Por Rosie Bsheer para Jadaliyya
Se está volviendo cada vez más común culpar de todos los males sociales, económicos y políticos de Arabia Saudí al wahabismo y sus voceros oficiales, la Comisión de Propaganda de la Virtud y Prevención del Vicio, también conocida como Al Haia Al Mutawaa o simplemente la policía de la moral. En Washington D.C., Londres, Beirut, Damasco o Riad, aprendemos que Arabia Saudí está estancada en un medioevo por lo conservador y retrógrado del wahabismo. Esto es, hasta la asunción del Rey Abdullah en 2005. Desde entonces, escuchamos sobre la lucha de Abdullah contra las esferas de la religión y el conservadurismo para erradicar la supuesta inmovilidad del país y así traerlo al mundo moderno. Sin embargo, a la hora de analizar la situación de Arabia Saudí, rara vez se pone el foco donde se debería: en el Gobierno y la realeza corrupta que lo conduce. En cambio, el fundamentalismo se volvió el chivo expiatorio para la incompetencia del Gobierno y el fracaso de desarrollar el país incluso con el monopolio de las inmensas ganancias petroleras.
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Seguramente los eventos del 11 de Septiembre y la ‘guerra contra el terrorismo’ tuvieron algo que ver con esto. Esto, sumado a los ataques terroristas del 2003 al interior del reino, permitieron al Gobierno saudí (y a tantos otros) restringir públicamente los poderes de los mutawaa y los grupos islamistas (N.d.T.: mutawaa es un miembro de una fuerza policial, especialmente en Arabia Saudí, que cumple el rol de hacer cumplir la sharia, especialmente en su aplicación a la conducta y la vestimenta públicas).
Esto volvió más permisible culparlos abiertamente e incluso tomar acciones contra ellos por oponerse a cualquier decisión gubernamental. Sin embargo, en el caso de Arabia Saudí, esto también tiene que ver con una narrativa más amplia que exime de responsabilidad a la familia en el poder en casi todos los problemas del reino. Así, se continúa alabando al Rey Abdullah e incluso a toda la familia como reformistas que, por ejemplo, lograron “acelerar el liberalismo que cultivaron discretamente a puertas cerradas” y están “introduciendo firmemente la modernidad”. [1] Por otro lado están quienes aconsejan a los lectores tener paciencia mientras la familia da ‘pequeños pasos’ hacia la modernización, como afirma Maureen Dowd del New York Times, quien llamó seriamente al Rey Abdullah un ‘revolucionario social’. [2]
Así retratados, los miembros de la familia Al Saud aparecen como reformistas benévolos luchando contra un mar de resistencia wahabí. Estos escritores eligen ver al reino petrolero y ultraconservador poniéndose finalmente al día con el resto del mundo moderno, es decir, el mundo occidental, gracias a la familia real. Sin hacer mención del apoyo continuo de la familia Al Saud a la mutawaa, a la que termina utilizando para legitimar religiosamente las decisiones impopulares del Gobierno, entre otras cosas.
Tampoco se refieren al propio involucramiento de la familia real en trabar las reformas económicas y sociales. Estos argumentos cosificados y análogos de la propaganda estatal saudí, representan a la familia real como reformadores ilustrados en esencia. Doloridos por el lento desarrollo de su país, no obstante, optaron por marchar lentamente para no alterar a su ultraconservadora población. [3] La realeza saudí quiere abrir su país al mundo, mejorar la seguridad para sus ciudadanos y luchar por la igualdad de género, pero no lo consiguen por la oposición de los religiosos conservadores a estos esfuerzos modernizadores. La familia real sería entonces la cuidadora de la nación que lucha por impulsar cambios lentos y moderados mientras el wahabismo y sus adherentes conservadores son los culpables de la lentitud del cambio y el atraso general del país.
Seamos claros con qué es lo real en este cambio impulsado ‘de arriba hacia abajo’ del que todos están hablando, a pesar del hecho de que la familia real siempre apoyó las más controversiales y en ocasiones blasfemas políticas para asegurar su estabilidad y permanencia. El Rey Abdullah encomendó la construcción de varias ‘ciudades económicas’ en el país (CE) y ninguna suscitó condena o resistencia. Las CE costaron más de 80 mil millones de dólares cada una y tienen como propósito mejorar la calidad de vida de los ciudadanos saudíes, crear empleos y diversificar la economía del país fuertemente basada en el petróleo.
Sin embargo, varios expertos involucrados se mostraron escépticos respecto al éxito y factibilidad de estos grandes proyectos, que se ven afectados por la corrupción y la mala planificación. Previo al anuncio de que se construirían las CE, varios hijos de Abdullah adquirieron forzosamente las propiedades a sus dueños legítimos y las revendieron al gobierno a precios exorbitantes. Contrario a los objetivos anunciados, las CE harán poco en términos de resolver los problemas existentes en el país: el subdesarrollo de capital humano, la creciente inequidad en los ingresos, el desempleo, el crimen, la pobreza y las limitadas oportunidades laborales para las mujeres (pese a que son la mayor parte de la población).
