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El Interprete Digital

La protesta de Rasmus Paludan: quemar el Corán no es “libertad de expresión”

Por Rabbi Marc Schneier para Arab News

Rasmus Paludan quemando un Corán. [Tobias Hellsten / Creative Commons]

No sólo los musulmanes deberían sentirse ofendidos. Todos los interesados en el diálogo y la convivencia deberían unirse a la condena de la reciente quema de un Corán por protestantes de derechas en Suecia. 

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

En sí mismo, lo ocurrido fue un acto terrible y provocador, diseñado únicamente para infligir dolor a los musulmanes. Argumentar que es una forma aceptable de “libertad de expresión” es una excusa que agrava el insulto.

Tales afrentas a la dignidad humana pueden tener consecuencias. No existe justificación para una violenta respuesta, pero no es de extrañar que los extremistas de cualquier lugar puedan tratar de utilizar este evento para promover sus objetivos. La advertencia del Departamento de Estado de Estados Unidos esta semana sobre la posibilidad de un atentado terrorista contra sinagogas, iglesias y misiones diplomáticas en Estambul sirve como recordatorio. 

De hecho, las tensiones siguen siendo elevadas desde la profanación el mes pasado del libro más sagrado del Islam en una manifestación política frente a la embajada turca en Estocolmo, que se produjo en medio de las deliberaciones en curso entre ambos países relacionadas con la candidatura de Suecia a la OTAN. El debate no es de naturaleza religiosa y convertirlo en algo religioso, revela todo sobre las intenciones de los provocadores.

Rasmus Paludan, quien incineró un Corán, es el líder del partido político danés de extrema derecha, de Línea Dura. De ahí que, ya realiza actos similares anteriormente, diseñados principalmente para provocar indignación y llamar la atención. Grupos musulmanes, así como organizaciones cristianas, judías y de otro tipo en Occidente, condenaron sin ambigüedades su comportamiento. Entre las comunidades judías, las de Suecia y Dinamarca condenaron a Paludan, al igual que varias organizaciones con sede en Estados Unidos, como la Liga Antidifamación y Bnai Brith International.

Pero otros fueron más conspicuos en sus críticas.

El Jefe del Gobierno sueco no se cubrió de gloria. Su declaración parecía priorizar que “la libertad de expresión es una parte fundamental de la democracia”. Sí, efectivamente, pero quemar un Corán con el único propósito de atacar la identidad religiosa de los musulmanes en Suecia y en otros lugares no debería considerarse libertad de expresión. Es extraño que, en Suecia, sea ilegal quemar banderas pero no textos religiosos sagrados.

Ulf Kristersson, Primer Ministro, señaló que quemar libros sagrados es un “acto profundamente irrespetuoso” y se solidarizó con los musulmanes ofendidos. Pero esto resta importancia a la gravedad del incidente. Quemar un Corán, como una Biblia o una Torá, es más parecido a un acto de violencia. Y sus simpatías deberían estar con todas las personas que aprecian el respeto y el abrazo de todos en su sociedad, y en todo el mundo.

Lamentablemente, tales actos no hicieron más que multiplicarse en los días posteriores.

En Holanda, otro político de extrema derecha rompió y profanó un Corán. Mientras tanto, Paludan incineró coranes delante de una mezquita y de la embajada turca en Copenhague, y prometió volver a hacerlo hasta que Suecia sea admitida en la OTAN.

Estas acciones fueron totalmente contraproducentes para la entrada de Suecia en la OTAN, que requiere el apoyo unánime de los miembros actuales de la alianza. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan comentó que se opondrá a la adhesión de Suecia por lo ocurrido.

Las consecuencias finales pueden ser peores. Más allá de las tensiones diplomáticas, esta escalada de ataques contra la religión del Islam y sus fieles puede amenazar la estabilidad regional en un momento en que la OTAN debería estar unida frente a la agresión de Rusia en Ucrania.

Los no musulmanes de Europa y otros lugares deben dar un paso al frente. Deben reflexionar profundamente sobre cómo tratamos la quema de un libro que significa tanto para los 1.800 millones de musulmanes del mundo. Y deberían ver que la aceptación de sus creencias está igualmente en juego.

El concepto de “Irrespetuoso” no capta el dolor y el daño causados por tales acciones. No me corresponde a mí determinar el carácter delictivo de tales comportamientos en los distintos países, pero sin duda necesitamos una mentalidad y un enfoque diferentes. Aplaudo a las autoridades finlandesas por decir que no permitirán ninguna quema de Coranes en su territorio.

La condena es un comienzo. La educación va un paso más allá, demostrando que esto no entra dentro del ámbito de la protesta legítima. Pero quizá lo mejor sería un planteamiento más global para proteger a grupos enteros de personas de los insultos odiosos.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Marc Schneier es presidente de la Fundación para el Entendimiento Étnico y destacado asesor de muchos Estados del Golfo. Está reconocido como una de las figuras judías más influyentes en el mundo musulmán.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 2 de febrero de 2023.