Por Mucahit Bilici para Middle East Research and Information Project
En 2017, İhsan Fazlıoğlu, profesor de filosofía en la Universidad Medeniyet de Estambul y adherente al islamismo, recibió la visita de un grupo de profesores y padres preocupados de la escuela secundaria İmam Hatip (una escuela financiada por el Gobierno que capacita a instructores musulmanes), a la que él mismo asistió. Los visitantes querían su consejo sobre la creciente tendencia del deísmo y el ateísmo entre los jóvenes y qué se podía hacer al respecto. El profesor respondió con una observación impactante: en el último año, de los muchos estudiantes religiosos que se acercaron a consultar con él, no menos de 17 mujeres le habían confiado que, aunque seguían usando hiyab (o velo), habían abandonado el islam y se consideraban ateas.
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Al hacerse pública esta anécdota en el 2018, una controversia que había estado brotando en los corredores religiosos de Turquía finalmente irrumpió en la conciencia de la corriente conservadora. Junto con los hallazgos de un estudio local sobre las creencias religiosas de los estudiantes de İmam Hatip en la conservadora ciudad de Konya, marcó el inicio de un vociferante debate en los medios de comunicación y entre la clase política sobre la crisis de fe entre la generación más joven. La BBC cubrió el debate bajo el titular “The Young Turks Rejecting Islam,” (Los jóvenes turcos que rechazan el islam) [1], mientras que el islamista Gerçek Hayat publicó una historia con el título ‘Mom, I Became a Deist’ (Mamá, me convertí en deísta) [2]. Las columnas de los periódicos con titulares llamativos sobre las ‘ateas en hijabi’ provocaron tanto rápidas negaciones, como condenas por parte de las autoridades religiosas.
No obstante, parecía que el problema era real: una ráfaga de confesiones anónimas, entrevistas en periódicos y reflexiones personales confirmaron la existencia de un fenómeno creciente entre los jóvenes religiosos de Turquía que, excluidos por la religión institucional, buscaron refugio o bien en el deísmo (un monoteísmo despojado de su atavíos institucionales) o bien en el ateísmo. El propio Fazlıoğlu cree que la causa común de todos alejamiento de la religión institucionalizada son “los comportamientos de aquellos en el escenario que afirman representar la religión”. Si bien evita las críticas directas al régimen, que podrían tener ásperas repercusiones, estas señalan claramente el fracaso moral de las élites gobernantes del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) y de las autoridades civiles en el ámbito religioso. “El asunto es serio”, observa Fazlıoğlu y continúa “a menos que enfrentemos estos resultados, en unos treinta años estaremos hablando de cosas totalmente diferentes”. [3]
La creciente atracción del deísmo y el ateísmo para los jóvenes religiosos en Turquía, que emerge durante la cúspide de dominio político del conservadurismo religioso en Turquía, bajo el liderazgo del Presidente Recep Tayyip Erdogan y el AKP, apunta, sorprendentemente, a un colapso interno de la religiosidad entre la nueva generación de devotos turcos. La mayoría de las comunidades religiosas albergan sueños de una ‘generación dorada’, y Erdogan y el AKP no fueron la excepción: al llegar al poder en 2002, implementaron su propio proyecto para crear una ‘generación piadosa’. Durante sus 16 años en el poder, el presidente Erdogan renovó el sistema educativo para cumplir este propósito, al aumentar drásticamente el número de escuelas secundarias İmam Hatip y convirtiéndolas en las escuelas públicas principales y preferidas de todos los ciudadanos.
Empero, incluso cuando el sueño del dominio político del AKP se hizo realidad, la visión de crear una ‘generación más piadosa’ parece estar escapándose de sus manos con el giro hacia el deísmo entre los jóvenes de familias claramente piadosas, algo que representaría una victoria pírrica para Erdogan y el AKP. Más que eso, revela un conjunto más profundo de transformaciones, sobre todo el surgimiento de una secularización nueva y orgánica y la transición de una cultura religiosa centrada en la Cemaat (o comunidad) a una cultura administrada políticamente.
