Por Yeghia Tashjian para New Eastern Politics
El 4 de agosto de 2020, alrededor de las 18:00, una enorme explosión provocada por material químico sacudió Beirut y sus ciudades aledañas. El Puerto de Beirut ya no existía. Pero la destrucción no se limitó al Puerto; las zonas que rodean el lugar de la explosión, a lo largo de la famosa y cosmopolita calle Armenia, poblada por armenios y otras sectas cristianas, desde Mar Mekhael hasta Nueva Hadjen, Bourj Hammoud y Achrafieh, sufrieron graves daños. Bares, restaurantes, tiendas, industrias y zonas residenciales sufrieron daños totales o parciales. Como resultado, más de 200 personas murieron y unas 7.500 resultaron heridas. La tragedia provocada por el hombre sacudió gravemente a la comunidad armenia, que perdió el corazón industrial y empresarial de su clase media.
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Varanta Yacoubian fue una víctima de la explosión de Beirut. Estaba en Mar Mikhael, cerca del Puerto, estudiando dentro de una cafetería. Resultó herida, se salvó por muy poco y se encuentra aún traumatizada como miles de libaneses.
Hrag Avedanian estaba trabajando cuando ocurrió la explosión. Por un momento, pensó que estaba viviendo en una zona de guerra. Para llegar a casa, recorrió su ruta diaria por el centro, las calles Gouraud y Armenia. “Las concurridas calles antes conocidas por sus edificios históricos, centros de exposiciones, bares y restaurantes ya no existían. Todavía recuerdo imágenes de las escenas que vi aquella noche. Fue el paseo más difícil que hice nunca. Era una película de terror. Destrucción total. Sangre. Gritos. Llantos. Ambulancias. Convoyes militares. Ciudadanos confundidos. Búsqueda y rescate. Sirenas y alarmas. Muchas, muchas sirenas”, explicó Avedanian.
Avedanian fue uno de los jóvenes que se ofreció inmediatamente como voluntario. Al día siguiente, cientos de voluntarios salieron a la calle para ayudar a limpiar casas, tiendas, aceras para permitir el paso de los automóviles. Con un equipo de expertos, ayudó a lanzar “Juntos por el Líbano – TFL 2020”. Consiguieron recaudar unos 100.000 dólares para arreglar puertas, ventanas y cristales para reconstruir las casas. El equipo también se asoció con un centro médico-social local para proporcionar asistencia médica gratuita y citas a domicilio a las víctimas de la explosión. Avedanian recuerda su primera visita a la Iglesia Apostólica Armenia de Surp Hagop, en Achrafieh, después de la explosión. Fue una experiencia abrumadora y emotiva para él. Se estaban cantando oraciones en una estructura sin puertas ni ventanas. Los armenios del lugar, con máscaras, estaban sentados en lo que quedaba de los bancos, conteniendo las lágrimas mientras la iglesia cantaba “Der Voghormia” (Señor, ten piedad).
Los sectores industriales y empresariales de las zonas armenias de Beirut se vieron muy afectados por la crisis financiera y la explosión. Muchas familias armenias comenzaron a emigrar, reduciendo la clase media. Para atender las necesidades de la comunidad, cada centro local del comité de la Federación Revolucionaria Armenia (FRA) se convirtió en un centro de bienestar social. Los comités empezaron a distribuir comidas calientes, productos médicos y recursos económicos a las familias desfavorecidas. Gracias a la gran comunidad internacional de la FRA, se organizaron colectas de fondos en Estados Unidos, Europa y Australia para enviar dinero. El 12 de agosto también se creó la Comisión de Rehabilitación Libanesa-Armenia para evaluar, compensar y reconstruir. La comisión tenía como objetivo recuperar y facilitar la rehabilitación de los armenios. Está formada por representantes de las comunidades armenia apostólica, católica y evangélica, así como por partidos políticos armenios y organizaciones humanitarias. Funciona bajo la dirección del catolicismo. Un grupo de ingenieros visitó las zonas dañadas y evaluó las propiedades armenias. Casi 3.000 casas y 1.500 negocios y tiendas resultaron dañados.
