Por Yara El Murr y Layla Yammine para The Public Source
Majd llevaba sólo unos meses entrenando en el hospital en 2018 cuando le encargaron acompañar a un paciente en una ambulancia para un traslado hospitalario. Sin embargo, había un problema: al estudiante de medicina de sexto año no le habían enseñado cómo manejar este tipo de situaciones.
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“Me dieron un botiquín de primeros auxilios y ni siquiera sabía cómo utilizarlo, si le hubiera pasado algo al paciente durante el traslado en ambulancia, no habría podido hacer nada, no habría sabido qué hacer”, recuerda el joven de 25 años a The Public Source.
La experiencia de Majd dista mucho de ser una anomalía. Todos los estudiantes de medicina de la Universidad Libanesa (UL) que hablaron con The Public Source se encontraron en situaciones similares, teniendo que tomar decisiones para las que no estaban cualificados, sin supervisión ni apoyo de su universidad o de los hospitales donde se suponía que estaban aprendiendo el oficio.
Empezando como interna en 2018, Nour fue lanzada inmediatamente a un trabajo para el que aún no habían adquirido las habilidades.
“Llegué a mi primer día en el hospital súper confundida, y directamente empecé con trabajo administrativo como escribir un informe del paciente, preparar un expediente médico, hablar con la compañía de seguros […]”. Sin ningún tipo de orientación, Nour tuvo que aprender todo esto por sí misma.
Majd y Nour forman parte de un gran número de estudiantes mal pagados y desprotegidos que llevan soportando el peso de las múltiples crisis del sistema sanitario libanés desde 2019.
Los estudiantes estuvieron en primera línea de la pandemia del COVID-19; sorteando la escasez de equipos debido a la devaluación de la moneda; sobreviviendo con miserables sueldos en medio de una inflación galopante; y respondiendo a la catastrófica explosión de Beirut del 4 de agosto de 2020. Ahora, además, tienen que hacer frente a estas crisis prácticamente solos, ya que los médicos y otros profesionales de la medicina abandonan el país en masa.
Enviados a lo más profundo
Sobre este rol los estudiantes de medicina de UL cursan entre cinco y seis años de educación médica presencial antes de empezar sus prácticas en hospitales asociados, sin dejar de asistir a clases y conferencias. Durante sus prácticas, los estudiantes de medicina deben estar acompañados en todo momento por los residentes y apenas pueden intervenir en el tratamiento de los pacientes. Los médicos supervisan y guían a los internos, interviniendo cuando es necesario.
Tras dos años como internos, los estudiantes de medicina obtienen su licencia de MD (Doctor en Medicina), se convierten en residentes y, posteriormente, empiezan a especializarse en el campo de la medicina que eligieron. Los residentes tienen un poco más de libertad de acción y responsabilidad, pero aún así deben rendir cuentas a médicos más experimentados y recibir orientación constante.
Sin embargo, en la práctica los estudiantes de medicina matriculados en la única universidad pública del país se enfrentan a una realidad diferente, tanto como internos como residentes.
Aunque todos los estudiantes deberían recibir el mismo trato, a Nour le chocó, durante su rotación en un hospital universitario, la diferencia de trato entre los estudiantes de la universidad pública y los de la privada.
“Estos estudiantes tenían médicos que les hacían un seguimiento y les enseñaban, les explicaban todo. Iban juntos a ver a los pacientes, repasaban los historiales médicos y tenían reuniones en la cafetería”, recuerda Nour.
Mientras tanto, Nour y sus compañeros de UL se quedaban atrás. Los médicos supervisores se mostraban molestos cuando los estudiantes de UL se ponían en contacto con ellos en busca de orientación. Majd cuenta a The Public Source que un médico le gritó una vez cuando llamó para preguntar por la atención de uno de sus pacientes.
Chantal Akkari estudió medicina en la Universidad del Espíritu Santo de Kaslik (UESK) y actualmente trabaja en el Hospital Universitario Americano (HUA) como residente de radiología. Cuenta a The Public Source que la administración del HUA trata a los médicos residentes por igual, independientemente de dónde hayan cursado su DM, pero que ella notó una diferencia en la forma en que las universidades privadas y públicas forman y tratan a sus estudiantes.
“Los estudiantes [de la UL] no reciben la misma supervisión y apoyo que nosotros. En la Universidad Libanesa, cuando los estudiantes están en su último año, tienen deberes que realizan por su cuenta, y no tienen médicos a su lado”, comentó un residente de tercer año.
