Por Andrew Wickersham para Institute of Palestine Studies
A veces puede parecer que los cristianos de diferentes orígenes no hablan el mismo idioma cuando se trata de Israel y Palestina. Cuando el Vicepresidente Pence —un católico que más tarde en su vida experimentó una transformación evangélica, un “nuevo nacimiento”— dio un discurso en la Knesset el pasado mes de enero, describió el establecimiento del Estado de Israel en 1948 como un acto de la Divina Providencia: “el Estado judío de Israel y todo el pueblo judío dan testimonio de la fidelidad de dios (…) El milagro de Israel es una inspiración para el mundo”.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Los puntos de vista del Vicepresidente sobre Israel representan a los cristianos sionistas, que creen que la Biblia da un apoyo inquebrantable para el Estado contemporáneo de Israel basado en gran parte en su lectura del Génesis 12: 3. Este es el mismo versículo que Pence citó en una entrevista de 2002 con Congressional Quarterly sobre su posición sobre Israel, “En la Biblia, Dios le promete a Abraham: A los que te bendigan, bendeciré, y a los que te maldigan, maldeciré”.
Al leer las escrituras a través de un lente nacionalista, esta promesa se traduce en la geopolítica contemporánea como Dios otorgando bendiciones o infligiendo maldiciones sobre países dependiendo de sus relaciones exteriores con el Estado de Israel, los descendientes de Abraham. En la misma entrevista, Pence expresó su creencia de que Dios continuará bendiciendo a Estados Unidos con prosperidad y poder mientras el apoyo estadounidense a Israel se mantenga firme. El apoyo a Israel, según los cristianos sionistas, incluye oponerse a cualquier tipo de acuerdo de tierra por paz con Palestina. Génesis 15:18 y 17:8 detallan las promesas adicionales de Dios: que él haría la tierra de “del río de Egipto al gran río Éufrates” una “posesión eterna” de los descendientes de Abraham. Por lo tanto, establecer un estado palestino se convierte en una afrenta directa al plan de Dios para Israel.
Dada la insistencia de los cristianos sionistas en que su lectura de las escrituras es la interpretación más clara y literal, puede resultar sorprendente que tales puntos de vista teológicos dentro del cristianismo se remontan apenas a principios del siglo XIX.
Durante más de 1500 años, la Iglesia mantuvo un conjunto de creencias muy diferentes sobre el significado de la tierra histórica de Palestina. Durante la Edad Media, los cristianos de Europa se referían a Palestina como Terra Sancta, Tierra Santa, y creían que se había confiado a la Iglesia su protección. Los teólogos cristianos de la Antigüedad tardía, basándose en la filosofía de Platón, argumentaron que las realidades espirituales ocultas se esconden detrás de los eventos aparentemente mundanos descritos por la profecía bíblica. Esta cosmovisión grecorromana, combinada con el primer intento de la Iglesia de distanciarse del judaísmo, produjo la teología del Supersesionismo. En este marco, la Iglesia reemplaza a Israel como el pueblo elegido de Dios porque es el único que reconoce a Jesús como el Mesías. En consecuencia, la Iglesia hereda las promesas del pacto de Dios a Abraham. Esta teología fue criticada por prestar apoyo religioso al antisemitismo y fue oficialmente repudiada por la Iglesia Católica en Nostra Aetate (1965). (N.d.T.: Supersesionismo argumenta que la actual relación de Dios con los cristianos reemplaza la relación que anteriormente tenía con el pueblo de Israel).
La Reforma Protestante y la Revolución Científica del siglo XVI rompieron el monopolio de la Iglesia Católica sobre la interpretación de las escrituras y rompieron los fundamentos platónicos del pensamiento cristiano medieval. Los cristianos protestantes predicaron la capacidad de los individuos para comprender las Escrituras por sí mismos y rechazaron las interpretaciones alegóricas o metafóricas a favor de lo que parecía ser, en esa Era de la Razón, la lectura más racional y directa del texto. El pensamiento protestante más influyente de este tiempo sobre la relación entre la Iglesia, el pueblo judío, y el lugar de la Tierra Santa en la profecía del Fin de los Tiempos fue la Teología del Pacto. Esta enseñanza se originó en las Iglesias reformadas calvinistas y sigue siendo una fuerza significativa dentro de la teología evangélica de hoy. En la Ley de Moisés, los teólogos del Pacto ven elementos predictivos que luego se cumplen en el Nuevo Pacto de Cristo. Esto incluye la promesa de la tierra, que se cumple con la enseñanza de Cristo de que los mansos heredarán la tierra. En esta interpretación, los gentiles se agregan a Israel, por lo que ambos pueden convertirse en el Pueblo de Dios si responden a Jesús a través de la fe.