Es más, la mayoría de los saudíes no accederían a mudarse a lugares como Rabigh (al este) o Jazan (al sur), futuros sitios de dos CE, y tampoco serían capaces de comprar las costosas casas de lujo o tener las habilidades requeridas para los trabajos de las futuras industrias que se alojarán en dichas ciudades. Lejos de ser “islas desde las que el cambio se iría inmiscuyendo de a poco sin antagonizar con las poderosas fuerzas conservadoras dentro del país”. [4] las CE muy probablemente se convertirán en otra enorme pérdida de recursos económicos que no cambiarán la calidad de vida de los saudíes, particularmente de aquellos que más lo necesitan: los desempleados y los pobres.
En cuanto al desarrollo de capital humano, el Gobierno saudí sostiene que encomendó la construcción de universidades en el reino con el propósito de luchar contra el desempleo y la pobreza. Como sucede con muchos proyectos, esto no escapó de la corrupción y la mala administración. Se puede tomar, por ejemplo, la Universidad Princesa Noura bint Abdulrahman para mujeres en Riad, que debía completarse en 2012. La Universidad, con un impresionante costo de 11,5 mil millones de dólares, se inundó durante una tormenta de tres horas en abril de 2010, un hecho que llamó la atención sobre el mal sistema fluvial y de drenaje que en los papeles aparecían como construidos completamente. Además, quienes se gradúen de esta monumental universidad (de tres millones de metros cuadrados) estarán limitadas a las áreas de empleo que las mujeres tienen permitidas legalmente. Además, en cuanto a la administración universitaria, no está claro cómo se emplearán a los cientos de profesores que necesita la institución. Incluso en el ámbito educativo, el cambio parece ser más cuantitativo que cualitativo y sin embargo los mutawaa no expresaron su oposición a estas universidades.
El Gobierno también invirtió miles de millones de dólares en la construcción de una infraestructura para la industria del turismo que representa un claro intento de diversificar la economía. Esto incluye restaurar sitios arqueológicos e históricos que legitiman el dominio de los Al Saud sobre el territorio y los recursos, y construir museos, hoteles y otras atracciones turísticas. Así y todo, por un lado, los extranjeros no están aún legalmente autorizados a visitar el reino con propósitos turísticos y no está claro cuándo esto cambiará si es que lo hace. Por otro lado, el costo del viaje y los alojamientos locales es tan elevado que para las familias es más razonable viajar al exterior, visitar nuevos lugares y regresar aún con algo de dinero.
Los miembros de la Comisión Saudí para el Turismo y Patrimonio Nacional (SCTA, por su sigla en inglés) expresan escepticismo sobre el éxito de estos emprendimientos. Después de todo, hasta hace poco, el turismo nacional y la visita a sitios históricos/arqueológicos eran considerados sacrilegios y el SCTA fracasó en transformar estas percepciones. También en este aspecto, la familia real se aseguró el apoyo de los mutawaa para avanzar con este proyecto mientras continúa usando justificaciones desde el wahabismo para destruir sitios históricos islámicos en Meca y Medina motivados por objetivos económicos (ver artículo, “Asfixiando Meca en nombre del desarrollo parte I”).
Los avances en materia de derechos de las mujeres son aún menos esperanzadores. Mientras entre 2009 y 2011 se entablaron conversaciones sobre cómo mejorar las vidas de las ciudadanas de Arabia Saudí, se produjeron pocos cambios tangibles. [5] El Rey Abdullah, por ejemplo, despidió al Sheij Saad Al Shethri, miembro del Consejo de Altos Eruditos Islámicos, por condenar la convivencia de géneros en la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología en octubre de 2009. [6] En ese mismo año, se designó a la primera mujer Viceministra de Educación a cargo de los asuntos de género. Luego, salvaguardó el puesto de Sheij Ahmed Al Ghamdi, al frente del Comité en Meca, después de que sancionara la convivencia de géneros, argumentando que no hay nada en el Corán que lo prohíba. [7] Desde entonces, sucedieron dos acontecimientos supuestamente revolucionarios: 1) El Rey Abdulla y el príncipe heredero permitieron a la prensa difundir, por primera vez, fotografías y videos suyos posando para las cámaras con mujeres saudíes en algunas conferencias y hospitales; [8] y 2) en noviembre de 2010, el ultraconservador Ministro de Interior, el Príncipe Naif, apoyó el tentativo proyecto de los supermercados HyperPanda de contratar mujeres como cajeras en sus sucursales en Jeddah y silenció la oposición de importantes clérigos. [9]
Aunque estos cambios van en la dirección correcta, son simbólicos y no mejoran la vida de las mujeres. Reescribir las leyes y asegurar su aplicación sí lo haría. Al final del día, las mujeres saudíes aún no pueden elegir sobre su educación ni su carrera, mucho menos votar, viajar, manejar, vestirse ni ejercitarse libremente. Tienen prohibido el acceso a todos los ministerios y dependencias estatales, deben depender de los hombres para simples procedimientos burocráticos incluyendo, desde diciembre de 2010, la compra de un auto. Sin embargo, en materia de la convivencia de géneros y de igualdad en general, no son sólo los mutawaa son los principales opositores. Muchos saudíes lo son también, incluso quienes se autoproclaman seculares, liberales o de izquierda y quienes públicamente apoyan la igualdad de género, sobre todo fuera del reino, se resisten a cambios en las normas de género que ven como tradicionales o culturales, sobre todo cuando respecta a sus propias familias.
