Por Aamer Al Mukhtar para 1001 Iraqi Thoughts
Thawra (revolución) es una palabra cargada de sentido; sus significados trascienden el vocabulario común e impulsan un movimiento colectivo que a menudo se romantiza, pero que rara vez se analiza y comprende. Tal vez, el mejor juez de su repercusión sea la historia. Irak no es ajeno a las palabras poderosas y de peso ni a las revoluciones. Sólo la historia moderna iraquí cuenta con más de seis revoluciones lo que hace que su población esté bien familiarizada con el concepto. De hecho, durante el último año ese vínculo se profundizó y muchos describen al movimiento de protesta que comenzó en octubre de 2019 como el inicio de una nueva revolución en Iraq —Thawrat Tishreen—; un título otorgado a lo que se percibía como el inicio de un renacimiento iraquí. Sin embargo, y lejos del romanticismo, estas protestas que reivindicaban necesidades básicas también resultó en la muerte de más de 600 manifestantes. Por fuera de los medios de comunicación, se produjeron pocos cambios políticos o administrativos, por lo que es crucial preguntar: ¿cómo Thawrat Tishreen será recordada por la historia?
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
En primer lugar, es importante señalar que la respuesta a las protestas de octubre fue la más violenta represión desde la desaparición de la dictadura baazista en 2003. Los informes de Amnistía Internacional indican que más de 600 manifestantes fueron asesinados desde octubre de 2019 hasta 2020. Además de las muertes violentas, miles de manifestantes sufrieron lesiones, muchas de las cuales provocaron discapacidades permanentes. Aunque el nuevo gobierno del Primer Ministro Mustafa Al Kadhimi adoptó una retórica diferente a la de sus predecesores aún no se diferencia de ellos en los actos. El gobierno enfatizó su compromiso con las víctimas de la represión calificándoles de “mártires” y prometiendo a sus familias una indemnización de 10 millones de dinares. Este dinero difícilmente pueda compensar las vidas, el potencial perdido y el dolor infligido a las familias en duelo. Además, la compensación es poco probable en el corto plazo dado que Irak atraviesa dificultades para pagar a sus empleados del sector público y posterga el pago de muchos sueldos durante semanas.
Además, la naturaleza de la represión contra los manifestantes y este plan de “compensación” se centra en culpar a otros. Se hace hincapié en el fracaso de los poderes políticos de los últimos diecisiete años, en tanto que diferentes sectores culparon a “terceros”. Adicionalmente, los mismos partidos siguen buscando oportunidades para explotar los acontecimientos de la protesta de acuerdo con sus ambiciones geopolíticas, nacionales y regionales. Al mismo tiempo, estas fuerzas se aprovecharon de toda la fuerza del despertar social y rabia contra contra los partidos políticos que dividieron a Irak en función de sus ambiciones, pero que simultáneamente se unieron para repartirse el botín de la corrupción. Nuevos y viejos, todos los bandos comenzaron a posicionarse así mismos y a sus ideologías junto con los acontecimientos de octubre, desde los prohibidos baazistas y los individuos que buscaban reformar su imagen, hasta los poderes establecidos que se referían al caos como una conspiración contra los intereses de su base. El Movimiento de Protesta de Octubre con raíces puras en Irak se vió envuelto y arrastrado hacia el mismo sistema y la clase dirigente que buscaba desplazar.
La tormenta que comenzó en octubre de 2019 resultó en pocos cambios políticos o administrativos. Por ejemplo, un acontecimiento notable durante las protestas fue un periódico impreso por los iraquíes conocido como “Tuk Tuk” en alusión a los vehículos que transportaban heroicamente a las personas heridas en busca de ayuda médica. La primera edición del periódico, titulada “Hoja de ruta para salvar a Irak“, definió algunos ejes de acción y demandas de los manifestantes, entre ellas, la dimisión inmediata del gobierno del Primer Ministro Adil Abd Al Mahdi y la formación de un gobierno de transición integrado por representantes independientes y apartidarios sin experiencia previa o ambiciones políticas. Además, el documento hacía hincapié en la necesidad de nuevas leyes electorales, elecciones bajo la supervisión de Naciones Unidas, reforma de la Constitución, etc. Lamentablemente, casi ninguna de estas demandas fue concretada.
Aunque Abd Al Mahdi renunció, no se estableció ningún gobierno de transición que se ajustara a aquellos criterios y no se hizo justicia a los asesinos de los manifestantes. Más bien, las discusiones de los actores conocidos se intensificó en el contexto de un descontento que parece haber provocado sólo una rotación de los los actores tradicionales. Kadhimi, el recién electo Primer Ministro, ocupaba el cargo de Director del Servicio Nacional de Inteligencia Iraquí. Su elección se contradice con la exigencia del periódico de que las nuevas figuras no tuvieran un puesto en el gobierno anterior, y se produjo después de meses de idas y vueltas entre los partidos políticos existentes y el rechazo de dos candidatos anteriores presentados por el Presidente Barham Salih. Más allá del restablecimiento y el ascenso del General Abdul Wahab Al Saadi, las promesas del Primer Ministro Kadhimi de liberar a los manifestantes pacíficos y llevar ante la justicia a los asesinos siguen siendo sólo promesas. Kadhimi no hizo nada más que hablar sobre la reforma del sistema existente, y no atendió las demandas de los manifestantes. En su lugar, el mandatario no rompió con las reglas establecidas por la clase política tradicional mientras reina la anarquía, incluso después de haber llegado al poder gracias a las protestas cuyas ambiciones fueron ignoradas por el nuevo gobierno.
Irak atravesó muchos acontecimientos durante el último año pero poco cambió. Una vez más, este octubre los manifestantes tomaron las calles para revivir el recuerdo de la esperanza que se produjo el año pasado. Sin embargo, esta vez las protestas se produjeron en el contexto de una pandemia mundial, una crisis económica, una escalada de violencia contra los activistas y bajo la misma dirigencia política. Thawrat Tishreen sigue siendo un producto de la esperanza de cambio, y los jóvenes se enfrentan a un dilema entre intentar participar o reforma el sistema político existente en las próximas elecciones. Sin una organización y movilización adecuadas, el movimiento corre peligro de desvanecerse en la memoria como una romántica y trágica historia iraquí sin un impacto político sustantivo y duradero.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Aamer Al Mukhtar es estudiante de derecho con especializándose en Gobierno y Relaciones Internacionales en la Universidad George Mason.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Iraqi Thoughts el 10 de noviembre de 2020.