Por Djavad Salehi Isfahani para Al Bawaba
Los moderados iraníes, que controlaron la presidencia durante 24 de los últimos 32 años, están a punto de perder el poder en las urnas. La culpa reposa sobre una persona: el ex Presidente estadounidense Donald Trump.
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En 2018, Trump se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear con Irán de 2015 (Plan de Acción Integral Conjunto o PAIC) y volvió a imponer duras sanciones económicas a la República Islámica. Irán no había violado los términos del PAIC. Trump simplemente quería forzar más concesiones a sus líderes, o incluso crear suficiente aflicción económica para provocar un cambio de régimen.
Trump logró impulsar un cambio político en Irán, pero no el que él quería. Los antioccidentales intransigentes arrasaron en las elecciones parlamentarias del año pasado, aplastando a sus rivales moderados y reformistas. Ahora, Irán se dirige a una elección presidencial en junio y la derrota de los políticos moderados alineados con el Presidente saliente, Hassan Rouhani, defensor del PAIC, es casi segura.
Rouhani apostó su reputación al PAIC. Ganó la presidencia en 2013 con la promesa de que, al asegurar un acuerdo nuclear con Occidente, finalmente liberaría a Irán de las sanciones económicas paralizantes que provocaron un sufrimiento incalculable en el país. Esta promesa fue particularmente convincente para la clase media iraní, ansiosa por el cambio.
Irán debe su clase media en gran parte a presidentes reformistas anteriores. De 1989 a 2005, Akbar Hashemi Rafsanjani y Mohammad Khatami transformaron la economía del país, encadenada por el racionamiento y la propiedad pública, en una economía de mercado con un sector privado vibrante. Sus reformas de mercado, junto con inversiones en infraestructura, sacaron de la pobreza a millones de iraníes. Entre 1995 y 2010, la clase media aumentó del 28 al 60 por ciento de la población, y la tasa de pobreza se desplomó del 33 al 7 por ciento.
Sin embargo, bajo el sucesor de Khatami las cosas empeoraron. El Presidente Mahmoud Ahmadinejad atrajo a los conservadores que consideraban al deseo de un estilo de vida occidental como contrario a los valores de la Revolución Islámica de 1979.
No es de extrañar que las relaciones con Occidente se deterioraran bajo Ahmadinejad. En 2010, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas presentó la Resolución 1929, imponiendo una nueva ronda de sanciones a Irán ante las preocupaciones de que no estaba cumpliendo con resoluciones anteriores, destinadas a garantizar la naturaleza pacífica de su programa nuclear. A esto le siguió el estancamiento económico.
El ascenso de Rouhani en 2013 equivalió a una revuelta de la clase media contra Ahmadinejad y la devastación económica que había provocado. Cuando adhirió al PAIC en 2015, las cosas empezaron a mejorar para Irán. Gracias a la flexibilización de las sanciones, la economía creció un enorme 13 por ciento en 2016 y otro 7 por ciento en 2017.
Animado por este progreso, Rouhani ganó las elecciones de 2017 por un margen aún mayor con el 57 por ciento de los votos, reflejando avances en distritos más ricos y ciudades más grandes. Esto no incluyó circunscripciones con poblaciones minoritarias significativas —sunitas, kurdas o árabes— que regularmente votan por candidatos que no están vinculados al clero chiíta ni a la Guardia Revolucionaria. En la zona más pudiente del país, Shemiranat, en el norte de Teherán, el caudal electoral de Rouhani aumentó del 49 al 79 por ciento.
El abandono del PAIC por parte de Trump lo cambió todo. Los conservadores iraníes aprovecharon la desintegración del acuerdo para convencer a la población de que los esfuerzos de Rouhani para comprometerse con Occidente fueron completamente equivocados. El Líder Supremo, el ayatolá Jamenei, incluso comenzó a presionar a favor de una ‘economía de resistencia’ que haría a Irán menos vulnerable a las sanciones.
La opinión pública iraní siguió su ejemplo. En 2015, cuando se firmó por primera vez el PAIC, tres de cada cuatro iraníes lo vieron favorablemente. Hoy, esa proporción se redujo al 51 por ciento.
En cuanto a las elecciones presidenciales, el ayatolá conservador Ebrahim Raisi, derrotado en 2017, es visto favorablemente por tres de cada cuatro iraníes, en comparación con uno de cada tres para Rouhani. La encuesta no incluyó al comandante de la Guardia Revolucionaria, Hossein Dehghan, quien también ingresó a la carrera presidencial.
Sin duda, Rouhani tiene algo de culpa por su popularidad decreciente. Los beneficios económicos que siguieron a la reducción de las sanciones beneficiaron de manera desproporcionada a los más ricos. Entre los primeros frutos del PAIC se encuentran 200 nuevos aviones de pasajeros para mejorar la experiencia de viaje del 1% de los iraníes que viajan al extranjero. Gané una apuesta de 100 dólares contra un amigo que esperaba vuelos directos entre Teherán y Nueva York para fines de 2015.
Además, en 2018, Rouhani anunció un fuerte aumento en el precio de la gasolina, medida que perjudicó desproporcionadamente a los pobres. Cuando Ahmadinejad hizo lo mismo en 2010, al menos ofreció transferencias de efectivo para ayudar a compensar el dolor económico. Rouhani no lo hizo y los iraníes dejaron en claro su descontento con disturbios a gran escala, aplastados por las fuerzas de seguridad.
Esta falta de respeto por la justicia económica significó que la breve recuperación provocada por el PAIC, aumentara el gasto real per cápita del 20 por ciento más rico de los perceptores de ingresos en un 15,6 por ciento, mientras que los gastos del 20 por ciento más pobre se redujeron un 4,9 por ciento. En el periodo 2018-2019, cuando la economía se contrajo, los estándares de vida en las zonas rurales se desplomaron un 15 por ciento, mientras que se mantuvo constante en Teherán y las áreas circundantes.
Los ‘halcones’ estadounidenses dicen que las sanciones de Trump le dieron a su sucesor, Joe Biden, influencia en las negociaciones que ahora tienen lugar en Viena para reiniciar el PAIC. Esto ignora la dinámica política iraní. En el país, los intransigentes dominan la Legislatura, el Ejército, el Poder Judicial y los medios de comunicación estatales. Una vez que asuman el Poder Ejecutivo en junio, las posibilidades de revivir el acuerdo nuclear y reparar las relaciones entre Irán y Occidente serán mínimas.
Sin embargo, no todas las esperanzas están perdidas para la administración Biden ni para Irán. Si bien es poco probable que las negociaciones puedan concluir en un nuevo acuerdo antes de las elecciones de junio, pueden aclarar el camino hacia la reactivación del PAIC. Eso dificultará que el próximo presidente abandone el acuerdo sin importar cuánto quiera.
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Djavad Salehi Isfahani es profesor de Economía en Virginia Tech, es investigador senior no residente de Economía Global y Desarrollo en la Brookings Institution e investigador del Foro de Investigación Económica en El Cairo.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al Bawaba el 9 de mayo de 2021.