“En la HUA, esto está totalmente prohibido. Si somos estudiantes de medicina, no se nos permite dar ninguna orden de medicación ni ninguna otra cosa sin un residente o un becario [dado que tiene] que co-firmarlo todo. Esto es muy importante y repercute en la seguridad de los pacientes”, agrega.
Muchas horas, poco sueldo
Todos los estudiantes de medicina deben trabajar una media de 80 horas semanales. Durante un turno diurno, los residentes deben trabajar de 8 de la mañana a 3 ó 4 de la tarde. Van de puerta en puerta durante las rondas matinales, examinan a los pacientes hospitalizados, comprueban los resultados de los análisis y las radiografías y luego informan a los médicos sobre sus pacientes. A continuación pasan a realizar tareas administrativas relacionadas con informes de seguros y expedientes médicos.
Los residentes también deben cubrir el turno de noche una vez cada tres días, durante el cual se les suele asignar el servicio de urgencias. Una vez finalizado el turno de noche, tienen que quedarse para las rondas de la mañana y no pueden marcharse antes del mediodía. Esto da lugar a turnos de 28 horas dos veces por semana.
Para algunos, las semanas y las noches se alargan aún más. Majd fue asumiendo tareas nocturnas adicionales como residente de urgencias en distintos hospitales para llegar a fin de mes.
Cuando empezó a trabajar en el hospital como interno en 2018, a los internos de primer año de UL se les pagaba unas 600.000 liras libanesas al mes, menos que el salario mínimo de entonces, de unas 675.000 liras, el equivalente a 450 dólares de entonces, pero que apenas valía 28 dólares en el mercado paralelo en el momento de escribir este artículo. Los internos de segundo año cobraban unas 700.000 liras libanesas al mes; los residentes de primer año, 1,2 millones, y los de segundo, 1,35 millones. Aunque estos salarios permitieron a los estudiantes de medicina de UL salir adelante en su momento, pronto perdieron todo su valor al sumirse el país en una crisis económica.
En mayo de 2020, muchos de los hospitales contratados por UL empezaron a derogar contratos, poniendo en peligro el futuro de los estudiantes. Para recortar gastos en medio de la recesión financiera, solo se concederían residencias a la mitad de los estudiantes de medicina de UL.
Para seguir ofreciendo plazas a todos los estudiantes que querían hacer prácticas y residencias, Nour y Majd dicen que la administración de la UL llegó a un acuerdo con los hospitales unos meses después, por el que los internos de primer año no cobrarían. A cambio, se prometió a los residentes que sus salarios se ajustarían al nuevo tipo de cambio: en aquel momento, el tipo bancario era de 3.900 liras libanesas por dólar, mientras que su salario seguía basándose en el antiguo tipo de 1.500 liras por dólar. Un año después, los hospitales y la universidad siguen sin cumplir su promesa.
Los estudiantes de medicina, frustrados por sus idas y venidas tanto con los hospitales como con la universidad, cuyas administraciones se echaban la responsabilidad unos a otros, empezaron a explorar la posibilidad de ir a la huelga. Pero en cuanto la administración se enteró de sus planes, les amenazó con la invalidación de las prácticas, lo que significaba que tendrían que repetir curso, e incluso con la suspensión.
“Nos enfrentamos a mucha oposición y amenazas, así que tuvimos que volver a nuestros puestos de trabajo y aceptaron ajustarnos el salario, pero dijeron que no podían darnos más del doble. Por supuesto, seguimos exigiendo más porque esta cantidad sigue siendo insuficiente, sobre todo porque se estaban suprimiendo las subvenciones [al combustible] y el salario apenas cubría nuestros gastos de transporte. Pero nos amenazaban mucho, así que tuvimos que aceptar”, explica Majd.
Además, muchos estudiantes se sentían incómodos con la idea de abandonar hospitales en los que la vida de los pacientes dependía de ellos debido a la falta crónica de personal. Sin los estudiantes de medicina, “no habría nadie”, agregaba Majd.
“Los estudiantes son la solución”
La huelga nunca llegó a producirse, pero la amenaza de una empujó a los hospitales a duplicar el salario de los residentes, un ajuste largamente esperado e insuficiente dada la continua espiral descendente de la moneda libanesa, pero que los estudiantes tuvieron que aceptar. El aumento se aprobó en agosto de 2021, se hizo efectivo parcialmente en octubre de 2021 y se aplicó en su totalidad en noviembre de 2021.