Declarar la guerra al deísmo
La respuesta inmediata de las autoridades religiosas oficiales y los clérigos progubernamentales a los informes de los medios sobre una crisis de fe entre los jóvenes religiosos fue la negación y la condena. Tal estado de las cosas era imposible, pero, aunque fuera cierto, se atribuyó a los misioneros, la internet y conspiraciones fomentadas por gobiernos extranjeros. El deísmo y el ateísmo fueron rechazados y demonizados como ideologías extranjeras antinaturales. En una emblemática serie de declaraciones, Ali Erbaş, el Presidente de la Dirección de Asuntos Religiosos (Diyanet), inicialmente negó el giro hacia el deísmo, pero después aceptó su existencia y lo condenó: “Ningún miembro de nuestra nación puede estar interesado en una noción tan perversa y falsa”. [4]
A pesar de estas negativas y del evidente descontento del Gobierno de Erdogan con esta cuestión, la discusión y el debate persistieron en los medios de comunicación turcos, puesto que más padres y jóvenes religiosos encontraron el valor para hablar de ello. Así, tras rechazar primero con vehemencia los informes sobre la llamada plaga del deísmo, la Diyanet admitió su existencia unos meses más tarde y convocó a un órgano consultivo para discutir el problema. La reunión tuvo lugar el 11 de septiembre de 2018 y allí se nombró explícitamente a los enemigos: “Deísmo, Ateísmo, Nihilismo, Agnosticismo”. Según el único periodista invitado a la reunión, el columnista progubernamental Yeni Şafak Kemal Öztürk, casi todos los 70 participantes procedían de la burocracia religiosa y educativa, o eran académicos de escuelas de teología. En línea con la visión oficial, los participantes argumentaron que el deísmo pertenece a un contexto europeo y, como tal, no se puede encontrar en la sociedad turca. Frustrado por esta conclusión, incluso Öztürk se sintió impulsado a preguntar a sus lectores: “Si no existe tal deísmo en Turquía, ¿cuál es el nombre del problema que estamos discutiendo?”. [5]
No obstante, los participantes admitieron que los jóvenes parecían estar alejándose de la religión y la Diyanet como institución lanzó una encuesta para investigar la existencia y el alcance del deísmo e ideas similares en las escuelas religiosas turcas. Aproximadamente dos semanas después de la reunión, los medios informaron que la Diyanet había “declarado la guerra al deísmo”. [6] Mientras tanto, un grupo de ciudadanos declaró que el 15 de octubre de 2018 habían creado una organización formal llamada la ‘Sociedad Deísta’. En su declaración de inauguración, Özcan Pali, miembro fundador, declaró: “Debido a que no pertenecemos a ninguna religión, fuimos insultados y nuestra dignidad fue herida. Los personeros del Gobierno nos llamaron ‘psicópatas’. Pero somos como Adán y Eva. Como ellos, nosotros no seguimos ninguna religión. Nosotros somos como ellos. Si nos llaman desviados, también están llamando desviados a Adán y Eva”. [7]
¿Una secularización orgánica?
El extraño suceso de que la más alta autoridad religiosa en Turquía declare la guerra a una creencia tan oscura como el deísmo, en el apogeo del dominio político del partido conservador-religioso AKP, sugiere un giro inesperado en la historia moderna de Turquía: al parecer, la nación está atravesando un nuevo y más profundo proceso de secularización. Este proceso, debe enfatizarse, tiene poco que ver con la laicidad kemalista, el proyecto de secularización estatalmente dirigido del fundador y estadista Mustafa Kemal Ataturk. Más bien, se trata de una secularización orgánica, completamente cívica y que ocurre no a instancias del Estado, sino a pesar de él. Es la consecuencia de una ilustración indígena y local, un florecimiento de un sentimiento posislamista. Desilusionados por las afirmaciones religiosas de sus padres, que perciben como hipócritas, las generaciones más jóvenes están eligiendo el camino de una espiritualidad individualizada y un rechazo silencioso de la tradición.
Si bien algunos lo califican como ‘fatiga religiosa’ y otros lo minimizan como una moda pasajera, la tendencia debe verse desde una perspectiva más amplia. Liberada de su condición de víctima durante décadas bajo el régimen secular kemalista, la religiosidad de Turquía comenzó a respirar un ambiente más libre y un nuevo poder político que, a su vez, la privó de sus antiguas justificaciones. Como resultado, la religiosidad turca se puso a prueba y, si bien tuvo éxito políticamente hablando, fracasó espiritualmente a los ojos de muchos, particularmente de las nuevas generaciones más alfabetizadas en internet. El éxito político de los movimientos islamistas convirtió paradójicamente a la religión en una herramienta en manos de los políticos. La clase política mantuvo su pretensión de religiosidad, mientras que la clase clerical respalda y apoya sus políticas corruptas. Muchos jóvenes religiosos, al ver en esto una traición a los ideales religiosos, llegaron a la desilusionante conclusión de que la religión siempre fue instrumentalizada por políticos y clérigos, y no solo en lo concerniente a las instituciones religiosas, sino también a la fe en su conjunto.
