Por Patricia Blessing y Ali Yaycıoğlu para Middle East Research and Information Project (MERIP)
El pasado 24 de julio de 2020, el Gobierno turco abrió Santa Sofía en Estambul a la oración por primera vez en 86 años, acción con la que revirtió el estado del edificio de museo a mezquita. La actual mezquita de Santa Sofía, fue construida entre 534 y 537, y funcionó como una catedral hasta 1453, cuando fue convertida en mezquita por el sultán Mehmed II con la conquista otomana de Constantinopla. Desde ese periodo, siguió cumpliendo las funciones de una mezquita hasta 1934, cuando la naciente República de Turquía declaró el edificio un museo.
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Dada su larga historia, la arquitectura de Santa Sofía presenta una historia variada y diversa, lo que dio lugar a una variedad de interpretaciones diferentes sobre su significado. Algunos investigadores se inclinan a verla principalmente como un monumento bizantino y cristiano. A través de dicha visión, enfatizan sus orígenes y vida hasta 1453, por lo que perciben todos los desarrollos posteriores como irrelevantes para su historia arquitectónica y cultural. Por otro lado, aquellos que ven a Santa Sofía, ante todo, como un monumento islámico otomano ponen énfasis en la naturaleza transformadora de la conquista otomana. Ven su pasado bizantino como una prehistoria del edificio que terminó con su transmutación espiritual. Sin embargo, más allá de estas opuestas narrativas, entre su origen versus su conversión, aquellos que abogan por el estatus de museo del edificio, incluida la mayoría de la comunidad académica y del patrimonio cultural, también parecen priorizar el carácter cristiano y los mosaicos del monumento, mientras que sólo abordan superficialmente las capas otomanas del edificio.
Idealmente, los múltiples pasados de Santa Sofía (iglesia, mezquita, museo) deben entenderse como inseparables en una narrativa que abarque toda la historia del edificio y la vida social, espiritual y cultural del edificio en todos los períodos. Para la apreciación de su historia completa también debería realzarse su importante rol dentro de un contexto más amplio de las eras bizantina, latina, otomana y turca moderna. Mirar la situación de Santa Sofía junto con la Mezquita-Catedral de Córdoba en España permite comparar y contrastar diferentes estrategias para gestionar las historias plurales de los monumentos y ver cómo su historia y arquitectura se instrumentalizan para fines nacionales. Ambos edificios sufrieron cambios estructurales y decorativos complejos a lo largo del tiempo, y ambos estuvieron sujetos a métodos decididamente modernos para enmarcar su pasado.
La Mezquita-Catedral de Córdoba
La Gran Mezquita de Córdoba fue construida en cuatro fases entre 786 y 987 por los gobernantes omeyas de Al Ándalus. [1] El edificio fue reconvertido en iglesia en 1236, cuando Fernando III, rey de Castilla y León, conquistó dicha ciudad. Todavía mantiene esta función en la actualidad, pero también es accesible para los turistas entre servicios, además de que hay un pequeño museo y es conocida localmente como la ‘Mezquita’. Cuando los cristianos convirtieron la mezquita en una iglesia, inicialmente se hicieron pocos cambios. [2] La primera intervención arquitectónica importante se produjo alrededor de 1500 con la adición de una catedral en el centro de una sala de oración, lo que cambió la orientación del edificio a la alineación este-oeste deseada para las iglesias. Desde el exterior, este cambio sólo es visible en fotografías aéreas y desde lugares elevados. En el interior, la disrupción es de diferente naturaleza. Hay algunos ángulos en los que el espectador no puede ver la iglesia incorporada, por lo que puede disfrutar de una vista ininterrumpida de los arcos de la mezquita. Sin embargo, al entrar en la sección de la iglesia, la mezquita desaparece por completo de la vista y la iglesia domina el espacio.