Los hospitales universitarios, conscientes de que el ajuste no era el adecuado, prometieron aumentos adicionales una vez que se levantaran las subvenciones al combustible, para compensar el disparado coste del transporte.
Sin embargo, cuatro meses después, los salarios de los estudiantes de medicina de UL no cambian de las últimas condiciones. Mientras tanto, las universidades privadas tomaron medidas para aumentar los salarios de sus residentes. En febrero de 2022, la Universidad Americana de Beirut anunció un nuevo plan financiero para los residentes de primer año que les permitiría cobrar parcialmente en dólares, con lo que su paga mensual rondaría los 22 millones de liras, mientras que los residentes de UL cobran 2,4 millones.
El personal de la Facultad de Medicina de la UL contactado por The Public Source desestimó las preguntas sobre los bajos salarios de los estudiantes de medicina comparándolos con sus propios magros sueldos en la universidad pública, que carece de fondos suficientes.
Los estudiantes de la UL no son los únicos que luchan en el sistema sanitario libanés. El Observatorio Libanés de los Derechos de los Trabajadores y Empleados, un grupo de activistas, trabajadores, empleados, profesores, abogados y sindicalistas, observan un aumento de los movimientos de protesta en los hospitales públicos durante el último año.
“Las reivindicaciones son variadas. Van desde el pago de las cuotas y los problemas con los bajos salarios hasta la exigencia de conseguir contribuciones inmediatas del Ministerio de Sanidad para mantenerlos”, explica Assaad Sammour, jefe de la unidad de medios de comunicación del observatorio a The Public Source.
Aunque los estudiantes de medicina de UL no lograron plenamente su objetivo de obtener un salario digno, Sammour cree que, al hacer oír su voz, su movimiento fue un importante paso hacia el futuro.
Sammour, afirma que “Los estudiantes son la solución. El elemento más importante para la protección de sus derechos es el movimiento estudiantil que debe defender sus intereses”.
El éxodo de médicos
La carga que soportan los estudiantes se hizo aún más pesada por la salida masiva de profesionales médicos del Líbano en los últimos años. En septiembre de 2021, “casi el 40% de los médicos cualificados y casi el 30% de las enfermeras diplomadas habían abandonado el país de forma permanente o temporal”, según la Organización Mundial de la Salud.
Majd lamenta la pérdida de los pocos buenos médicos que habían contribuido a su formación. “Mi formación no fue buena desde el principio, pero había buenos médicos a los que les apasionaba enseñar a los estudiantes. Ahora todos se fueron en el éxodo masivo, así que por supuesto mi formación y educación se vieron afectadas”.
Otros estudiantes de medicina de UL son más cínicos y afirman que no sintieron el impacto de este éxodo, ya que en primer lugar tenían poca orientación y apoyo de los médicos. “Nada cambió para mí, aparte del número al que llamo cuando las cosas se ponen muy mal en el hospital”, comentaba Nour.
“Siempre estuvimos solos”.
La profesora Eliane Ayoub, directora médica adjunta de asuntos académicos a cargo de los internos y residentes de la Universidad Saint Joseph en el hospital Hôtel Dieu, explica a The Public Source que, aunque no fue la experiencia de algunos hospitales privados, el éxodo de médicos está destinado a afectar a la formación médica y, por tanto, a la atención al paciente.
“Si no están los médicos, la atención al paciente será peor, eso es evidente. Y si no están los médicos, la formación de los estudiantes será mucho peor, lo cual es evidente”, afirma.
¿Estudiantes, estudiantes trabajadores o meros trabajadores?
¿Qué son exactamente? En medio de estas dificultades, una pregunta sigue ocupando el primer plano en la mente de los estudiantes de medicina de UL.
Sin la formación y la supervisión necesarias, y sin las protecciones y la remuneración adecuadas, los internos y residentes de UL caen en las grietas de un sistema en el que no tienen una posición clara.
“Si es más fácil [para nosotros] que nos traten como empleados, somos empleados. Y si es más fácil como estudiantes, nos convertimos en estudiantes. Yo no soy ni lo uno ni lo otro. No tengo posición en ningún sitio”, comentó Nour a The Public Source.
Como parte de su acuerdo con los hospitales, UL concede contratos a los estudiantes, pero éstos no dan prioridad a sus necesidades de aprendizaje, según Nour. Los detalles de estos acuerdos no se dan a conocer a los estudiantes, a quienes se mantiene a oscuras sobre su propio trabajo y su futuro. Por ejemplo, los contratos no mencionan los salarios, por lo que los estudiantes no pueden negociar una tarifa oficial con la universidad o el hospital, que utilizan la “formación educacional” como excusa para pagar mal, dice Nour.