El aumento de la alfabetización religiosa, el acceso a la experiencia y el conocimiento que contextualiza la historia del islam entre esta generación, también influyeron en esta tendencia. Tanto el conocimiento comparativo de otras tradiciones religiosas como las decepcionantes indagaciones de los orígenes de una variedad de prácticas islámicas hicieron que la religión dominante sea menos capaz de atraer y mantener dichas creencias. Los jóvenes musulmanes de hoy están expuestos no sólo al polémico contenido antiislámico generado por los no-musulmanes, sino también a las críticas legítimas del islam producidas por los mismos musulmanes que alguna vez fueron marginales y a la sorprendente diversidad de voces dentro del mucho más amplio canon islámico. En un mundo cada vez más conectado, las religiones ya no disfrutan del lujo del aislamiento (o del poder de aislar a sus seguidores) de las influencias externas.
La exposición a debates intraislámicos en torno a la autenticidad de los hadices y la creciente popularidad del movimiento de ‘El Corán únicamente’ y la escuela de teología historicista (ejemplificados por autores como İhsan Eliaçık, Mustafa İslamoğlu, Edip Yüksel, Mehmet Okuyan, Caner Taslaman y Mustafa Öztürk) socavaron significativamente la credibilidad de la ortodoxia sunita. Aunque tal vez no sean lo suficientemente potentes o ingeniosos como para ofrecer alternativas completas a esa ortodoxia, sus críticas descascaran la sabiduría recibida de la religión tradicional. Individuos como Edip Yüksel, que utilizan el poder de las redes sociales para exponer inconsistencias en la literatura y las prácticas de los hadices de los ulemas, logran lanzar ataques contra la ortodoxia sunita que consiguen miles de seguidores. La exposición popular a marginales pero no por eso menos sorprendentes fragmentos de información sobre la historia islámica temprana y los nuevos accesos, a través de las redes sociales, a perspectivas teológicas críticas a las que antes solo podían acceder los académicos islámicos transformaron el panorama.
Ilegitimidad institucional
Las instituciones religiosas de Turquía también se enfrentan a nuevos desafíos que contribuyen a la búsqueda de alternativas entre la juventud turca. La República Kemalista en Turquía se caracterizó por el surgimiento de estructuras de Cemaat (comunidad religiosa), que proporcionaron a los migrantes de las zonas rurales a las urbanas un refugio y una plataforma para la religiosidad, algo que atrajo a personas socialmente desfavorecidas de origen conservador. A pesar de la represión generalizada de la religión en ese momento, los Cemaat prosperaron bajo una especie de pluralismo derivado de su propia exclusión y disfrutaron de cierto grado de autonomía, tanto del Estado como de otros grupos religiosos.
Actualmente, estas estructuras están sufriendo una crisis de legitimidad. El partido que decía representarlos, el AKP, alcanzó el poder y bajo el liderazgo de Erdogan revolucionó la política turca: podría decirse que el país experimentó y produjo lo que podría llamarse una República Religiosa. [8] Ahora, sin embargo, bajo la República Religiosa, estas instituciones están, voluntaria o involuntariamente, envueltas en la esfera política y se encuentran bajo el control directo del Gobierno.
Su disolución regulada por el régimen dentro de una nueva y mayor sociedad religiosa se combinó con una pérdida de respeto alimentada por su oposición evidentemente egoísta al AKP (como en el caso del movimiento Gülen), o por su incansable obediencia a Erdoğan. En resumen, las estructuras del Cemaat están experimentando una victoria pírrica propia: a medida que se benefician de los privilegios otorgados por el partido, sus distritos electorales son reclutados por el Gobierno para la militancia política o para el proyecto de construcción de la nación del AKP. Sin embargo, el control de los Cemaat sobre su propia gente se está debilitando.
Además, junto con la creciente visibilidad de la sociedad religiosa en Turquía, varios escándalos empañaron la imagen de las confiables instituciones religiosas, como las escuelas del Corán para menores conocidas como Kur’an Kursu. Casos de pedofilia y abuso sexual entre comunidades religiosas (por ejemplo, el escándalo Ensar Vakfi) surgieron y causaron una profunda indignación. En definitiva, las cosas que una vez pasaron entre silencios han comenzado a discutirse abiertamente.
