Por Sami Atallah para The Policy Initiative
El 15 de mayo de 2022, Líbano celebró sus primeras elecciones parlamentarias desde el levantamiento nacional de 2019. Mientras los partidos políticos gastan frenéticamente dinero en sus campañas, los grupos antisistema se apresuran a formar alianzas electorales.
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Aunque las elecciones se celebraron en circunstancias logísticas difíciles, cabe destacar tres aspectos clave: en primer lugar, mientras que Hezbolá mantuvo sus 13 escaños, sus aliados, a saber, Amal, el Movimiento Patriótico Libre (MPL) y el Partido Democrático Libanés (PDL) perdieron bastantes; en segundo lugar, las Fuerzas Libanesas (FL) consiguieron ganar cuatro escaños más, suficientes para desafiar al MLP, su rival cristiano, en lo que respecta al liderazgo de la comunidad y por último, los grupos de la oposición lo hicieron sorprendentemente bien, ganando 13 escaños y expulsando del poder a muchas cabezas conocidas. Aunque está claro que los resultados de las elecciones reflejan el descontento de los libaneses con la vieja guardia, la rivalidad entre las élites también salvó a los grupos de la oposición de su fragmentación potencialmente perjudicial, y contribuyó a que un número considerable de sus candidatos cruce finalmente la línea de meta.
Es más probable que los dos primeros resultados conduzcan a la parálisis política, y son más bien intrascendentes en relación a un cambio positivo en cuestiones socioeconómicas. Aunque el tercer resultado parece prometedor a primera vista, la probabilidad de que los miembros del grupo de la oposición desarrollen un frente común es cuestionable, lo que, junto con sus diferentes posiciones políticas, predice un futuro menos esperanzador.
Empecemos por el campo electoral de Hezbolá. Además de mantener sus escaños, el partido aseguró más votos para sus candidatos en comparación con las elecciones de 2018. Sin embargo, este no fue el caso de los aliados de Hezbolá. Por ejemplo, el movimiento Amal, encabezado por el presidente del Parlamento, Nabih Berri, perdió dos escaños. El Movimiento Patriótico Libre, el partido del Presidente Michel Aoun, también perdió tres escaños. Marada, dirigido por Sleiman Frangieh, aspirante a la presidencia, perdió dos escaños. Arslan, jefe del Partido Democrático Libanés, perdió su escaño en Aley. Otras figuras políticas clave como Eli Ferzli, vicepresidente del parlamento, Faysal Karami, miembro de una familia política establecida, y Asad Hardan, del Partido Social Nacional Sirio (PSNS), también perdieron sus escaños. Aunque Jamil Sayyed, cercano a Bashar Assad y que se presentó en la lista de Hezbolá, fue elegido, lo hizo con muchos menos votos en comparación con 2018.
Este resultado podría deberse a la incapacidad de Hezbolá para superar el descontento de los votantes en el apoyo a sus aliados, o más bien, una causa más probable, una decisión que tomó para cortar las alas del bando pro-sirio en la alianza del 8 de marzo con el objetivo de limitar sus maniobras en los asuntos internos, posiblemente en previsión del desarrollo regional entre Siria y los países del Golfo. Aunque esto pueda parecer contraintuitivo, el partido no necesita especialmente una mayoría en el Parlamento para mantener su hegemonía, ya que el estatus ineludible de sus armas está infamemente fuera de la institución del Estado. Irónicamente, estas armas fueron utilizadas convenientemente, tanto por Hezbolá como por sus oponentes, para movilizar al electorado hacia sus propios fines.
En lo que respecta al FL, el partido consiguió añadir cuatro escaños a su bloque, convirtiéndose en el mayor partido del Parlamento, con un total de 18 escaños de los 128. También aumentó su voto popular en un 18% en comparación con 2018, al mismo tiempo que amplió su presencia geográfica a Jezzine, en el sur, arrebatando escaños a su rival, el MPL. Este éxito repercutirá sin duda en las elecciones presidenciales, ya que FL puede afirmar ahora, previsiblemente, que es el representante legítimo de la comunidad cristiana. En cuanto al MPL, además de perder escaños y votos, parece enfrentarse a conflictos internos entre sus miembros, principalmente entre los que se alinean con su jefe, Gebran Bassil, y los que se oponen a él.
Sin embargo, el resultado de esta rivalidad será intrascendente, ya que el FL, al igual que el MPL, sigue formando parte del actual aparato institucional político y del statu quo. En última instancia, FL hizo una campaña vehemente contra las armas de Hezbolá, y su programa socioeconómico no difiere de su rival del MPL y de otros partidos gobernantes. Por poner un ejemplo relevante, el partido participó en la comisión parlamentaria de investigación —que también incluía a miembros del MPL, Hezbolá, Amal, el Movimiento del Futuro, el Partido Socialista Progresista, el Movimiento por la Independencia y Azm—, que obstruyó el plan de recuperación económica de Diab, que de haberse aplicado habría protegido a los depositantes. La consecuencia de esta obstrucción fue terrible para la sociedad en general, provocando niveles de pobreza y emigración sin precedentes. Al igual que el MPL, también votó sobre la prórroga del mandato del gobernador del Banco Central, Riad Salameh, el responsable de transformar la economía libanesa en un esquema Ponzi salvajemente destructivo.