Un miembro del personal de la Facultad de Medicina, que habló bajo condición de anonimato porque no había recibido permiso del decanato para hablar con los medios de comunicación, confirmó que los estudiantes no tienen acceso a los contratos firmados por la universidad y los hospitales.
Según el artículo 19 del Código Laboral libanés, los empleadores deben pagar a los becarios a partir del tercer mes de sus prácticas. Sammour, activista laboral, afirma que este artículo debe aplicarse a los médicos internos y residentes.
“Creo que los hospitales no conceden a los estudiantes sus derechos como trabajadores debido a los acuerdos alcanzados con UL. Además, para cumplir la ley hace falta poder para impedir que los empresarios, incluidos los hospitales, violen los derechos de sus trabajadores”, afirma Sammour, un poder del que carece el gobierno libanés porque los sindicatos, los tribunales judiciales y el departamento de inspección del Ministerio de Trabajo son débiles.
La pandemia ejemplificó aún más cómo este limbo deja vulnerables a los estudiantes de medicina de UL. Cuando los estudiantes preocupados por contaminar a sus familias se negaron a trabajar en las plantas de COVID-19, se les volvió a amenazar con invalidar sus prácticas.
“Te ponen en peligro a la fuerza, no tienes derecho a decir que no”, agregaba Nour a The Public Source.
Los responsables de la universidad y el hospital no respondieron a las preguntas de The Public Source sobre las condiciones de trabajo de los estudiantes de medicina de la UL. El decano, el secretario general, el jefe del departamento de medicina y los coordinadores anterior y actual de las prácticas clínicas de la facultad de medicina de la Universidad Libanesa no respondieron a las repetidas solicitudes de entrevista por correo electrónico y llamadas telefónicas. No estaban presentes en sus despachos en el momento de la visita; un conserje explicó que los administradores y el personal sólo trabajan en el campus un par de horas dos días a la semana. El director médico de un hospital privado negó las afirmaciones de los estudiantes, luego se retractó de sus respuestas con el pretexto de querer aclarar sus declaraciones durante una entrevista en persona, y después dejó de responder a nuevas llamadas.
Sin representación ni protección
La única estructura encargada oficialmente de proteger los derechos de los estudiantes es el consejo estudiantil de UL. Pero según los residentes que hablaron con The Public Source, la misma organización encargada de defenderlos está frenando y difuminando el impulso de la movilización estudiantil, con el fin de mantener la paz para la administración.
Los representantes estudiantiles de la universidad no son elegidos democráticamente, y la composición del consejo se basa en la representación sectaria: cada comunidad tiene dos representantes, cada uno de una secta diferente y afiliado a un partido político.
“Personalmente, no creo que [los representantes de los estudiantes] logren favorecernos en algún momento”, dice Majd a The Public Source.
Una antigua representante estudiantil que habló con The Public Source dice que su rol se limitaba a transmitir mensajes de los estudiantes a la administración, gestionar cuestiones logísticas como la fijación de calendarios de exámenes, la impresión y distribución de lecciones y la coordinación de grupos de trabajo, así como la organización de actos sociales.
“Antes nos ocupábamos de cuestiones más generales. Por ejemplo, si a los estudiantes les apetecía organizar una cena de gala o un acto benéfico, por supuesto que les ayudábamos. Recuerdo que poníamos un árbol de Navidad y un pesebre con Jesús. Para la Ashura, los chicos se vestían de negro. Solíamos recordar y respetar los rituales de los demás” comentó
Perla Nader, que asumió el rol entre 2013 a 2019, cuenta a The Public Source que fue elegida por la promoción de estudiantes de Medicina de más edad para representar a los alumnos de su clase a lo largo del programa.
“El ritual en la UL siempre consiste en tener a dos personas como representantes de la comunidad, una mujer cristiana y un hombre musulmán para una representación equitativa”, cuenta Nader a The Public Source.
“Normalmente se celebran elecciones, pero me dijeron que en la UL, especialmente en el [campus] de Hadath, las elecciones son muy delicadas y podrían crear problemas”, afirma.
La falta de agencia real de los representantes de los estudiantes se agrava aún más por el hecho de que no son capaces de hacer un seguimiento de las luchas a las que se enfrentan los estudiantes una vez que se dispersan por distintos hospitales para hacer sus prácticas.