Los líderes de la comunidad, a menudo impulsados por la FRA, hicieron todo lo posible por movilizar los recursos locales y del partido para apoyar a las familias armenias necesitadas que sufrían por la pandemia del COVID-19 y la crisis financiera. Para luchar contra la pandemia y movilizar a la comunidad, el Comité Central de la FRA se reunió con las instituciones sociales y sanitarias armenias y estableció el Comité de Crisis de Coronavirus del Líbano, a finales de febrero de 2020. La principal tarea del comité fue concientizar en las redes sociales sobre los peligros de la pandemia y ayudar a los armenios infectados. Pronto se produjo una coordinación entre todos los partidos políticos, la Unión General Armenia de Beneficencia (UGAB), las organizaciones, las iglesias y el Comité de Crisis del Coronavirus del Líbano, donde gracias a sus esfuerzos, muchos armenios ingresaron en los hospitales públicos de forma gratuita. El comité distribuyó mascarillas y paquetes de limpieza antibacteriana, para que los vecinos e instituciones armenias se limpiasen y desinfectasen semanalmente. Pronto se abrieron clínicas de salud en los centros comunitarios armenios. El comité también proporcionó alojamiento gratuito al personal médico armenio que trabajaba en el hospital. Lamentablemente, uno de los cofundadores del comité, el Dr. Sahak Keshishian, que ayudaba a los miembros de la comunidad infectados, murió luchando contra el COVID-19. Se realizaron más de siete mil pruebas de PCR en los vecindarios armenios de forma gratuita. El comité influyó en la movilización de los jóvenes y los médicos para ayudar a las familias más necesitadas.
Sin embargo, el Líbano sigue hundiéndose. Los principales inversores y políticos comenzaron a transferir su dinero fuera del país. Como consecuencia, la consiguiente escasez de dólares afectó aún más a la economía; al no poder las empresas importadoras y los ciudadanos adquirir dólares estadounidenses al tipo de cambio oficial, surgió un mercado negro. El dólar estadounidense, que equivalía a unas 1.500 liras libanesas —tipo de cambio oficial—, se cotiza ahora a unas 23.500 liras en el mercado negro. Además de la hiperinflación, el desempleo y el aumento de la pobreza, hay una grave escasez de suministro eléctrico, medicamentos, combustible y gas. Los libaneses están literalmente al borde de la inanición.
Líbano está sufriendo una grave y prolongada recesión económica. El Banco Mundial estimó que el PIB del país se contrajo un 20,3% en 2020. Como las condiciones del sector financiero siguen deteriorándose, el World Bank Lebanon Economic Monitor informó en junio, que la crisis económica y financiera probablemente se sitúe entre los 10 primeros, posiblemente entre los tres primeros, episodios de crisis más graves a nivel mundial desde mediados del siglo XIX. El informe también mencionó que la pobreza superará el 50%. Los pobres y la clase media-baja necesitan apoyo económico urgente. Además, la incapacidad y la ausencia de una autoridad ejecutiva que funcione plenamente amenazan aún más las nefastas condiciones socioeconómicas y la frágil paz social, sin un punto de inflexión claro en el horizonte.
Para añadir más humillación a esta miserable situación, los libaneses esperan durante horas frente a las gasolineras para cargar gasolina a sus coches, se pelean por un trozo de pan o de leche o ruegan al farmacéutico que les proporcione medicamentos y leche en polvo para sus hijos. Los nuevos licenciados universitarios, médicos y profesores abandonan el país; la clase media tradicional se evapora.
La comunidad armenia también se está reduciendo y su existencia política, económica y física depende del nuevo sistema político-económico que está surgiendo en el Líbano. Sin embargo, ¿sobrevivirá la comunidad hasta entonces? ¿Desaparecerá por completo la clase media tradicional, que era la columna vertebral del comunitarismo? ¿Sustituirá el individualismo, la supervivencia del individuo, al comunitarismo, principal dinamizador del trabajo en grupo y de la movilización popular? Responder a estas preguntas es doloroso, pero está claro que la dinámica comunidad armenia-libanesa, antes conocida como el corazón de la diáspora armenia, está dando sus últimos coletazos, esperando un milagro que salve al Líbano.
La juventud ya está desesperada. Algunos están emigrando y no son tan optimistas sobre el futuro del país. Yacoubian, como la mayoría de los libaneses, se pregunta si encontrará a los responsables y si se hará justicia. A pesar de que no es optimista sobre el futuro del Líbano, insiste en que la juventud debe seguir luchando hasta que se haga justicia y los autores de la explosión rindan cuentas. Avedanian tampoco es optimista sobre el futuro del Líbano. Afirma que el daño que sufrió Beirut está más allá de la capacidad de comprensión o de explicación. “Todo el mundo perdió una parte de su corazón. Todos murieron un poco. Este es un Estado fallido”, añadió. “No estamos gobernados por gobiernos o parlamentos, sino por una red de élites corruptas que utilizan fondos públicos inexistentes para financiar sus redes clientelares, comprar lealtades y hacer crecer su riqueza personal. Un año después y no hay ni una pizca de justicia”, sentenció.
Pasó un año y una nación devastada sigue esperando que se haga justicia.
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Yeghia Tashjian es analista e investigador regional. Se graduó en Políticas Públicas y Asuntos Internacionales en la Universidad Americana de Beirut. Se licenció en Ciencias Políticas en la Universidad de Haigazian en 2013. Fundó el foro/blog New Eastern Politics en 2010. Fue asistente de investigación en el Centro de Investigación de la Diáspora Armenia de la Universidad Haigazian.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por New Eastern Politics el 4 de agosto de 2021.