Por Hussain Abdul Hussain para Arabnews
Después de que los políticos iraquíes dieran al traste con su estado, anteponiendo el yo al país, el viaje del presidente Joe Biden a Arabia Saudí ofrece a los iraquíes la oportunidad de arreglar las cosas. Y por la misma razón ofrece a Estados Unidos la oportunidad de volver a conectar con los aliados iraquíes, sin los cuales contener a Irán podría resultar arduo.
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Irak fue en su día la máxima prioridad de la única superpotencia mundial. En el Departamento de Estado de EEUU, más de 100 diplomáticos trabajaban en el “escritorio de Irak”. Pero a medida que el cansancio de Irak se fue imponiendo, el número se redujo a sólo un puñado.
La despreocupación de Estados Unidos hacia el estratégicamente importante Irak es injustificable. El país es uno de los mayores productores de petróleo del planeta, en un momento en que el mundo busca desesperadamente alternativas al suministro energético ruso antes del invierno.
Irak también puede desempeñar un papel decisivo en la disuasión de lo que la Casa Blanca llama las amenazas de Irán en la región.
Frente a las asfixiantes sanciones de Estados Unidos sobre su economía, Teherán esquilmó a los iraquíes, desviando miles de millones de dólares que Bagdad recauda de los ingresos del petróleo. En 2021, el tesoro iraquí recaudó 75.000 millones de dólares, pero el banco central del país apenas pudo defender su moneda local contra la depreciación. A través de pequeñas tiendas de cambio, Teherán consiguió retirar miles de millones de divisas subastadas por el banco central iraquí para defender el dinar.
Irán también obligó al gobierno iraquí a financiar a las milicias pro-Teherán – iraquíes, libanesas, sirias y afganas – que luchan en las guerras de Irán en toda la región. Cuando el régimen iraní quiso apuntalar las fortunas de Hezbolá debido a la caída libre de la economía libanesa, Teherán dio instrucciones a Bagdad para que suministrara a Beirut envíos de petróleo que mantuvieron las luces encendidas en Líbano, aunque sólo durante una hora al día.
Que Estados Unidos se comporte como si Irak fuera un avispero que es mejor no tocar es pretender que Washington pueda construir una alianza en Oriente Medio para contener a Irán sin reclutar aliados en Irak.
Hasta ahora, Washington hizo un pésimo trabajo para mantener a sus amigos iraquíes. Cuando el ex presidente Barack Obama asumió el cargo en 2009, arrojó a las fuerzas suníes del Sahwat bajo el autobús, permitiendo que el ex primer ministro Nouri Al-Maliki, un chiíta, fuera tras ellos, contribuyendo así al ascenso de Daesh.
Desde la guerra contra Daesh, el equipo de Obama -ahora de nuevo en el cargo con Biden defraudó al Partido Democrático del Kurdistán, que demostró ser el aliado estadounidense más fiable en las últimas décadas. Los kurdos de Irak desempeñaron un papel importante para frenar la expansión de Daesh durante las primeras semanas de la milicia y antes de que Washington pudiera reunir suficientes fuerzas para hacer retroceder al grupo terrorista.
Cuando Washington se desprendió de sus aliados iraquíes y se hizo el simpático con Teherán, por temor a que la presión pudiera obstruir las conversaciones nucleares, ya estancadas, las fuerzas antiiraníes en Irak se mantuvieron bajas.
Sin embargo, afortunadamente, los aliados de Estados Unidos -principalmente Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos- no renunciaron a los iraquíes. Al invitar al primer ministro en funciones de Irak, Mustafa Al-Kadhimi, a asistir a la cumbre del CCG+3 con Biden en Jeddah el sábado, Riad ofreció a Estados Unidos otra oportunidad de volver a conectar con los iraquíes.
Si Biden aprovechara esta oportunidad y celebrara una reunión bilateral con Al-Kadhimi al margen de la cumbre de Jeddah, el presidente estadounidense debería hacer saber al primer ministro iraquí que Estados Unidos sigue invirtiendo en Irak y que apoyará todos sus esfuerzos por recuperar la soberanía mediante la disolución de las milicias proiraníes.
Biden también debería decirle a Al-Kadhimi que el mundo está observando y que las leyes imbéciles, como la que criminaliza la inexistente normalización con Israel, no tienen cabida en el mundo de los adultos y en una región que se acerca a la paz y a la integración regional en materia de defensa y economía.
El presidente estadounidense también debería hacer saber a su homólogo iraquí y al mundo que Estados Unidos se toma en serio lo de facilitar la producción de energía para aliviar la escasez mundial y mitigar la inflación. Esto incluye apoyarse en Al-Kadhimi para que ponga fin al acoso de Bagdad al Kurdistán iraquí y le permita bombear gas a Turquía e Irak.
También puede decirle a su interlocutor iraquí que, si el gobierno iraquí no suministra a la guardia nacional kurda, los Peshmerga, las armas adecuadas, Washington lo hará.
Un primer ministro iraquí en funciones, sin un bloque parlamentario que lo respalde, quizá no pueda hacer ninguna promesa a Biden. Pero el presidente estadounidense puede aprovechar la ocasión para hacer saber que Estados Unidos está de vuelta en la región y que su regreso incluye el impulso a los aliados en Irak y la ayuda para hacer frente al acoso de Irán.
El renovado interés estadounidense en Irak no debería hacer descarrilar las conversaciones nucleares con Irán. Si Teherán cree que sí, entonces el régimen debería ser bienvenido a ampliar las negociaciones para incluir -además de sus ambiciones nucleares- sus milicias y sus misiles balísticos, una conversación que Irán se negó a mantener durante mucho tiempo.
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Hussain Abdul-Hussain es investigador de la Fundación para la Defensa de las Democracias, un instituto de investigación no partidista con sede en Washington, DC, centrado en la seguridad nacional y la política exterior.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arabnews el 15 de julio de 2022.