¿Cómo se presenta a los visitantes la historia en sus diferentes capas de este edificio? El folleto disponible en el sitio en 2014 y 2015, así como en el sitio web oficial, promocionan una narrativa centrada en el cristianismo. Creado por el Cabildo de la Catedral, la autoridad de la iglesia local que administra el edificio, el folleto estaba disponible en varios idiomas (incluido el árabe). Allí se afirma que una iglesia visigoda fue destruida para la construcción de la mezquita. [3] Sin embargo, esa afirmación no se basa en ninguna evidencia científica. Las excavaciones realizadas en la década de 1930 no encontraron evidencia de una iglesia, sólo de edificios residenciales tardorromanos, resultados que fueron confirmados por estudios arqueológicos adicionales en la década de 1990 y en 2017. [4]
A pesar de la evidencia científica, el sitio web de la catedral y una placa en el lugar junto a una ventana en el piso que ofrece una vista de las reliquias romanas debajo de ella, promueven la idea de que la Basílica de San Vicente se encontraba allí. El rol del sitio como iglesia, hasta ahora ficticio en el pasado anterior al siglo VIII y actual desde el siglo XIII hasta la actualidad, ocupa un lugar central. Este énfasis en su función actual como iglesia también se refleja en el hecho de que en 2006 la Iglesia Católica registró el edificio como propiedad suya. De hecho, no prosiguió con una propuesta creada en la década de 1950 por el arquitecto Rafael Castejón para transformar el monumento en museo. Asimismo, las solicitudes de las comunidades musulmanas españolas de que se celebren oraciones de vez en cuando en el lugar fueron rechazadas y los guardias de seguridad reciben instrucciones para evitar que los visitantes musulmanes recen en el lugar.
Así, los folletos continúan describiendo la construcción de la mezquita como consecuencia de la ‘invasión islámica’ de Córdoba. La noción de que la cultura de Al Ándalus fue el resultado de la invasión islámica de España es uno de los temas más persistentes del nacional catolicismo. [5] El folleto también describe la toma de posesión cristiana del siglo XIII, donde se enfatiza el papel de la Iglesia en la protección del edificio. Esta narrativa, sin embargo, allana la complejidad de la historia del edificio en la que “monarcas y clérigos, cristianos y musulmanes por igual, fueron agentes protectores, destructivos y transformadores”. [6] A diferencia de Santa Sofía, la Mezquita-Catedral de Córdoba nunca se secularizó. Utilizada como mezquita desde su fundación en 786 hasta 1236, el edificio sirve como iglesia desde entonces. Además, ninguno de los muebles originales de la mezquita sobrevivió, y los mobiliarios más antiguos del espacio son ahora altares, retablos y crucifijos agregados desde el siglo XIII. Por lo tanto, si bien la estructura en sí es un monumento híbrido en el que sobreviven las estructuras construidas por musulmanes y por cristianos, su existencia como mezquita es difícil de imaginar.
La política del cambiante estatus de Santa Sofía
¿Qué pasó con las múltiples vidas de Santa Sofía? Con el tiempo, el mihrab (nicho que indica la dirección de La Meca), el minbar (púlpito desde el que se dan los sermones), cuatro minaretes y varios mausoleos se agregaron a la estructura y sus alrededores. En su interior, muchos mosaicos permanecieron visibles hasta el siglo XVII, y algunos todavía estaban a la vista de sus visitantes a principios del siglo XVIII. Investigadores analizaron cuidadosamente la cronología de estos cambios, incluida la restauración de los mosaicos por los hermanos Fossati en 1847, tras lo cual fueron cubiertos una vez más. [7]
Cuando el edificio se transformó de mezquita en museo en 1934, las alfombras se quitaron y los mosaicos fueron descubiertos y restaurados por el Instituto Bizantino, dirigido por Thomas Whittemore. A excepción de las alfombras, todos los muebles y adornos de la mezquita permanecieron en su lugar. Surgió un espacio que era visualmente, si no funcionalmente, tanto una mezquita como una iglesia, pero que tampoco representaba completamente la vida de Santa Sofía, ni en el período bizantino ni en el otomano. El ambiente político en Turquía en dicho periodo fue muy sensible al estatus secular del edificio, y la estructura burocrática del Ministerio de Cultura y Turismo impidieron la realización de eventos que hubieran permitido a la gente apreciar sus diversas funciones. Los conciertos, servicios religiosos y las oraciones de cualquier religión fueron igualmente prohibidos.
