Por Gaia Caramazza para The New Arab
La periodista egipcio-estadounidense, Mona Eltahawy, pagó un precio muy alto por la libertad de su amado Egipto: su participación en la Primavera Árabe le costó dos brazos rotos y la propiedad de su cuerpo. Aunque vivía en el extranjero, Eltahawy lo dejó todo para estar en El Cairo pero no podía imaginar lo que le esperaría allí.
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La violencia era generalizada: más de 6.000 personas resultaron heridas y 846 murieron durante las protestas prodemocráticas contra el dictador Hosni Mubarak. El parche en el ojo se convertiría incluso en un símbolo de resistencia, ya que los francotiradores del régimen apuntaban a los ojos de los manifestantes.
Mientras asistía a una protesta en la calle Mohammed Mahmoud, Eltahawy fue golpeada por las fuerzas de seguridad y le rompieron los brazos. Luego, la entregaron al Ministerio del Interior durante más de 12 horas, donde la trataron con dureza y la agredieron sexualmente.
“Un grupo feminista me dijo que al menos 12 mujeres también fueron agredidas sexualmente de forma idéntica a la mía. Ninguna de estas mujeres quiso hablar, ya sea porque sus familias las silencian o porque les da demasiada vergüenza hacerlo”, declaró Eltahawy a The New Arab.
Mientras circulaba por Internet la foto de una mujer sin camiseta arrastrada por las fuerzas de seguridad por las calles de El Cairo, surgieron informes sobre mujeres abusadas en medio de la multitud alborotada. Quedó claro que las mujeres estaban librando una guerra en múltiples frentes.
Un mes después de la caída de Mubarak, los militares desalojaron por la fuerza la plaza Tahrir y detuvieron a los activistas resistentes. Los grupos de derechos humanos informaron de que habían sido torturados, y en el caso de las activistas femeninas, se cometieron más abusos.
“En la prisión militar, sometieron a las mujeres solteras a ‘pruebas de virginidad’. Es algo horrendo a muchos niveles”, afirma Eltahawy.
Las mujeres dijeron que las golpearon, que les aplicaron descargas eléctricas, las registraron al desnudo mientras las fotografiaban y luego las amenazaron con acusaciones de prostitución si no las encontraban vírgenes, informó Amnistía Internacional.
Eltahawy esperaba que estos hallazgos provocaran una explosión de rabia, pero incluso el movimiento de protesta permaneció callado.
“El hecho de que esto ocurriera a mujeres revolucionarias, a menos de un mes de la revolución, fue para mí el límite. ¿Qué revolución que se precie ve a sus revolucionarias agredidas de esta manera y no hace nada al respecto? Todavía me enfurezco cuando lo cuento”, expuso la periodista.
Las ‘pruebas de virginidad’ en Egipto son habituales, no sólo por parte de las autoridades, sino también por las familias de todo el país, lo que, según Mona, normalizó la gravedad de la agresión por parte de los militares.
Las agresiones sexuales en Egipto son omnipresentes en su historia moderna. En 2008, Naciones Unidas citó al Ministerio del Interior, que señaló 20.000 violaciones al año, pero Eltahawy y la activista Engy Ghozlan, dijeron que las cifras son al menos 10 veces mayores. Una encuesta reciente, realizada en 2017 por ONU Mujeres y Promundo, reveló que cerca de dos tercios de los hombres egipcios encuestados admitieron haber acosado sexualmente a mujeres o niñas en la calle.
Al igual que muchas de las mujeres que más tarde se involucraron en las protestas de la Primavera Árabe, la vida de Eltahawy estuvo marcada por saber que su causa nunca se colocaría en la cima de las prioridades de la revolución.
“Empecé a decir, mira, sin el feminismo en el centro esta revolución fracasará. Y entonces algunos de mis compañeros masculinos decían: ‘llegaremos a ustedes pero primero tenemos que liberar a los presos políticos, tenemos que deshacernos del gobierno militar, tenemos que arreglar el ambiente. Tenemos que arreglar todo y luego vendremos por las mujeres'”, comentó Eltahawy.
“Como si las mujeres fueran una especie de grupo de interés especial y fuéramos a sentarnos aquí y esperar pacientemente, a pesar del hecho de que fuimos violadas y asesinadas por la revolución, pero luego tuvimos que ir a casa, cocinar, limpiar y ser buenas chicas, y esperar a que los hombres de la revolución vinieran a liberarnos”, agregó.
Este creciente desprecio por los problemas de las mujeres desde todos los rincones de la sociedad egipcia, dominada por los hombres, contribuyó a la teoría de Eltahawy de la ‘trifecta de la misoginia’, que, según ella, se aplica a las mujeres de todo el mundo.