Arabia Saudí hoy enfrenta más conflictos con grupos populares islamistas, la mayoría de los cuales ven a la familia real como corrupta y no realmente islámica, que con los mutawaa, apoyados por el mismo Gobierno. De ninguna manera estoy defendiendo a los mutawaa y sus métodos de amedrentamiento en sus labores de vigilancia social. Tampoco estoy diciendo que no deban objetar algunas decisiones gubernamentales, pero objetar es todo lo que pueden hacer. Es muy simplista y problemático culparlos por el estado de subdesarrollo en Arabia Saudí y darle el crédito al ‘liberalismo’ de la familia real o peor, su benevolencia, por la pequeña modernización que se hizo lugar en el país.
La familia real, con sus miembros y el apoyo estadounidense, siempre fue el principal obstáculo para el cambio ya que todo lo que no sea status quo amenaza su monopolio de poder y recursos derivados del petróleo. Si el Gobierno puede salirse con la suya contratando empleados cristianos para construir el tren rápido en Meca (Mashair Al Muqaddassa) cuando está absolutamente prohibido que no-musulmanes ingresen en la ciudad sagrada, pueden entonces motorizar reformas serias si es lo que desean. Son los gobernantes, al final del día, los responsables del fracaso de muchos de los proyectos modernizadores en el reino y de la inexistencia de una agenda seria de reformas sociales, burocráticas o políticas.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Rosie Bsheer es Profesora Adjunta del Departamento de Historia en la Universidad de Harvard. Además, es co-editora de la revista virtual Jadaliyya y editora asociada de Tadween Publishing.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Jadaliyya el 17 de enero de 2011.
REFERENCIAS
[1] Zainab Cheema. Domingo, Enero 9, 2011. “Saudi social fragility exposed in quest to ‘modernize’”. http://usa.mediamonitors.net/content/view/full/81857
[2] Maureen Dowd. Marzo 2, 2010. “Loosey Goosey Saudi”, The New York Times. http://www.nytimes.com/2010/03/03/opinion/03dowd.html
[3] Ver transcripciones de la entrevista de Barbara Walters al Rey Abdullah en Octubre, 14, 2005: http://abcnews.go.com/2020/International/story?id=1214706&page=1
[4] Nocolai Ouroussoff. Diciembre 12, 2010. “Saudi Urban Projects Are a Window to Modernity”, The New York Times. http://www.nytimes.com/2010/12/13/arts/design/13desert.html
[5] Ver Madawi Al Rashid. Mayo 24, 2010. “Al Hadath fi Al Sa’udiyya Mar’a,” Al Quds al Arabi.
[6] Octubre 5, 2009. http://archive.arabnews.com/?page=1§ion=0&article=127055&d=5&m=10&y=2009. Un video en Youtube del discurso de Sheikh Hethri: http://www.youtube.com/watch?v=hMVWJsgA00s
[7] Abril 26, 2010. http://www.masrawy.com/ketabat/ArticlesDetails.aspx?AID=31015&ref=hp o http://www.alwatan.com.sa/news/newsdetail.asp?issueno=3492&id=145347
[8] Ian Black. Mayo 6, 2010. “Saudi king`s photo brings women`s rights into focus” The Guardian.
[9] En Octubre, 2010, HyperPanda implementó un proyecto piloto para emplear mujeres como cajeras en las sucursales de Jeddah. Las mujeres en Arabia Saudí no tienen permitido trabajar en empleos que requieran interacción pública con hombres. El Consejo de Altos Eruditos Islámicos, autorizado por el gobierno, inmediatamente emitió una fatwa que prohibía el trabajo de mujeres como cajeras o vendedoras y llamó a todos a boicotear el supermercado. El Gobierno rechazó este llamado y apoyó estas nuevas oportunidades laborales para las ciudadanas.