Por Christiane Waked para New Eastern Politics
Mientras yo deambulaba por su taller, Simon comienza a describir con precisión y una pasión reluciente, los detalles del trabajo de sus compañeros artistas. Conoce la historia de cada uno vívidamente. Simon siente una inmensa admiración por el talento único de cada uno. Puedo darme cuenta, sin embargo, de que sus elogios y críticas a su trabajo son genuinos y sin prejuicios.
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Simon comienza con orgullo a mostrarme su colección y empiezo a reconocer a algunos de estos artistas. Luego comienza a hablar sobre la historia de las artes libanesas. ¡Nunca había conocido a alguien tan plenamente consciente de nuestra identidad en términos de arte!
Simon es verdaderamente un guardián del legado artístico del Líbano, pero lo interrumpo amablemente: “Enfoquémonos en vos hoy”.
Sonríe humildemente y siento que es casi tímido por las emociones que estoy teniendo, encontrándome completamente perdida mirando las pinturas del propio Simon. Suspiré y sonreí. “Joven, me acabas de dar un ojorgasmo” (n.d.t.: eyegasm, palabra construida mediante la conjunción de las palabras ojo y orgasmo en inglés), sonrío.
Se sonroja, cambiando rápidamente de tema, preguntándome qué me gustaría beber. “Servime un poco de vino”, le respondo mientras lo evalúo. Su ropa negra, su barba, y su mirada y comportamiento tranquilos y serenos me hacían sentir como en presencia de un monje sabio.
Te llamaré “mi monje del arte amarillo”, anuncio alegremente. Él responde: “¡Me encanta el amarillo! Lo uso mucho”.
Sonrío y menciono que muy pocos pintores se atreven a destacar con amarillo, es un color atrevido. Tomo un encendedor y le muestro que el fuego no tiene sombra. Tu amarillo salva tus pinturas de su lado oscuro, yo lo reflejo, Simon, llevás la mirada a un viaje por un túnel, hacia la luz, y yo quiero solo quedarme un rato. Como un niño en la playa, con solo una piscina de rocas más por explorar o una espectacular concha marina por encontrar.
Simon me susurra: “disfrutá el momento, porque cada vez que pinto, vengo a visitar un estado que me arroja a un momento lúcido antes de serme arrebatado de nuevo”.
Le recuerdo la cita de René Char: “la lucidez es la herida más cercana al sol”
Me muestra sus nuevas pinturas que se enfocan en capturar el momento. Todos son retratos con rostros desvanecidos. Me cuenta que le gusta tomar café afuera y mirar los rostros de los peatones y tratar de recordarlos cuando regresen. Me muestra esos rostros borrosos, que me recuerdan lo imprecisa que puede ser nuestra memoria. Una palabra me viene a la mente de la nada: ‘Alzheimer’. ¿Está tratando de capturar algo atrapado en el pasado, me pregunto?
Simon es magnífico con los colores que usa y sus pinturas son nítidas, ya que le gusta pintar con un cuchillo. Agudo como la verdad y agitado, pero tan silencioso como nuestra memoria.
Empieza a hablar de sus musas, sus gestos se vuelven más agitados, ya que las está pintando de vuelta, pero a través de las palabras.
Simon es un dador natural y mientras hablaba, sentí que ambos conectamos y que ya no era solo una entrevista.
Simon, con genuino cuidado, comenzó a compartir conmigo su vasto e impresionante conocimiento. Primero empezó por compartir una intensa y brillante comprensión de las artistas femeninas libanesas que habían fallecido y, a las que lamentablemente se les dio poco crédito por el trabajo de su vida.
Artistas como Cici Sursock, que solía vagar de casa en casa en busca de las familias ricas de Beirut, para pintar hermosos retratos mientras recitaba historias. Cita su famosa frase: “Ahora es el momento de callar porque tengo que pintar los ojos”.
Luego habla de otra artista femenina, Helene El Khal, que era monocromática en su estilo y, en ese entonces, era ridiculizada por ser demasiado vanguardista.
Mientras continuamos nuestra conversación, lo que más me llama la atención son sus ojos, están llenos de ternura y es abrumador.
La mayoría de los artistas parecen infligidos con una herida narcisista en algún lugar profundo, sin embargo, Simon parece ser dueño de sus heridas y sanó y creció a partir de ellas.
Me cuenta sobre cómo creó la galería de talentos libanesa para ayudar a los jóvenes artistas marginados que no se benefician de ningún apoyo. Me muestra de nuevo el trabajo de algunos de estos artistas. Agregando: “Quiero que todos puedan comprar arte, necesitamos democratizarla y unificar los precios. Quiero mostrarle al mundo que tenemos una identidad artística libanesa”.
Simon quiere ser la voz de estos artistas, pero también quiere poder expresar su propio ‘yo’ a través de sus pinturas. Una de sus exposiciones pasadas se basó en la metamorfosis de los gritos, basada en el carácter dominante y recesivo de Kafka.
“Esa voz que mantenemos en silencio en nuestra naturaleza recesiva, quería hacerla ruidosa en mis pinturas”, expresa.
Me interrumpe mientras yo sonreía: “Ves Christiane, la sonrisa que me acabás de ofrecer es una voz que viene de otra parte”.
Mientras escucho a Simón, mi mente divaga y por un instante regresar al Líbano después de 17 años en el extranjero tuvo mucho más sentido y finalmente sentí que estaba en casa.
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Christiane Waked es Magíster en Filosofía Política y Filosofía del Arte y Estudios Religiosos por la Universidad Vincennes Saint Denis (Paris VIII), consultora y analista de geopolítica.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por New Eastern Politics el 17 de junio de 2021.