“No sabemos lo que dice la política interna o la descripción del trabajo del hospital. Nosotros, como estudiantes, no sabemos lo que dicen esos contratos, explica a The Public Source.
Al mismo tiempo, los estudiantes de medicina no pueden afiliarse a la Orden Libanesa de Médicos antes de obtener el título de doctor, en otras palabras, al final de su séptimo año, lo que les priva de otro cauce para exigir sus derechos. Incluso como residentes, la mayoría se mantiene al margen del sindicato debido a los largos trámites y a unas cuotas inasequibles.
“Creo que la Orden de Médicos debería desempeñar un rol, porque es inaceptable tratar así a los estudiantes de medicina que pronto se convertirán en médicos”, argumenta Sammour.
Señala que el trabajo sindical no sólo se basa en el conocimiento de los derechos laborales, sino sobre todo en la solidaridad.
“La solidaridad es el pilar sobre el que se asienta el trabajo sindical. Esta conciencia aún está cristalizando y todavía no llega al punto en que pueda oponerse con firmeza al sectarismo que echó raíces firmes en la identidad libanesa debido al sistema político y económico vigente. Los movimientos estudiantiles son más eficaces que los sindicatos a la hora de luchar por los derechos de los estudiantes, porque los propios estudiantes conocen mejor sus intereses y pueden expresar sus reivindicaciones” añade Sammour.
Desilusionados por el sistema
La falta de formación y orientación, unida a la ausencia de protección tanto por parte del alumnado como del sindicato profesional, hizo que muchos estudiantes de medicina de UL no se sientan preparados para incorporarse oficialmente al cuerpo médico.
Majd y Nour terminaron sus prácticas hospitalarias de dos años y se doctoraron. Ahora que son residentes, aún se sienten incapaces de asumir todas las responsabilidades que se les impusieron, pero se las arreglan porque la atención a los pacientes depende casi exclusivamente de ellos.
“Quieren que tomemos decisiones de vida o muerte [por nuestra cuenta] para evitar que llamemos y despertemos a un médico por la noche”, dice Majd a The Public Source.
Ambos están considerando distintas vías en el sector paramédico, alejadas de la práctica médica.
Majd decidió terminar su residencia para obtener un diploma antes de incorporarse a otro programa no médico. Dice que esperaba un mayor seguimiento y una formación más rigurosa. “Nos envían a hospitales universitarios, que son hospitales docentes, y ni siquiera recibimos la formación que se supone que debemos recibir. Sinceramente, ya no me gusta ejercer la medicina. Apenas me pagan, apenas puedo ir a trabajar por los precios del combustible, no existe motivación para ir a trabajar. Es como estar esclavizado”.
Nour quería ser médico para ayudar a la gente necesitada. Ahora, dice ser consciente de que, en el mundo real, las cosas no salen como uno espera. “Vemos injusticias e injusticias y no podemos hacer nada al respecto”.
Cuando se le pregunta en qué se diferencia su experiencia de lo que esperaba cuando empezó, Nour se burla de la pregunta, “cómo iba a saberlo. No lo habría creído si alguien me hubiera dicho que esto es así. Siento que sé trabajar y que soy buena en mi trabajo, pero en el fondo me siento como una charlatana”.
Nour investigó por su cuenta para paliar la falta de orientación y apoyo, pero no pudo sustituir a una formación adecuada.
Ahora, su sueño es encontrar la forma de cambiar de raíz el sistema sanitario.
“No quiero idealizar el trabajo como criterio para evaluar a una persona. Trabajar muchas horas, estar muy estresado, tomar decisiones peligrosas de vida o muerte, no es algo que deba idealizarse. Es estrés innecesario, es peligroso para uno mismo y para los demás, y perpetúa una cadena de abusos. El respeto que se supone que debes recibir como médico no lo mejora ni cambia el hecho de que no me compensen adecuadamente ni me traten con respeto en mi trabajo”, afirma la doctora.
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Yara El Murr es periodista y documentalista y con residencia en Beirut. Se dedica a temas de salud y medio ambiente, pero también investiga sobre iniciativas laborales y populares, y el legado de la guerra civil en el Líbano.
Layla Yammine es una periodista independiente y editora residente en Beirut. Licenciada en Periodismo por la Universidad Libanesa. Investigadora en asuntos políticos, derechos humanos, empoderamiento de mujeres y jóvenes, cultura y temas sociales.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The Public Source el 22 de marzo de 2022.