También existe una creciente desilusión con los líderes religiosos cuya supresión y exclusión de la esfera pública secular había mantenido hasta hace poco sus comportamientos más irracionales e inmorales solo en las esferas más locales. Ahora que la presión secularista sobre estas figuras se levantó, el público turco fue testigo de un torrente de fanatismo religioso. La confianza renovada por parte de las figuras religiosas locales les permite compartir sus opiniones arcaicas, totalmente inaceptables y vergonzosas con un público cada vez mayor. Desde lo verdaderamente horrible (las defensas del matrimonio infantil y el abuso conyugal) hasta lo sumamente tonto (la supuesta pecaminosidad de los ascensores de género mixto), las afirmaciones de estos predicadores y líderes anacrónicos, que incluyen a İhsan Şenocak, Cübbeli Ahmet Hoca y Nurettin Şirin, por nombrar sólo algunos, toman su turno en el ciclo de noticias de 24 horas para mortificación de la generación más joven educada y altamente globalizada.
En algunos casos, el propio régimen de Erdogan, que es manifiestamente antiintelectual y, en general, obstruye el discurso público de Turquía con su impulsiva narrativa patriótica y las interminables teorías de la conspiración, se siente lo suficientemente avergonzado por estas figuras como para regular sus apariciones en los medios en respuesta la protesta pública.
Crisis de religiosidad en la República Religiosa
Turquía está siendo testigo de una huida de la religión institucional por parte de su generación más joven. El destino es etiquetado con frecuencia, por ellos y por sus críticos, como ‘deísmo’, un concepto de otra época, que debe compararse con la definición de manual. Esta tendencia, que amplifica el carácter ajeno y amenazante del fenómeno, se ajusta también al institucionalismo religioso, que lo desea desacreditar. Pero el uso del término dificulta que todas las partes aprecien la naturaleza orgánica e indígena de la tendencia. Etiquetar la desafección de los jóvenes con conceptos extranjeros permite a los actores políticos demonizar y desautorizar una línea de pensamiento que es una consecuencia natural de la experiencia musulmana contemporánea y que seguramente dará forma al futuro del islam en Turquía.
Con el surgimiento de la República Religiosa, la modernización turca está entrando en una nueva fase. Las masas de Anatolia, liberadas de la pobreza y la represión política, están comenzando a experimentar la individualidad moderna. Adopta la racionalidad económica y favorecen el pragmatismo político, al mismo tiempo que alimentan su resentimiento contra la élite secular y el antiguo estado kemalista. Por eso, si bien la religiosidad parece estar en ascenso, también se ve obligada a transformarse de una cultura de ‘comunidad’ a una de ‘sociedad’—distinción del sociólogo alemán Ferdinand Tonnies, quien explica el proceso de modernización como una transición de gemeinschaft (comunidad) a gesellschaft (sociedad civil). En cierto sentido, lo que está sucediendo bajo el clamor político de los francotiradores partidistas y los proyectos masivos de vivienda es el nacimiento de una ‘sociedad civil’ de religiosos y, por lo tanto, de una nueva individualidad radical.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Mucahit Bilici es profesor asociado de sociología en John Jay College y CUNY Graduate Center. Es el autor de Finding Mecca in America (Encontrando la Meca en Norteamérica), 2012.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP otoño de 2018.
[1] Selin Girit, “The Young Turks Rejecting Islam”, BBC News, May 10, 2018.
[2] Emeti Saruhan, “Anne ben deist oldum”, Gerçek Hayat, April 2, 2018.
[3] İhsan Fazlıoğlu, “Mesele ciddi, başörtülü ateistler var”, T24, March 19, 2018.
[4] “Diyanet İşleri Başkanı Erbaş’tan flaş ‘Deizm’ açıklaması”, Sabah, April 12, 2018.
[5] Kemal Öztürk, “Deizm akımı yoksa, peki sorunumuz nedir?”, Yeni Şafak, September 12, 2018.
[6] Meltem Özgenc, “Diyanet deizme savaş açtı”, Hürriyet, September 22, 2018.
[7] Özcan Pali, “Deizm dernekleşti: Adem ve Havva gibiyiz”, GazeteDuvar, October 15, 2018.
[8] Mucahit Bilici, “Dindar Cumhuriyet’in Müslüman Ulusu”, Taraf, September 3, 2014.