Por Hafed Al Ghwell para Arab News
El ‘parlamento’ libio —cuya legitimidad es cuestionable— respaldó al nuevo gobierno de transición designado por el Foro de Diálogo Político Libio (LPDF, por su sigla en inglés), un organismo elegido por la ONU que será acusado de corrupción en un informe que publicará en pocas semanas la misma institución.
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Este nuevo gobierno tiene la intención de unificar a las facciones en conflicto, restaurar sus instituciones y llevar al país hacia un futuro estable. La comunidad internacional reaccionó de forma positiva y subrayó que este nuevo Gobierno de Unidad Nacional (GNU, por su sigla en inglés) debe cooperar con todas las partes interesadas para abordar las necesidades de los libios y acelerar la celebración de elecciones nacionales a finales de año. Por su parte, Estados Unidos (EEUU), los países europeos y los vecinos libios —Egipto, Argelia y Túnez— aplaudieron los resultados de la votación del parlamento libio, y la Unión Europea (UE) fue más allá cuando amenazó con la imposición de sanciones ante cualquier interferencia con el mandato del GNU.
La formación del GNU tiene un parecido sorprendente con la formación del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por su sigla en inglés) en 2016, autoridad que finalmente no logró resolver las divisiones institucionales y prolongó el período caótico de transición. Arriba de la pila de preocupaciones que aquejan a Libia, se encuentra la fórmula para la elección del Primer Ministro, Abdul Hamid Dbeibah, y el Jefe del Consejo Presidencial, Mohamed Menfi, la cual apuntaba a desarrollar un esquema de poder compartido en lugar de impulsar evaluaciones justas basadas en políticas o a la reconciliación política.
No todo son malas noticias. El nombramiento del GNU y el voto de confianza que recibieron los ministros nombrados para conformar el gabinete temporal liderado por Dbeibah, son un paso en la dirección correcta y generan la esperanza de sentar las bases para la reconstrucción de Libia; específicamente, restaurar sus capacidades institucionales, unificar los dos gobiernos y coronar el tumultuoso período de transición con elecciones nacionales en diciembre.
Fayez Al Sarraj, Jefe del GNA saliente con base en Trípoli, se comprometió a entregar el poder a la GNU porque las milicias pro-Sarraj están, en su mayoría, a favor de Dbeibah y se niegan a ceder el poder que habría significado perder la protección que él les provee. Además, dadas las declaraciones positivas del presidente Aguila Saleh y las discusiones sobre un mecanismo de reparto de ingresos petroleros, también se espera que la Cámara de Representantes de Tobruk acepte el mandato del GNU.
Los ingresos generados por el petróleo serán cruciales para que Dbeibah cumpla sus promesas de restaurar los servicios públicos y desencadenar el auge de la reconstrucción, para revitalizar una situación económica desesperante y agravada aún más por la pandemia de COVID-19. En términos políticos, la estabilidad será una bendición para el sector del petróleo y gas libio que enfrenta una gran necesidad de inversión, reparaciones y expansión, y así poder cumplir con los objetivos de producción planificados establecidos de 1,45 millones de barriles para fin de año y más de 2 millones en cuatro años. Más allá de los ingresos generados por el petróleo, la reconciliación será clave para que la Compañía Nacional de Petróleo (NOC, por su sigla en inglés) de Libia funcione con normalidad a pesar de las divisiones políticas, los combates esporádicos y, en un momento dado, los intentos del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), y otros grupos armados de invadir las instalaciones petroleras, será clave para la reconciliación. Los casi siete años de desempeño transparente, apolítico y tecnocrático de la NOC pueden resultar útiles para la restauración de las lisiadas instituciones libias y ayudar a estas últimas a elevarse por encima de las divisiones sociales y políticas para atender a todos los ciudadanos libios, tal cual lo afirmó Dbeibah.
El mayor obstáculo para el GNU será desmantelar las milicias y lograr el objetivo, aparentemente imposible, del retiro de unos 20.000 mercenarios extranjeros. Esta tarea se complica aún más debido al mandato de nueve meses otorgado al GNU; una ventana de oportunidad demasiado pequeña para identificar la intervención extranjera y elaborar una respuesta eficaz. Es muy poco probable que Turquía y Rusia simplemente hagan las valijas y se vayan a casa cuando se tienen en cuenta las grandes inversiones realizadas para forjar esferas de influencia, expandir áreas de control, afianzar sus intereses e, incluso, cultivar fuertes lazos con milicias libias no estatales.
Los mercenarios rusos, por ejemplo, marcaron la primera línea de combate con túneles en la región de Sirte-Jufra para fortalecer sus posiciones e indicar su intención de permanecer en Libia el mayor tiempo posible. Ni Moscú ni Ankara abandonarán el territorio libio sin antes cosechar beneficios en la forma de contratos vinculados a la reconstrucción, a la explotación energética y a la adquisición de armamento. Además, dada la antipatía entre Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, también es muy poco probable que Abu Dabi deje de apoyar a Khalifa Haftar, o a cualquier otra figura influyente con la que esté alineado en el Este del país —una postura similar a la adoptada por Egipto debido a sus aprehensiones ante el potencial fortalecimiento y legitimidad de los Hermanos Musulmanes en Libia.
Por lo tanto, incluso si los libios están agotados tras una década de oscilación entre el caos y la esperanza generada por los procesos de paz impulsados por la ONU, es poco probable que los actores externos simplemente se retiren del país. Libia debe encontrar una manera de atravesar estas aguas turbias para que este renovado optimismo no acabe frustrado por la reanudación de los combates, impulsados por actores externos, en pos de exiguos objetivos mercenarios o de ambiciones regionales más importantes. Para que el GNU tenga éxito, y ante la posibilidad de que las elecciones previstas para diciembre no se materialicen, es posible que la nueva autoridad deba dejar de lado las grandes ambiciones y enfocarse en objetivos más pequeños y realizables con el fin de fortalecer su legitimidad y generar el suficiente apoyo que le permita extender su mandato.
Los próximos 90 días serán claves para la continuidad del gobierno de Dbeibah y la última década libia no genera demasiadas esperanzas.
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Hafed Al Ghwell es Licenciado en Economía por la Universidad George Washington e investigador del Instituto de Política Exterior de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 13 de marzo de 2021.