Sin embargo, la decisión de cambiar a Santa Sofía de museo a mezquita no fue una sorpresa total. En la década de 1930, varios grupos habían criticado el proceso de convertir la estructura en un museo con el argumento de que se perdería su inicial función espiritual. A principios de la década de 1950, Santa Sofía se convirtió en un símbolo para los intelectuales y grupos políticos de derecha en Turquía, desde grupos islamistas hasta conservadores y desde los enamorados del pasado otomano hasta los nacionalistas turcos. Es decir, diferentes sectores atacaron la decisión de 1934 por diferentes razones: algunos argumentaron que era parte de las políticas autocráticas desde la cúspide del poder del temprano régimen republicano, que carecía de consultas democráticas y que dañaba los sentimientos de los musulmanes devotos. Otros criticaron la decisión argumentando que era una concesión a Occidente por parte de una élite secular autocolonizada que ignoraba el profundo significado espiritual e histórico de Santa Sofía. También estaban quienes vieron la conversión a un museo como un intento de resucitar a Bizancio en Estambul, un tema que surgió de manera recurrente entre los nacionalistas islámicos, e incluso algunos kemalistas, con fuertes pronunciaciones antigriegas. Estos grupos creían que el cambio en el estatus de Santa Sofía la alejaba de su significado histórico y espiritual como un ícono de la conquista otomana de Constantinopla, hecho que había resultado en el renacimiento del edificio como uno de los monumentos más sagrados del islam. Evidentemente, los políticos de la ala más de derecha en Turquía presentaron la transformación del monumento en un museo no solo como un símbolo de una clase social educada secular y condescendiente, sino también como un intento de revivir la prehistoria cristiana del edificio. [8]
Por lo tanto, la reconversión de Santa Sofía en mezquita estuvo durante mucho tiempo en la agenda política de los nacionalistas conservadores, románticos otomanos e islamistas. Pero incluso el Gobierno conservador-islamista del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), en el poder desde 2002 bajo el liderazgo del Presidente Recep Tayyip Erdogan, dudó en revertir la decisión de 1934. Inicialmente, el Presidente Erdogan quiso evitar conflictos con varios grupos seculares y declaró que cambiar el estatus museístico de Santa Sofía podría causar reacciones violentas contra la construcción de mezquitas en las comunidades musulmanas europeas. Solamente en los últimos cinco años, cuando Erdogan y el AKP debieron afrontar severas crisis políticas, económicas, diplomáticas y un claro apoyo popular en declive, se adoptó cada vez más un discurso nacionalista con tonos más agresivos y con cuantiosos acentos neootomanistas. Sin embargo, el neootomanismo tampoco es un fenómeno nuevo: el gobierno del AKP siempre glorificó el pasado otomano. A principios de la década de 2000, el AKP y el Presidente Erdogan enfatizaron la tolerancia otomana, la coexistencia etno-religiosa y el cosmopolitismo, a menudo esgrimiendo burdas simplificaciones o exageraciones. Desde 2016, especialmente con la alianza entre el AKP y el Partido del Movimiento Nacionalista, el pasado otomano se asoció con la conquista militar más que con la tolerancia y —sin remordimientos— con una supremacía musulmana-turca en lugar del cosmopolitismo del Imperio Otomano.
