Por Maz Saleem para The New Arab
El octavo aniversario de la muerte de mi padre Mohammed Saleem se aproxima. Esta no es la historia de un anciano que murió de forma natural después de vivir una vida plena: su fallecimiento fue motivado políticamente y su conmemoración también debería serlo.
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El 29 de abril de 2013, cuando mi padre regresaba a casa desde la mezquita después de la oración de Ishaa en Birmingham (N.d.T.: la oración de Ishaa es una de las 5 obligatorias para los musulamanes y se realiza antes de medianoche) fue trágicamente asesinado por un terrorista neonazi llamado Pavlo Lapshyn. Posterormente, el mismo nazi emprendió una campaña de bombardeos que duró tres meses, durante la cual colocó bombas frente a tres mezquitas en West Midlands.
Estos sucesos fueron uno de los peores actos de terrorismo en suelo británico que se recuerden recientemente. Sin embargo, hasta el día de hoy, la mayoría de la gente no tiene idea del caso, en parte debido al silencio de los principales medios de comunicación. Siempre que los titulares relacionados con el terror llegan a nuestras pantallas, a menudo se refieren a personas que se identifican con la fe musulmana. Rara vez escuchamos hablar de la violencia despiadada de los supremacistas blancos que le quitaron la vida a mi padre.
Lamentablemente, Mohammed Saleem no fue la única víctima de ataques islamófobos. En 2015, Muhsin Ahmed de unos 81 años, fue asesinado por dos hombres en un ataque por motivos raciales mientras se dirigía a una mezquita en Rotherham. Dos años después, en 2017, Makram Ali fue asesinado en el ataque terrorista de Finsbury Park durante el mes sagrado de Ramadán. Su atacante, Darren Osborne, quien fue radicalizado por ideologías supremacistas blancas y el extremismo de ultraderechista, lo asesinó al dirigir su camioneta hacia un grupo de fieles musulmanes que salían de la mezquita en el norte de Londres.
Los ataques islamófobos y las agresiones verbales racistas se están normalizando de forma continua. Para muchos musulmanes en el Reino Unido, se convirtieron, prácticamente, en algo cotidiano. Necesitamos desesperadamente acciones urgentes para detener la propagación del veneno de la islamofobia.
Un comienzo importante sería que nuestro gobierno finalmente adoptase un reconocimiento legal y oficial de la islamofobia. El gobierno del Reino Unido sigue rechazando la definición de islamofobia propuesta por varios partidos políticos, una por la que los activistas luchan continuamente. ¿Cómo podemos abordar el aumento de la islamofobia sin una definición precisa?
Las vidas de mi padre, de Muhsin Ahmed y de Makram Ali fueron tomadas en nombre de la supremacía blanca y la islamofobia. Esto es un hecho, no es un tema de discusión. Por lo tanto, debe haber un reconocimiento oficial de esta forma específica de crimen de odio. Ignorar la islamofobia como categoría es una falta de respeto a cada una de las víctimas de estos brutales asesinatos de musulmanes, al tiempo que debilita la justicia para los miembros de la familia que fueron dejados en duelo y borra los ataques por motivos políticos.
Es increíble que, hasta el día de hoy, todavía tenga que hacer campaña para que los principales medios de comunicación describan la naturaleza del asesinato de mi padre como un acto de terrorismo. Un medio respondió a una denuncia que hice pidiéndome que fuera más preciso, compartiendo el ejemplo de un atacante perteneciente a Al Qaeda. Esto reforzó la doble vara y los matices racistas de cómo y cuándo se utiliza el término ‘terrorismo’.
La incomodidad que siento cada vez que escucho el término usado perezosamente para describir a personas racializadas, musulmanas y de izquierda es una a la que ahora ya estoy acostumbrado. Es curioso, siempre me dijeron que los hechos hablan por sí mismos. Pavlo Lapshyn, quien asesinó a mi padre, fue acusado bajo la sección 2 de la Ley de Sustancias Explosivas de 1883 y la sección 5 (1) de la Ley de Terrorismo de 2006.
Para mi familia, el sufrimiento se incrementa con descripciones inexactas del asesinato de mi padre y cada vez que nuestros clamores son desestimados, esto socava aún más la muerte de mi padre.
Una adopción jurídica de carácter oficial de la islamofobia proporcionaría el peso que muchos de nosotros necesitamos para buscar justicia. También obligaría a nuestro Gobierno a poner un nombre a la islamofobia que vomita desde hace años a través de su retórica y de sus leyes. Los ataques violentos y homicidios no ocurren en el vacío. Muchos individuos se animan a actuar en base a su odio porque están empoderados por el racismo interminable en las redes sociales, los informes sesgados de los medios de comunicación y las políticas antimusulmanas impulsadas por nuestro Gobierno.
La campaña ‘Yo soy Mohammed Saleem’, que se lanzó el 1 de abril en las redes sociales con testimonios de racismo y xenofobia, busca forzar que una definición clara de islamofobia regrese a la agenda del gobierno. Debemos levantarnos, organizarnos contra este peligroso clima de odio y negarnos a aceptar la deshumanización de los musulmanes. Debemos proclamar colectivamente que no seremos chivos expiatorios. No seremos sacos de boxeo. No seremos la estrategia de reelección de la extrema derecha. No somos una excusa para espiar a comunidades y atacar las libertades civiles. Hasta que no exista un reconocimiento oficial de nuestra opresión de la manera más básica posible —una definición de ella—, hasta que ganemos esta lucha y hagamos justicia, todos somos Mohammad Saleem.
Cómo puede ayudar: registre y comparta su historia, incluyendo las palabras ‘I am Mohammad Saleem’ [Soy Mohammad Saleem]. Recuerde etiquetar a @IAMMOHDSALEEMUK. Para más información: mazcampaigner@gmail.com
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Maz Saleem es profesora, activista e hija del fallecido Mohammed Saleem.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 7 de abril de 2021.