Por Ramzy Baroud para Arab News
Últimamente, pudo escucharse repetidas veces la afirmación de que los días de la Autoridad Palestina (AP) están contados; especialmente después de la muerte del popular activista palestino Nizar Banat, el mes pasado, torturado a manos del personal de seguridad de la AP en la ciudad de Hebrón.
Sin embargo, la muerte -o “asesinato”, como lo describen algunos grupos palestinos de derechos humanos- de Banat no fue inusual. En las cárceles de la AP, la tortura es el modus operandi con el cual los interrogadores extraen “confesiones”. Los presos políticos bajo la custodia de la AP generalmente se dividen en dos grupos: aquellos sospechados por Israel de estar involucrados en actividades contra la ocupación; y quienes fueron detenidos por expresar críticas a la corrupción de la AP.
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En un informe de 2018, Human Rights Watch enumeró “decenas de arrestos” realizados por la Autoridad Palestina “por publicaciones críticas en plataformas de redes sociales”. Banat encaja perfectamente en esta categoría, ya que fue un activista persistente y franco cuyos numerosos videos y publicaciones en redes sociales expusieron y humillaron a los líderes de la AP. A diferencia de otros, nombró responsables y pidió medidas severas contra quienes malgastan los fondos públicos palestinos y traicionan las causas de su pueblo.
Banat fue arrestado por la policía palestina varias veces en el pasado. En mayo, hombres armados atacaron su casa con munición real, granadas aturdidoras y gases lacrimógenos. El activista responsabilizó al gobierno de Fatah por el ataque. Su última campaña en las redes sociales se centró en las dosis de vacunas contra el coronavirus casi vencidas que Israel ofreció a la AP el mes pasado. Debido a la presión pública de activistas como Banat, las autoridades palestinas se vieron obligadas a cancelar el acuerdo, promocionado inicialmente como un gesto positivo por parte del nuevo primer ministro israelí, Naftali Bennett.
El 24 de junio, cuando efectivos de la AP llegaron a la casa de Banat, la ferocidad de su violencia no tuvo precedentes. Su primo, Ammar, relató cómo unos 25 miembros del personal de seguridad allanaron la casa de Banat, lo rociaron con gas pimienta mientras él se encontraba en cama y “comenzaron a golpearlo con barras de hierro y bastones de madera”. Después de desnudarlo, lo arrastraron hasta un vehículo. Una hora y media después, la familia supo del destino de su hijo a través de un grupo de WhatsApp.
A pesar de la negación inicial, bajo la presión de miles de manifestantes en Cisjordania, la Autoridad Palestina se vio obligada a admitir que la muerte de Banat fue “antinatural”. El ministro de Justicia de la AP, Mohammed Al Shalaldeh, dijo a Palestine TV que un informe médico inicial señaló que Banat fue objeto de violencia física. Esta revelación supuestamente explosiva tenía como objetivo demostrar que la AP se encontraba dispuesta a examinar y asumir la responsabilidad de sus acciones. Sin embargo, esto es simplemente falso ya que, en primer lugar, la AP nunca se responsabilizó por su violencia pasada. En segundo lugar, la violencia es la piedra angular de su existencia. Las detenciones arbitrarias, la tortura y la represión de protestas pacíficas son sinónimos de la seguridad de la AP, como indicaron numerosos informes de grupos de derechos humanos, dentro de Palestina o a nivel internacional.
Entonces, ¿es cierto que los días de la Autoridad Palestina están contados? Para considerar esta pregunta, es importante examinar el fundamento detrás de su existencia y también comparar dicho propósito inicial con lo ocurrido.
La AP fue fundada en 1994 como una autoridad nacional de transición con el propósito de guiar al pueblo palestino a través del proceso que finalmente conduciría a la liberación nacional, después de las “negociaciones sobre el estatus final” que debían concluir a fines de 1999. Muchos años pasaron sin un solo logro político a nombre de la AP. Esto no significa que desde el punto de vista de su liderazgo e Israel, la AP fuera un fracaso total. Sigue cumpliendo el papel más importante que le fue confiado: la coordinación de la seguridad con la ocupación israelí. Esto significa proteger a los colonos judíos ilegales en Cisjordania y hacer el trabajo sucio de Israel en las áreas palestinas autónomas administradas por la AP. A cambio, recibe miles de millones de dólares de parte de “países donantes”, encabezados por Estados Unidos, y de los impuestos palestinos recolectados por Israel en nombre de la AP.
Ese mismo paradigma sigue funcionando, pero ¿durante cuánto tiempo más? Después de la revuelta de mayo, el pueblo palestino mostró una unidad nacional sin precedentes y una determinación que trascendió las divisiones entre facciones. Con audacia, demandaron la destitución del presidente palestino Mahmoud Abbas.
Desde aquellas protestas masivas de mayo, el discurso oficial de la AP se vio envuelto en confusión, desesperación y pánico. Sus funcionarios intentaron posicionarse como líderes revolucionarios. Hablaron de “resistencia”, “mártires” e incluso “revolución”, al mismo tiempo que renovaron su compromiso con el “proceso de paz” y la agenda estadounidense para Palestina.
En abril, cuando Washington reanudó su apoyo financiero al gobierno de Abbas, tras ser interrumpido por el ex presidente Donald Trump, la AP esperaba volver al status quo: relativa estabilidad, abundancia financiera y relevancia política. Sin embargo, el pueblo palestino parece haber avanzado, como lo demostraron las protestas masivas, que siempre se encontraron con la respuesta violenta de la seguridad de la AP en toda Cisjordania, incluida Ramallah, la sede de su poder.
Incluso las consignas cambiaron. Tras el asesinato de Banat, miles de manifestantes en Ramallah, representando a todos los sectores de la sociedad palestina, pidieron a Abbas, de 85 años, que se fuera. Se refirieron a sus rufianes de seguridad como baltajieh y shabeha, o matones, términos tomados de los manifestantes árabes durante los primeros años de las varias revueltas en Medio Oriente.
Este cambio discursivo apunta a un giro crítico en la relación entre los palestinos de a pie, envalentonados y listos para organizar una revuelta masiva contra la ocupación y el colonialismo israelíes, y su llamado liderazgo colaborador, corrupto y egoísta. Es importante señalar que ningún aspecto de esta AP goza de un ápice de credenciales democráticas. De hecho, el 30 de abril, Abbas canceló las elecciones generales programadas para celebrarse en Palestina en mayo, basándose en excusas débiles.
La AP demostró ser un obstáculo a la libertad palestina y no tiene credibilidad entre la población. Se aferra al poder solo gracias al apoyo externo. Si sus días están realmente contados o no dependerá de si el pueblo palestino demuestra que su voluntad colectiva es más fuerte que la AP y sus benefactores. La experiencia nos enseña que los palestinos finalmente prevalecerán.
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Ramzy Baroud es Doctor en Filosofía por la Universidad de Exeter, además de ser consultor de medios, autor y columnista. Se desempeñó como editor de varios medios de comunicación, entre los que se encuentran Palestine Chronicle, Middle East Eye, The Brunei Times y Al Jazeera en línea.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 5 de julio de 2021.