquellos que están preocupados por la normalización e institucionalización de la islamofobia, deberían tender puentes a nivel internacional para aprender unos de otros, desarrollar respuestas comunes y compartir campañas en pos de las libertades más básicas.

Esto es especialmente importante si se tienen en cuenta los vínculos que existen en poner como objetivo a los musulmanes, a través de medidas contra el extremismo, y la restricción de las libertades civiles de todos. La prohibición en Suiza incluso incluye pañuelos y pasamontañas en lugares públicos, aunque existen excepciones para actividades consideradas suficientemente suizas, como el esquí y el carnaval. Esto no es aleatorio: los manifestantes de movimientos como Extinction Rebellion [Rebelión o Extinción] a menudo usan estas formas de cubrirse el rostro durante las protestas y, dada la represión que siguió al considerable impulso ganado por tales movimientos en los últimos años, la intención de su prohibición es clara.

Esto hace que la necesidad de una amplia e inmediata coalición de oposición sea aún más importante. Después de todo, la política no debe aceptarse como definitiva. Mucho menos cuando la mitad de los votantes suizos se opusieron. Eso significa que existen cientos de miles de personas que están en contra de esta práctica racista, cifra que es una base de ciudadanos bastante grande para movilizarse. Es difícil en estos días no sentir que los fascistas, racistas e islamófobos están ganando en todas partes. Eso puede ser cierto por ahora, pero depende de nosotros organizarnos en torno a la convicción de que las cosas se pueden cambiar y transformarse.

La única forma de fortalecer nuestra protección es unir las diferentes luchas que surgen a nuestro alrededor y desarrollar formas colectivas de resistencia y visiones de un mundo diferente y mejor. De esa manera, quizás el año que viene, podremos celebrar verdaderamente nuestros logros colectivos durante el mes de la historia de la mujer.

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Malia Mazia Bouattia es ex Presidenta de la Unión Nacional de Estudiantes (NUS) del Reino Unido, editora de Red Pepper Mag, y contribute a varios medios de comunicación, incluidos The Guardian, Middle East Eye, The New Arab y HuffPost.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 17 de marzo de 2021.