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El Interprete Digital

Irán: ¿De regreso a 1987?

Por Meir Javedanfar para Middle East Institute 

El futuro nuclear de Irán. [Jurvetson / Creative Commons]

En julio de 1987, Irán perdió la oportunidad de poner fin a la guerra con Irak como parte de un acuerdo de la ONU al imponer dos condiciones previas, una de las cuales era imposible de cumplir. En 2022, es probable que Irán pierda otra oportunidad, esta vez para volver al acuerdo nuclear de 2015, una vez más al imponer dos condiciones previas, una de las cuales también es imposible de cumplir. 

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El 20 de julio de 1987, como parte de los esfuerzos diplomáticos en curso para poner fin a la guerra entre Irán e Irak, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) votó por unanimidad a favor de la resolución 598. Esta exigía “un alto el fuego inmediato, la retirada de todas las fuerzas a las fronteras internacionalmente reconocidas y el pronto intercambio de prisioneros de guerra”.  Además, el CSNU pidió la creación de un organismo que determine qué bando era el responsable de iniciar el conflicto, un claro esfuerzo por tender la mano a Irán, que durante años había acusado, con razón, al régimen iraquí de iniciar la guerra.

El régimen iraquí de Saddam Hussein aceptó la resolución, pero Irán puso dos condiciones previas. La primera exigía la salida de Saddam del poder. Irán venía exigiendo lo mismo desde que Irak invadió su territorio, en septiembre de 1980. La segunda, reclamaba que la ONU reconociera inmediatamente a Saddam como agresor. Ambas demandas tenían su propia lógica. Saddam era el agresor, fue su decisión de invadir Irán la que inició la guerra, y en los años siguientes, su ejército sometió a las fuerzas iraníes, e incluso a algunos civiles iraníes, a repetidos ataques químicos. Irán argumentó que mientras Saddam siguiera en el poder, siempre podría lanzar otro ataque, incluso si hubiera un acuerdo de alto el fuego.

Aunque sus condiciones previas tenían su propia lógica, la primera exigencia de Irán, que pedía la salida de Saddam del poder, era imposible de cumplir. En aquel momento, ningún gobierno extranjero u organismo internacional estaba dispuesto o era capaz de obligarlo a abandonar el poder. Era sencillamente imposible. Lo que complicaba aún más las cosas era la segunda condición previa de Irán que exigía que la ONU reconociera a Saddam como agresor, antes de que las dos partes hubieran alcanzado un alto el fuego completo. Aunque no era imposible, esta condición era difícil de cumplir ya que ello habría disuadido a Saddam de aceptar el alto el fuego. Esto, a su vez, habría torpedeado los esfuerzos de la ONU por iniciar el proceso de finalización de la guerra, que para entonces llevaba siete años.

En última instancia, la decisión de Irán de imponer condiciones previas en julio de 1987 prolongó la guerra, y esto resultó ser un error muy costoso. A partir de febrero de 1988, Irak atacó por primera vez a Teherán con sus nuevos misiles Al Hussein. Se trataba de misiles Scud, modificados por ingenieros iraquíes con asistencia técnica soviética. Durante 52 días, Irak disparó 118 misiles Al Hussein contra Teherán, matando a 422 civiles e hiriendo a otros 1.579.  Los residentes de la capital iraní quedaron petrificados por los ataques y casi una cuarta parte de ellos huyeron, causando un gran daño a la economía del país.

Irán también se aisló más, lo que provocó un endurecimiento de las sanciones armamentísticas. Mientras tanto, Irak recibía armamento de alta gama de Francia y la Unión Soviética. Esta asimetría provocó importantes derrotas iraníes en el campo de batalla entre julio de 1987 y julio de 1988. Durante ese período, decenas de miles de soldados y civiles iraníes murieron y resultaron heridos, y la economía iraní sufrió daños adicionales por millones de dólares. En abril de 1988, Irán sufrió una notable derrota cuando Irak retomó la península de Faw, que Irán había capturado en febrero de 1986. Estos acontecimientos, y la percepción de que los propios dirigentes iraníes no estaban interesados en poner fin a la guerra, provocaron un importante descenso en el número de iraníes que se ofrecieron como voluntarios para luchar.

Estos y otros factores acabaron obligando al ayatolá Ruhollah Jomeini, en julio de 1988, a abandonar las condiciones previas de Irán y a aceptar un alto el fuego, según la resolución 598 del Consejo de Seguridad de la ONU. Esta decisión fue tan difícil que Jomeini dijo que era “peor que beber veneno”. Si el líder supremo iraní hubiera aceptado la oferta original de alto el fuego en julio de 1987, habría salvado la vida de innumerables iraníes. También habría podido negociar con Saddam desde una posición más fuerte, ya que Irán todavía tenía en su poder la estratégica península de Faw en julio de 1987.