Sin embargo, las fuerzas del cambio teológico desatadas por la Reforma no se detuvieron con la Teología del Pacto. A principios del siglo XIX, estas tendencias dieron lugar a un nuevo sistema de comprensión de la Biblia conocido como dispensacionalismo, que dio peso teológico al apoyo cristiano al sionismo. En 1828, John Nelson Darby, un exsacerdote anglicano, publicó su idea de que la historia estaba dividida en eras, o dispensaciones, en las que Dios “revela un propósito particular a cumplir en ese período, al cual los hombres responden con fe o incredulidad” (Colin Chapman, Whose promised land? [¿De quién es la tierra prometida?], p.254). Según Darby, Dios había trabajado con Israel como su Pueblo Elegido durante la dispensación de la Ley y luego se había dirigido a la Iglesia durante la dispensación de la Gracia. Sin embargo, después del rapto de la Iglesia, Israel volvería a Dios y, después del regreso de Cristo, reinaría con él en la tierra en un estado teocrático restaurado. En otras palabras, Israel y la Iglesia tienen propósitos paralelos en el plan de Dios: “Israel es el pueblo de Dios en la tierra, mientras que la Iglesia es el pueblo de dios en el cielo” (Chapman, p.258). Los dispensacionalistas, únicos entre los cristianos, creen que las promesas de Dios a Israel, incluida la promesa de la tierra, siguen sin cumplirse.
Darby hizo dos visitas a los Estados Unidos después de la Guerra Civil. Sus ideas fueron recogidas por muchos teólogos prominentes de la época, incluidos James H. Brookes, Dwight L. Moody, William Blackstone y C. I. Scofield. La insistencia dispensacionalista en un cumplimiento histórico literal de la profecía tuvo un gran atractivo para muchos cristianos devotos que se opusieron a la nueva tendencia de la crítica literaria, que puso en tela de juicio la inspiración divina de las Escrituras. En consecuencia, el tema de la Tierra Prometida y el destino del pueblo judío se convirtió en uno de los muchos temas polémicos en el centro de los debates entre protestantes liberales y fundamentalistas.
Si bien los debates sobre la escatología y el papel de Dios en la historia pueden parecer impenetrables, el establecimiento del Estado de Israel en 1948 demostró las consecuencias de estas creencias en el mundo real. Está bien documentado (ver Donald Lewis, Origenes del Sionismo Cristiano) que la religión fue un motivo importante para que importantes políticos dentro del gobierno británico, como Lord Shaftesbury, Lord Palmerston, David Lloyd George y finalmente Lord Balfour, presionaran por el reconocimiento de Palestina como patria nacional del pueblo judío. Tampoco puede haber ninguna duda de que fue en parte la fe lo que llevó al presidente Truman a apoyar con entusiasmo la partición de Palestina y la creación de Israel en 1948 (ver Ronald y Allis Radosh, Un Paraíso Seguro). La pregunta es ¿hasta qué punto el sionismo cristiano también da forma a la política exterior de la Administración Trump? Si el discurso de Pence en la Knesset es un indicio, ciertamente juega un papel mucho más importante que en cualquier Administración anterior.
Para los cristianos que provienen de tradiciones teológicas más allá del dispensacionalismo, las realidades políticas actuales en Israel y Palestina son motivo de gran preocupación. Para ellos, el deseo de ver el Reino de Dios establecido en la tierra no puede ignorar el sufrimiento de los seres humanos creados a imagen de Dios, ni el Reino de Dios puede venir a expensas de la justicia. La justicia es fundamental para el carácter de Dios. Critican al dispensacionalismo por su tratamiento de la profecía como un predictor de eventos históricos más que como una advertencia correctiva contra los fracasos morales de la sociedad. Tales sentimientos se pueden escuchar en las respuestas a las recientes decisiones de la Administración de Trump sobre Israel por parte de Iglesias de todo el espectro teológico en Medio Oriente, así como de la Iglesia Católica y protestantes tanto de las tradiciones liberales como reformadas, incluidos muchos evangélicos. Lo que queda por ver es si estos grupos pueden movilizar el mismo tipo de influencia política ejercida por aquellos que son cristianos sionistas.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Andrew Wickersham es investigador de Iglesias para la paz en Oriente Medio (CMEP, en inglés). Obtuvo su maestría en estudios de Medio Oriente de la Universidad de Chicago.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Institute of Palestine Studies el 9 de febrero de 2018.