Por Karim El Gawhary para Middle East Research and Information Project
Heba Rauf Izzat, de 29 años, es asistente de cátedra en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo. Considerablemente activa en el movimiento islamista, es conocida por su investigación académica sobre el papel político de la mujer desde la perspectiva del islam político y su teoría. Edita la página de mujeres en Al Shab, un periódico semanal de oposición publicado por una coalición de los Hermanos Musulmanes y el Partido Laborista.
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Como una joven intelectual islamista, Izzat está desenterrando un nuevo discurso sobre las mujeres, la política y la sociología política que es considerada bastante ‘liberal’ dentro del movimiento islamista. “No creo que Dios quiera humillarme como mujer”, declaró en otro medio y explicó que, en su opinión sobre el islam ortodoxo, las fórmulas que sostienen que el testimonio de una mujer vale solo la mitad del de un hombre se aplican solo en casos muy especiales.
Además, Izzat se opone a cualquier separación entre las esferas pública y privada; las reglas que se aplican en la arena política también deben ser válidas para la familia. En este marco, pide una especie de ‘democratización de la relación hombre-mujer dentro de una estructura familiar’. Aunque no coopera con los grupos de mujeres laicas en Egipto, fue una de las participantes más activas en un diálogo juvenil entre islamistas y laicas organizado por los Hermanos Musulmanes en abril de 1994. Posteriormente, algunas personas expresaron su decepción por la falta de interés de los grupos de mujeres seculares por ese diálogo. Por otro lado, Izzat está casada con un líder estudiantil islamista y tiene una hija de dos años.
—Su investigación trata sobre el rol de la mujer desde un punto de vista islámico. ¿Cómo aborda este tema?
—Me declaro islamista, pero eso no significa que acepto el discurso dominante sobre las mujeres dentro del movimiento islamista. Mis estudios se centran en la necesidad de una nueva interpretación del Corán y la Sunna (la tradición del Profeta). Deberíamos beneficiarnos de la fiqh (teoría jurídica islámica) y de las contribuciones de generaciones anteriores de eruditos islámicos. Esto no significa que tengamos que ceñirnos a sus interpretaciones de las fuentes islámicas mientras ignoramos la sociología del conocimiento.
—Existe un esfuerzo paralelo en Occidente para reestructurar diferentes disciplinas académicas con un enfoque feminista. ¿Es esta discusión relevante para su trabajo?
—Las feministas son secularistas que luchan contra la dominación masculina. Muchos consideran la religión como un obstáculo para los derechos de la mujer y se concentran en la naturaleza superior o especial de la mujer. El conflicto es el concepto principal de su teoría, una teoría que incluso quieren convertir en paradigma. Mi esfuerzo es bastante diferente e incluso se opone a tales ideas. No soy una feminista islámica. Creo en el islam como visión del mundo y creo que la liberación de la mujer en nuestra sociedad debería depender del islam. Esto requiere un resurgimiento del pensamiento islámico y una renovación dentro de la jurisprudencia islámica.
—¿Diría que la jurisprudencia islámica ortodoxa es una construcción patriarcal?
—No iría tan lejos como para acusar a toda la fiqh de ser patriarcal. Creo que debemos diferenciar entre lo absoluto y lo relativo a la sharia. No pretendo deconstruir la ley y el pensamiento islámicos, sino más bien reconstruirlos. De hecho, estoy defendiendo al islam del estancamiento y los prejuicios.
—¿Qué dicen los eruditos islámicos masculinos sobre sus reinterpretaciones?
—Estoy usando la misma metodología ortodoxa para interpretar el Corán y la Sunna. Yo digo: “Respetados ulemas: utilizo las mismas herramientas de interpretación y llego a conclusiones diferentes”. El objetivo es cambiar el paradigma desde adentro. Mi discurso parece confuso en ambos lados. Los secularistas se dan cuenta de que todavía estoy en terreno islámico, pero usando un idioma diferente al islámico dominante. Los islamistas, por otro lado, ven que mi idioma es islámico, pero que está lleno de nuevas ideas y conclusiones diferentes.
—¿Puedes sintetizar tus ideas centrales?
—Principalmente rechazó la dicotomía público-privado que predomina en el pensamiento occidental e islámico. Esta dicotomía dá a la privacidad —por ejemplo, a la vida familiar— la prioridad, o lo contrario. En mi opinión, el islam no encarna una percepción tan polarista. Lo privado es político, no en el sentido agresivo feminista, sino en el sentido islámico de solidaridad, la importancia de la infraestructura social y la política de base. Los movimientos sociales no pueden entenderse en un sistema social islámico sin analizar a la familia extensa como una unidad política y económica. La intifada palestina es un ejemplo. En mi estudio de las fuentes religiosas, encontré muchas analogías entre lo público y lo privado. Por ejemplo, la principal dinámica islámica dentro del proceso político es la shura, que significa consultar a la gente. Tenemos shura, como en Occidente tienen democracia.
El mismo valor es dominante en las relaciones familiares. No se puede tener un sistema patriarcal totalitario en una familia en el islam. La familia debe estar dirigida por la shura. Los mismos valores y leyes cuentan en el ámbito público y privado. El matrimonio es como votar o elegir al califa (el sucesor del Profeta). Tenemos un cabeza de familia, pero es como el califa y debe ser elegido libremente. Si es injusto, se le debe negar el derecho a ser cabeza de familia. Como la gente puede retirar su homenaje a su califa, las mujeres pueden divorciarse de sus maridos.
—¿No refuerza su énfasis en la familia el llamado al regreso de las trabajadoras al hogar, que es ampliamente apoyado por los islamistas?
—El problema no es blanco y negro. Las mujeres difieren según su educación, clase social, edad, talentos y creatividad. Toda mujer en cada momento de su vida debería tener la libertad de elegir entre diferentes roles. Se deben cambiar las circunstancias para ayudarla a contribuir en todos los ámbitos de su vida al cumplimiento de sus deberes económicos y políticos. La familia debe ser considerada como la unidad básica de la sociedad, debe ser protegida y desarrollada. El papel de la mujer y el respeto de la sociedad deben centrarse en la participación activa de la mujer dentro y fuera de sus hogares. Romper la dicotomía daría a las amas de casa más estima social y alentaría a las trabajadoras a satisfacer su necesidad psicológica de ser buenas madres y esposas.
—¿No es una paradoja para usted que históricamente los movimientos de liberación de la mujer fueran seculares?
—No sólo debemos estudiar el comienzo romántico de estos movimientos, sino también los resultados. ¿Realmente obtuvieron las mujeres sus derechos en las sociedades islámicas? Todavía nos enfrentamos a muchos problemas. Los islamistas siempre consideraron la liberación de la mujer como una idea occidental. Esto les impidió hacer sus propias interpretaciones sobre los problemas de la mujer. Es hora de poner en marcha un nuevo movimiento de liberación de la mujer —uno islámico, no sólo para el beneficio de las mujeres musulmanas y las sociedades musulmanas, sino para todas las mujeres en todo el mundo.
Si el islam es una religión universal y una forma de vida, entonces este movimiento también debería apuntar a objetivos universales. Debería ser paralelo a una lucha por la liberación económica y política del colonialismo del nuevo orden mundial capitalista.
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Karim Al Gawhary es un periodista alemán establecido en El Cairo. Trabajó para varios medios alemanes y austriacos, como el diario berlinés Tageszeitung, o la ORF, la radio pública austríaca.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP diciembre de 1994.