El ayatolá Alí Jamenei, el líder supremo iraní, repite ahora el error de su predecesor. Como requisito previo para la reincorporación de Irán al acuerdo nuclear de 2015, conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), Jamenei está imponiendo condiciones previas, y una vez más una de ellas es imposible de cumplir. La precondición en cuestión es que el gobierno de Biden ofrezca una garantía de que ningún futuro presidente de Estados Unidos abandonará el acuerdo nuclear. La exigencia de Irán tiene su lógica. Después de todo, fue Estados Unidos, bajo el mandato del Presidente Donald Trump, quien se retiró unilateralmente del PAIC en mayo de 2018. Esto fue así a pesar de que, según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Irán había estado cumpliendo con sus responsabilidades según lo establecido en el acuerdo. En consecuencia, después de que Biden deje su cargo, Irán no quiere que otro presidente estadounidense rompa el acuerdo como lo hizo Trump.

Lo que hace imposible esta condición previa es el hecho de que Estados Unidos es una democracia. Es prerrogativa del presidente decidir si quiere o no mantener un acuerdo aprobado por su predecesor. Ningún presidente puede atar las manos de sus sucesores con respecto a los acuerdos firmados.

Una vez más, como en 1987, Irán también comete el error de añadir condiciones previas difíciles para su regreso al PAIC. Una de las precondiciones es la eliminación del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) de la lista de organizaciones terroristas extranjeras del Departamento de Estado de Estados Unidos. La administración Biden prometió levantar todas las sanciones relacionadas con la energía nuclear impuestas por la administración Trump, pero la inclusión del CGRI en la lista de FTO no está relacionada con el programa nuclear de Irán.  Además, la administración Biden ofreció la opción de retirar al CGRI de la lista de FTO a cambio de un paso recíproco por parte de Irán. Las opciones ofrecidas a Irán incluyen un acuerdo para proseguir las conversaciones sobre cuestiones regionales, el levantamiento de las sanciones impuestas por Teherán al Mando Central de Estados Unidos o el compromiso de ambos países de no atacar a los funcionarios del otro. Pero Irán se negó a tomar medidas recíprocas, y los planes iraníes recientemente revelados para asesinar a los ex funcionarios de la administración Trump, John Bolton y Mike Pompeo, probablemente complicaron aún más las cosas.

También está la cuestión del material nuclear no declarado encontrado en Irán en 2019. A pesar de las reiteradas peticiones del OIEA, Irán aún no dio respuestas claras al respecto. El asesor de política exterior de Jamenei, Kamal Kharrazi, declaró públicamente en julio que Irán tiene la capacidad de fabricar armas nucleares. Esto hace aún más imperativo que la UE y Estados Unidos obtengan respuestas claras a las preguntas del OIEA.

Es probable que las consecuencias de la actual estrategia de Irán, de insistir en las condiciones previas, sean las mismas que en 1987: se aislará más y su economía se enfrentará a una presión aún mayor. Mientras tanto, no debería contar con Rusia y China para rescatar su economía. Ya demostraron ser amigos de escasa confianza. Actualmente, Irán se ve obligado a vender petróleo a China, su mayor cliente, a un precio reducido debido a los descuentos que le ofrece Rusia. Los rusos también están socavando la industria siderúrgica iraní al rebajar el precio a los productores iraníes. En consecuencia, las exportaciones de acero cayeron de 6.000 millones de dólares anuales a casi cero. Mientras tanto, a pesar del acuerdo estratégico de 25 años y 400.000 millones de dólares entre Pekín y Teherán, China no invertirá en Irán de forma significativa mientras siga sometido a sanciones.

La estrategia de Irán de insistir en las condiciones previas, que está bloqueando las conversaciones, también es probable que ponga a más iraníes en contra del programa nuclear. El pueblo iraní está siendo aplastado por el constante empeoramiento de la economía, ya que la inflación, especialmente de los alimentos esenciales, alcanza oficialmente el 90% y los alquileres aumentaron hasta un 350% en algunas partes de Teherán. Sin esperanza de cambio a la vista, es poco probable que toleren estas condiciones indefinidamente.

Al resistirse a Biden, mientras cuenta con China y Rusia, el ayatolá Jamenei descubrirá que con el tiempo, su mano sólo se debilitará. Evitar el error que cometió Irán en 1987, abandonando las condiciones previas actuales, podría salvar al ayatolá Jamenei y al pueblo iraní de un dolor innecesario. Repetir este error podría obligar en última instancia al ayatolá Jamenei a seguir los pasos de su predecesor y tomar una decisión tan difícil que será “peor que beber veneno”.

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Meir Javedanfar es un conferenciante, autor y comentarista iraní-israelí. Desde 2012 enseña política iraní en la Universidad de Reichman, en Israel, y es investigador no residente del Programa de Irán en el Instituto de Oriente Medio.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 12 de agosto de 2022.