La decisión de julio de 2020 se tomó en estas circunstancias. En lugar de emitir un decreto presidencial, el Consejo de Estado canceló la decisión de 1934 al alegar que violaba la ley waqf, o de donaciones islámicas [N.d.T.: la palabra árabe waqf es una donación religiosa inalienable en el islam, típicamente un edificio o predios]. Para justificar la derogación, el Consejo de Estado se refirió a decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que se referían a confiscaciones ilegítimas de propiedades dentro de los títulos catalogados como waqf. Sin embargo, Rıza Türmen (ex juez del TEDH) e Işıl Kurnaz expresaron claramente que la decisión del Consejo de Estado no puede entenderse a través del lente del derecho privado, como en otros casos de confiscación de waqf. Más bien, el waqf de 1453 establecido para Santa Sofía implicó que fuera categorizada como una fundación imperial que, después del establecimiento de la República Turca, cayó dentro del ámbito del derecho administrativo. En pocas palabras, la decisión de 2020 prioriza el código legal otomano-islámico por sobre la ley administrativa de la República Turca. Aún no está claro si esta decisión tendrá más implicaciones con respecto a la propiedad de otros waqf y otros asuntos legales ligados a este, pero ciertamente genera preocupaciones sobre el futuro de Santa Sofía y otros edificios que solían pertenecer a los waqfs imperiales otomanos. De ahí que las posibles consecuencias legales y administrativas pueden ser de gran alcance. Lo mismo ocurre con el hecho de que la custodia de Santa Sofía se transfirió del Ministerio de Cultura y Turismo al Ministerio de Asuntos Religiosos o Diyanet, en turco. Mientras tanto, en un intento por evitar la polarización del tema, los partidos de oposición no criticaron abiertamente la decisión.
La reapertura de Santa Sofía como mezquita
Existen algunos tempranos indicios de cómo las autoridades de Gobierno pretenden representar a Santa Sofía ante el público turco (y quizás mundial). Se pueden extraer algunas pistas de un análisis del primer sermón del viernes celebrado en Santa Sofía en 86 años, leído por Ali Erbas, máximo representante del Ministerio de Asuntos Religiosos, el 24 de julio de 2020. Erbas, que estaba de pie en el minbar mientras sostenía una espada, pose con la que sugería un acto de conquista, comenzó su sermón con un hadiz:
“En verdad conquistarás Constantinopla. ¡Qué maravilloso líder será él (el conquistador), y qué maravilloso ejército será ese ejército!”
La conquista otomana, continuó Erbas, fue personificada en el acto waqf del conquistador de la ciudad, el sultán Mehmed II, quien estipulaba que Santa Sofía sería una mezquita. Como los actos del waqf se consideran eternos e inmutables según la ley islámica, esta decisión fue, dijo, permanente.
Además, Erbas declaró que al convertirse en mezquita, Santa Sofía volvió a su carácter ‘original’. El funcionario dio a entender que la conversión de Santa Sofía en mezquita fue un cambio ontológico que cambió la esencia del edificio, similar a la conversión religiosa de un ser humano. Como cuando alguien se convierte y renace como musulmán. La vida anterior del converso se vuelve irrelevante y sus pecados desaparecen. La conversión de Santa Sofía es similar desde el punto de vista de Erbas: “El edificio renació en 1453, por lo tanto, su vida anterior a 1453 quedó sin efecto”. En un comunicado de prensa anterior, había expresado su alegría porque Santa Sofía había “vuelto a su esencia”.
Asimismo, Erbas comparó a Santa Sofía con la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén y argumentó que el regreso del monumento arquitectural a su yo real podría dar esperanza a otras edificaciones islámicas sagradas que se encontraban vejadas y capturadas. Sin dar nombres, citó a Necip Fazil Kisakürek (1904-1983), el poeta nacionalista-islamista que fue la figura principal de la causa de Santa Sofía en las décadas de 1960 y 1970: “Santa Sofía es nuestra morada imprescindible, nuestra habitación espiritual… ¡Juventud! No puedo decir que sea hoy o mañana, pero Santa Sofía se (re) abrirá (como mezquita)”.
Según Erbas, la conversión fue un proceso emocional: como museo, Santa Sofía estaba triste y melancólica, despojada de su identidad real, así como de su gente y su congregación. Ahora, Santa Sofía no sólo había vuelto a su identidad real, sino que también se había reunido con su gente. De esta forma, Erbas humanizó el monumento. Su transformación de iglesia a mezquita en 1453 fue una conversión religiosa con fundamento divino y sucedió de acuerdo con los propios deseos de Santa Sofía. En consecuencia, convertir el edificio en un museo en 1934 provocó una profunda desesperación en este monumento inherentemente islámico. Asimismo, el sermón implicó que al convertirse en museo, el edificio fue despojado de su vestimenta islámica (las alfombras) y se sintió no solo triste sino también desnudo y avergonzado. Los mosaicos recién descubiertos, según esta narración, eran restos de una prehistoria que el edificio había olvidado voluntariamente. Al convertirse una vez más en mezquita, el edificio recuperó no sólo su yo real, sino también su apariencia. Erbas concluyó su sermón con un mensaje universal, dijo que las puertas de Santa Sofía están abiertas a todas las personas, independientemente de sus creencias, idioma o etnia.