“La trifecta de la misoginia es la misoginia que conecta el Estado, la calle y el hogar. Así que a menos que tomemos la rabia que la revolución dirigió al Estado y la dirijamos a la calle y al hogar, nuestra revolución no es nada”, sentenció Mona.
“A menos que desmantelemos la trifecta de la misoginia, nuestra revolución seguirá siendo lo que es, que es un concurso de balanceo de penes cisgénero, en el que un grupo de hombres lucha contra otro grupo de hombres. Y si esa es la revolución, esa no es mi revolución. Mi revolución nos libera a todos”, expresó la periodista.
A la temprana edad de 15 años, Eltahawy tuvo un primer encuentro con la violencia sexual durante la peregrinación sagrada a La Meca, en Arabia Saudí, que le abrió los ojos a las luchas específicas de haber nacido en un cuerpo femenino.
Más tarde se convirtió en periodista y cubrió los abusos de los derechos humanos cometidos por el régimen de Mubarak desde principios de los años 90, y se dio cuenta de que el régimen utilizaba las agresiones sexuales para mantener su dominio sobre las mujeres.
Esto se ejemplificó durante una serie de protestas contra Mubarak en 2005, que acabarían sembrando las semillas de la Primavera Árabe. Las periodistas y activistas fueron sistemáticamente atacadas por las fuerzas de seguridad que intentaban sofocar el levantamiento.
“Utilizaron los cuerpos de las mujeres como campos de batalla por delegación entre el régimen y sus familias. Enviaban una señal a los padres de las mujeres, sus patriarcas, de que ‘si no mantenían a sus mujeres en casa, iban a violarlas y a agredirlas sexualmente'”, recuerda Eltahawy.
Las mujeres se rebelaron: salieron a la calle y levantaron la ropa que les habían arrancado para denunciar públicamente los abusos, y colgaron en Internet videos y fotos de las agresiones a las que fueron sometidas. Incluso, varias de ellas salieron en la televisión satelital de Egipto para denunciar estos abusos y así nació el movimiento ‘La calle es nuestra’.
Actualmente en Egipto, las mujeres están siendo sometidas a una ‘trifecta de misoginia’ aún más brutal, después de que las protestas de 2011 dieran lugar a un estado policial aún más violento bajo el gobierno del general militar Abdel Fattah Al Sisi.
Con más de 60.000 presos políticos en las cárceles de Al Sisi, las revueltas populares se volvieron todavía más peligrosas de asistir, y para las mujeres, incluso los espacios en internet están siendo cada vez más vigilados.
Un tribunal egipcio condenó a cinco mujeres influencers de las redes sociales, entre ellas Haneen Hossam y Mowada Al Adham, a dos años de cárcel por ‘violar la moral pública’ por los contenidos publicados en la aplicación para compartir vídeos, TikTok.
Apenas dos días después, otra joven influencer de las redes sociales, Manar Samy, fue condenada a tres años de prisión después de que sus vídeos en los que hace playback y baila fueran considerados como ‘incitación al libertinaje’.
En mayo pasado, una joven de 17 años superviviente de una violación en grupo, Menna Abdel Aziz, fue encarcelada junto con sus violadores, acusada de ‘promover el libertinaje’.
Aunque un grupo de mujeres se manifestó en contra de esta represión, en lo que muchos denominaron el resurgimiento de un movimiento egipcio #MeToo, (N.d.T; ‘Yo tmbién) está claro que, junto con el empeoramiento de las violaciones de los derechos humanos, las mujeres también tienen que lidiar con lo que la mano dura de Al Sisi significa para ellas en concreto. Pero Eltahawy cree que las mujeres deben defender su espacio en las redes sociales como hicieron ella y sus compañeras de protesta para unirse contra Mubarak durante la Primavera Árabe.
“Mi consejo a las mujeres egipcias es que reconozcan que ahora son la vanguardia de la revolución feminista que hemos estado esperando. En lugar de marchar por las calles de El Cairo, o de Asuán, o de Alejandría, marchen por las calles virtuales de las redes sociales. Son igual de reales, son igual de poderosas y son dueñas de la revolución, porque Egipto necesita una revolución feminista”, afirmó.
“Todas las revoluciones, incluida la de Egipto, fracasarán si no se entiende que esta revolución feminista es su corazón. Así que mi consejo es que luchen, luchen y luchen. Te harán daño, sí. Puede que vayas a la cárcel, sí. Puede que te maten, sí. Pero no hay revolución que se produzca sin un precio, porque nadie va a venir a liberarte. Tienes que liberarte a ti misma”, proclamó la activista.
Puedes escuchar la entrevista completa con Mona Eltahawy en el episodio especial del podcast The New Arab Voice sobre la Primavera Árabe.
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Gaia Caramazza es Magíster en Periodismo por la Universidad Ciudad de Londres, asistente de producción en Al Jazeera y columnista de The New Arab.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 27 de enero de 2021.