En cualquier caso, la mayor victoria se la llevaron los grupos antisistema. Aunque participaron en las elecciones para competir con los partidos gobernantes, también compitieron entre sí en 11 distritos, y sólo consiguieron unirse en cuatro: Sur 2, Sur 3, Norte 3 y Monte Líbano 2. No obstante, ganaron 13 escaños en siete de los 15 distritos: dos en Beirut 1, tres en Beirut 2, tres en Monte Líbano 4, uno en Sur 1, dos en Sur 3, uno en Norte 2, así como uno en Norte 3. Se apoderaron de esos escaños seis partidos: Marada, MPL, Movimiento del Futuro, PDL, PSNS y Amal.
Esta victoria no se limita a los que obtuvieron los escaños. La campaña dirigida por Jad Ghosn en la región de Metn contra los partidos tradicionales y los zaims (N.d.T.: la palabra árabe zaims designa al líder una milicia irregular) en el poder surgió como algo igualmente significativo. Aunque Ghosn no consiguió finalmente un escaño en el Parlamento, quedándose corto por 88 votos, su plataforma socioeconómica resonó bien entre el electorado, lo que le valió 8.526 votos preferenciales, superando numéricamente a Ibrahim Kannan, del MPL con 5.513 votos, y no estuvo lejos de los 10.486 votos que obtuvo el líder del partido Kateab, Samy Gemayel, en su propio bastión regional.
En última instancia, la rivalidad dentro de la élite terminó siendo increíblemente beneficiosa para la oposición. Saad Hariri, el jefe del partido del Movimiento del Futuro, se retiró pronto de la carrera, lo que provocó que sus competidores tradicionales, tanto fuera como dentro de su propio partido, intentarán hacerse con esos votos, fracasando en su mayor parte. Fouad Makhzoumi, que esperaba conseguir más escaños en el distrito de 11 plazas de Beirut 2, apenas mantuvo sus cifras anteriores, a pesar del dinero que gastó en su campaña. Fouad Seniora, ex Primer Ministro y rival interno de Hariri, tampoco consiguió ningún escaño para la lista que apoyaba. Un posible análisis de esto es que Hariri optó por dirigir los votos a los grupos de la oposición, en un esfuerzo por evitar que sus rivales inmediatos ganen terreno, al menos hasta su eventual regreso a la política.
El grupo de oposición de Chouf Aley (Monte Líbano 4) también puede haberse beneficiado de la rivalidad entre el líder druso Walid Jumblatt y su tradicional competidor Talal Arslan. Aunque Jumblatt suele dejar espacio a Arslan, esta vez optó por excluirlo para ofrecer a su hijo, Taymour, la oportunidad de madurar políticamente y asumir el mando del partido. De este modo, su posición se alinea con la de Hezbolá, ya que ambos están interesados en expulsar del Parlamento a Talal Arslan y Wiam Wahhab, ambos pro-sirios.
En resumen, nuestro nuevo Parlamento se compone de tres grupos. El primero incluye a los partidos políticos tradicionales, un total de 100 escaños distribuidos de la siguiente manera: 18 para el FL, 17 para el MPL, 14 para Amal, 13 para Hezbolá, ocho para el PSP y 30 para otros partidos más pequeños y personas aliadas a ellos. El segundo grupo es el de los grupos tradicionales de la oposición, compuesto por 15 miembros: cuatro pertenecientes al partido Kataeb, ocho para diputados independientes y los tres restantes para partidos más pequeños. El tercero es, por supuesto, el antisistema, con 13 escaños.
Los antisistema se enfrentarán pronto a tres conjuntos de desafíos. El primero, en la elección de un portavoz y el nombramiento de un Primer Ministro. El segundo, en establecer una agenda que impulse proyectos de ley clave que puedan hacer frente a la crisis económica y social libanesa. Por último, en la supervisión general del gobierno y otros organismos de forma inmediata, garantizando el inicio de la investigación sobre la explosión del puerto de Beirut.
Esta capacidad de activar eficazmente la autoridad del Parlamento depende de que los antisistema establezcan una visión clara para su mandato de cuatro años como un bloque coherente; se trata de una responsabilidad crítica que se avecina y que tendrá graves repercusiones en caso de fracaso.
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Sami Atallah es el director y fundador de The Policy Initiative. Fue director del Centro Libanés de Estudios Políticos desde enero de 2011 hasta diciembre de 2020. Magíster en Economía Internacional y del Desarrollo por la Universidad de Yale, y en Métodos Cuantitativos por la Universidad de Columbia y un doctorado en Política por la Universidad de Nueva York.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The Policy Initiative el 21 de mayo de 2022.