Oportunidades perdidas
A pesar de la narrativa otomana del sermón de Erbas, las autoridades aún pueden hacer justicia al complejo patrimonio arquitectónico, artístico, histórico y espiritual de Santa Sofía. Pueden agregarse paneles de información o pantallas interactivas que expliquen la compleja historia del sitio o pueden incluirse los paisajes sonoros de Santa Sofía en las audio guías. La preservación de todas las características históricas del sitio, desde los mosaicos hasta minaretes, debe continuar en colaboración con profesionales del patrimonio local e internacional para garantizar la integridad del monumento.
Desafortunadamente, los primeros signos sugieren que desde el punto de vista del Gobierno y el Ministerio de Asuntos Religiosos sólo cuentan las etapas de la historia otomana e islámica de Santa Sofía, mientras que su pasado bizantino y su naturaleza híbrida parecen irrelevantes. No está claro aún si los académicos y conservadores que contribuyeron al mantenimiento del sitio mientras era un museo continuarán en sus puestos o si se incluirán asesores internacionales. Durante la transición, se tomaron ciertas decisiones sobre elementos como el color de las alfombras, la ubicación de los estantes de zapatos, las cortinas que cubren los mosaicos y otras novedades. Asimismo, el Presidente Erdogan donó un panel con inscripciones coránicas que se instaló en una de las paredes del edificio. Sin embargo, no se sabe cómo se tomaron estas decisiones. En un simposio sobre Santa Sofía en el otoño (boreal) de 2020, organizado por el Ministerio de Asuntos Religiosos, se ignoró la historia anterior a 1453 del monumento, excepto en tres ponencias (de 36), una de las cuales se tituló “La destrucción Santa Sofía durante el período bizantino”.
En una señal más del enfoque del Gobierno, la mayoría de los mosaicos se cubrieron con cortinas que no se abren entre las horas de oración como se prometió inicialmente. Asimismo, las galerías están actualmente cerradas por restauración y queda por ver qué pasará con los mosaicos ubicados allí una vez que estos espacios se reabran (si es que lo hacen).
También es incierta la capacidad futura de los académicos para estudiar los mosaicos; ¿será posible abrir las cortinas para las pruebas de investigación, o se esgrimirán las complicaciones prácticas del andamiaje necesario para acceder a ellas, y los consiguientes inconvenientes para los fieles, como razones para no permitir tales visitas? ¿Podrán los académicos que no sean ciudadanos turcos obtener permisos de investigación, dado que normalmente las gestiones eran parte del Ministerio de Cultura y Turismo, que ya no tiene autoridad alguna sobre Santa Sofía?
Se desconocen las respuestas a estas preguntas, pero existen preocupaciones similares en el caso de Kariye Camii (también conocida como Iglesia de Chora) en Estambul, institución que el Gobierno anunció que se convertiría de un museo a una mezquita activa pocas semanas después de Santa Sofía. Abundan, de igual manera, los problemas relacionados con la conservación; ¿qué daños a largo plazo podrían sufrir los mosaicos y las pinturas murales del siglo XIV a causa del sistema de cortinas que se instaló? También se vislumbran visibles consecuencias económicas para el barrio, que está alejado del turismo masivo del área entre el Gran Bazar y Santa Sofía, y que ahora atraerá aún menos turistas.
