Por Arzobispo Atallah Hanna para Mondoweiss
“La fiesta de todas las fiestas, la temporada de todas las estaciones”
Jerusalén es la ciudad venerada por las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam. Ninguna fe o pueblo tiene el derecho exclusivo de reclamar Jerusalén como exclusivamente suya. Es la Ciudad de la Paz. Pero la paz se le niega al pueblo porque no existe justicia en la ciudad. Por el contrario, existen injusticia y ataques contra los palestinos cristianos y musulmanes con respecto a nuestros lugares sagrados, nuestras propiedades patrimoniales, y nuestra presencia histórica y profundamente arraigada en este lugar sagrado. Nosotros como palestinos pensamos en Jerusalén como nuestra capital. Sin embargo, somos tratados como extraños en la Ciudad Santa, la cuna de los lugares sagrados más importantes del cristianismo.
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La declaración del Presidente Trump de designar a Jerusalén como la capital de Israel, su decisión de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén y el recorte de la asistencia estadounidense a los palestinos sólo expusieron las injustas y arbitrarias medidas tomadas contra nuestro pueblo durante largas décadas, cuyas consecuencias afectan todos los aspectos de nuestra vida diaria. No sabemos si el nuevo Presidente estadounidense revocará estas injustas decisiones, pero esto no pareciera ser muy prometedor. No deberíamos ser demasiado optimistas sobre los drásticos cambios en las posiciones de Estados Unidos bajo la nueva Administración, tanto en relación con Jerusalén, como con la cuestión palestina en general.
Aparte de las cuestiones políticas, declaro desde Jerusalén que durante esta santa temporada de Pascua Jerusalén se convierte en la Ciudad de la Resurrección para los palestinos, nuestro preciado hogar. Ningún lugar en nuestra fe es más prominente o sagrado que la ciudad que abraza la el Santo Sepulcro, la Iglesia del Santo Sepulcro, el lugar mismo de la muerte y resurrección de Jesús. La resurrección de nuestro Señor es un pilar fundamental de nuestra fe. Recordamos cómo nuestro Señor cargó su cruz y caminó hasta el Gólgota, donde fue crucificado y enterrado. Así y todo, nuestro Señor venció a la muerte y se levantó de entre los muertos al tercer día.
Esta es la fiesta que celebramos. En nuestra liturgia, la llamamos “la fiesta de todas las fiestas, el tiempo de todas las estaciones”. En este día glorioso, cuando tiene lugar la celebración cristiana más significativa, nos arrodillamos ante la tumba vacía y saludamos a nuestro Señor que se levantó de entre los muertos. Rezamos a Dios para que la justicia, por tanto tiempo esperada, se imponga en nuestro país, que se imponga la paz que tanto deseamos, y que se destierren todas las injusticias que nuestro pueblo sufrió y sigue sufriendo.
Los palestinos merecen la libertad, merecen la vida. La gran mayoría posee una buena educación, tienen un alto sentido de pertenencia a nuestra patria y siempre fueron verdaderos defensores de nuestra justa causa. Incluso, hicieron grandes sacrificios para promoverla. Por ello, nuestros sacrificios nunca serán en vano, no importa cuánto tiempo lleve.
Nuestro mensaje pascual para los cristianos de nuestro país y para nuestro pueblo en general es el siguiente: no perder nunca la esperanza, independientemente de la gravedad de las penurias, las conspiraciones, las sospechosas maquinaciones y las propuestas vacías que apuntan a liquidar nuestra causa. Nuestro mensaje de Pascua es uno de esperanza en tiempos difíciles, especialmente ahora, bajo las condiciones de pandemia que enfrentamos, a pesar de toda la injusticia, y degradación de la dignidad humana a la que está sometido nuestro pueblo.
Inspirado por la santa fiesta de la resurrección, les digo a los palestinos: “No teman, nunca se rindan y rehúsense a ser forzados a la frustración, la desesperación y la desesperanza. Mantengan su moral alta, su voluntad fuerte y ámense los unos a los otros. Rechacen todas las divisiones y únanse para defender su causa, la causa de todos los hombres y mujeres libres de nuestro mundo”.
Saludo a todos los cristianos que celebran la Pascua diciendo: “Este es el día que hizo el Señor, regocijémonos y alegrémonos en él”.
Que podamos experimentar una resurrección nueva y renovada para esta Tierra Santa y para toda la humanidad. Oremos a Dios para que el mundo entero se una para luchar contra la pandemia y luego continúe unido para enfrentar todas las demás pandemias en nuestro universo, especialmente el racismo, el odio, la injusticia, la ocupación, la opresión y la degradación de la dignidad humana.
Jesús ha resucitado. ¡Él ha resucitado!
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Atallah Hanna es Arzobispo de Sebastia del Patriarcado Griego Ortodoxo de Jerusalén desde 2005 y es coautor de “A moment of truth: A word of faith, hope, and love from the heart of Palestinian suffering” (Un momento de sinceridad: una palabra de fe, esperanza y amor desde el corazón palestino herido).
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mondoweiss el 4 de abril de 2021.