Por Christophe Abi Nassif Middle East Institute (MEI)
Los ministros de Energía de Líbano, Siria, Egipto y Jordania se reunieron en Amán el 8 de septiembre para discutir el transporte de gas egipcio a Beirut a través del Gasoducto Árabe (AGP), que pasa por Jordania y Siria. La reunión se produjo cuatro días después de que una delegación ministerial libanesa se sentara con su homólogo sirio en Damasco para discutir el problema del gas y la electricidad, durante la primera visita oficial a Siria en más de una década.
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Ambos desarrollos se producen en el contexto de múltiples indicios de Estados Unidos respecto a la posibilidad de eludir la sanción de las partes que infrinjan la Ley César.
Si se materializa, el acuerdo beneficiará a los cuatro países de diferentes maneras.
Atascado en apagones endémicos y potencialmente mortales, Líbano está desesperado por fuentes de energía. El suministro de electricidad jordana para complementar la insuficiente producción nacional y gas egipcio para alimentar la estación libanesa de Der Ammar ayudaría a aliviar, aunque no a resolver, la crisis energética del país.
Mientras tanto, Jordania, la fuerza impulsora detrás del acuerdo, tiene un exceso de capacidad de producción eléctrica y enfrenta condiciones fiscales desfavorables y un bajo crecimiento económico. NEPCO, su empresa de electricidad nacional tiene opciones de exportación limitadas. Además, y más allá de las cuestiones políticas y de seguridad, la visita del rey de Jordania a Washington en julio también abordó la promoción de oportunidades económicas.
No sería sorprendente que esa visita plantara las semillas de la flexibilidad estadounidense frente a un acuerdo energético regional que técnicamente violaría las restricciones de la Ley César.
Por su parte, y después de que su producción de gas cayera gradualmente a raíz de la revolución de 2011, Egipto se centró en los últimos años en reconstruir su estatus como un importante actor energético en el Mediterráneo Oriental. El acuerdo de gas contribuiría, aunque sea marginalmente, a ese esfuerzo. También resucitaría una rama del AGP que no se utiliza desde 2010, cuando Egipto interrumpió las exportaciones de gas a Siria y Líbano.
Finalmente, los incentivos de Siria siguen siendo los menos pronunciados entre sus pares. Una explicación para la aceptación de Damasco es puramente material. Dependiendo de la estructura y el financiamiento del acuerdo, que aún no se han hecho públicos, el país podría beneficiarse de fuentes de energía adicionales, o mejor aún, de divisas. Esto por supuesto, supone la suficiente voluntad de Estados Unidos para permitir cualquiera de las dos opciones.
Pero incluso en ausencia de incentivos materiales, Damasco, probablemente, agradecería la oportunidad de cuasi reintegración (o la impresión de esta) en la política, economía y diplomacia regional. Esto se produce como una continuación natural, arraigada en la realpolitik de las capitales árabes, incluidas Abu Dabi y Aman, que se acercan a Damasco.
En las próximas semanas, se plantearán preocupaciones en Beirut con respecto al origen del gas importado (“¿es israelí?”). Las perspectivas de una mayor influencia siria y la presión que podría ejercer sobre la seguridad energética siria generan debate. Sin embargo, éstas preocupaciones probablemente se dejarán de lado a la luz de la magnitud de la crisis humanitaria y la absoluta ineptitud del gobierno libanés para manejar la devastadora situación que atraviesa el país.
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Christophe Abi Nassif es Director del Programa Líbano para el Middle East Institute.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 7 de septiembre de 2021.
Referencia
Este artículo es parte de una serie sobre la crisis energética del Líbano. Para acceder a la otra pieza, clic aquí.