El acceso para visitantes turcos y visitantes extranjeros varía dependiendo de si un edificio es un museo o una mezquita. Ahora que Santa Sofía es una mezquita en funcionamiento, los tiempos de oración y los requisitos para que las mujeres usen velo restringen el acceso. No obstante, los museos también son espacios restringidos, puesto que se requiere hacer fila para adquirir las entradas y el consiguiente pago. Si bien algunos críticos argumentan que los museos pueden ser símbolos intimidantes de una élite secular y educada, vale la pena señalar que el programa Müzekart permite a los ciudadanos turcos (y a los extranjeros con un permiso de residencia válido) acceder a más de 300 museos y sitios arqueológicos en Turquía y Chipre del Norte por una módica tarifa anual. En cuanto a los museos de Estambul, los dos sitios más populares entre los votantes del AKP son el Palacio de Topkapi y Panorama 1453, un diorama de la conquista otomana de Constantinopla. [10]
En resumen, el enorme aumento de la popularidad de Santa Sofía entre ciertos grupos después de su conversión a mezquita sugiere que qué sitios son visitados y por quién es un reflejo de la polarización política y social de Turquía en la actualidad. El análisis de la presentación y el estatus legal de la Mezquita-Catedral de Córdoba y de Santa Sofía revela cómo las autoridades políticas y religiosas priorizan y exageran ciertas dimensiones históricas y narrativas mientras minimizan u omiten otras. En ambos casos, las autoridades inventaron tradiciones para usar los monumentos en debates, polémicas políticas y religiosas más amplias, y en el proceso limitaron el potencial para que un público más amplio aprecie la riqueza de la totalidad de sus historias y la complejidad de sus múltiples vidas.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Patricia Blessing es profesora asistente de Historia del Arte Islámico en la Universidad de Princeton, y experta en arquitectura otomana del siglo XV, materialidad y textiles de la construcción otomana, e historiografía de la arquitectura islámica.
Ali Yaycıoğlu es historiador del Imperio Otomano y la Turquía Moderna en la Universidad de Stanford. Su investigación se centra en instituciones y prácticas económicas, políticas y legales, así como en la vida social y cultural en el sureste de Europa y Oriente Medio durante el Imperio Otomano.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP el 2 de marzo de 2021.
Referencias
[1] Nouha N. N. Khoury, “The Meaning of the Great Mosque of Córdoba in the Tenth Century,” Muqarnas 13 (1996).
[2] Heather Ecker, “The Great Mosque of Córdoba in the Twelfth and Thirteenth Centuries,” Muqarnas 20 (2003).
[3] Brain Rosa and Jaime Jover-Báez, “Contested Urban Heritage: Discourses of Meaning and Ownership of the Mosque-Cathedral of Córdoba, Spain,” Journal of Urban Cultural Studies 4, 1/2 (2017).
[4] Fernando Arce Sainz, “¿Hubo un precedente cristiano en el origen de la mezquita de Córdoba?” Al-Andalus y la Historia, December 20, 2019.
[5] Alejandro García Sanjuán, “La persistencia del discurso nacionalcatólico sobre el medievo peninsular en la historiografía española actual / The Persistence of National-Catholic Discourse on Medieval Iberia in Current Spanish Historiography,” Historiografías, revista de historia y teoría 12 (July-December 2016).
[6] Ecker, The Great Mosque of Córdoba, p. 115.
[7] Gülru Necipoğlu, “The Life of an Imperial Monument: Hagia Sophia after Byzantium,” in Robert Mark and Ahmet Cakmak, eds.Hagia Sophia: From the Age of Justinian to the Present (London: Cambridge University Press, 1992).
[8] Türk Millyetçileri Derneği İstanbul Şubesi, Ayasofya (Istanbul, April 18, 1952); Fetih ve Ayasofya: Buğun Gazetesinin Müslüman Türk Milletine Armağanı (May 29, 1970); İlker Aytürk, “Nationalism and Islam in Cold War Turkey, 1944–49,” Middle East Studies 50/5 (2014).
[9] Rıza Türmen and Işıl Kurnaz, “Bir Hukuk Bulmacası: Ayasofya Müze mi, Cami mi?” T24, July 18, 2020.
[10] Gönül Bozoğlu, “‘A Great Bliss to Keep the Sensation of Conquest Alive!’ The Emotional Politics of the Panorama 1453 in Istanbul,” in Chiara de Cesari and Ayhan Kaya eds. European Memory of Populism: Representations of Self and Other (New York: Routledge, 2020).