Por Nadim Shehadi para Arab News
El asesinato del empresario cultural y activista político libanés, Lokman Slim, este mes provocó el resurgimiento de demandas de responsabilidad y honestidad que los manifestantes en Beirut pidieron en 2005 tras el asesinato del ex Primer Ministro, Rafik Hariri.
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El Tribunal Especial para el Líbano (STL, por su sigla en inglés), que investigó el asesinato de Hariri, ya entregó la verdad; ignorarla solo hará que tales crímenes futuros sean una banalidad, no solo en el Líbano sino en toda la región.
La reciente prórroga de dos años del mandato de la STL suena más a una interrupción de las operaciones en un momento en el que más se necesita la intervención de la justicia internacional.
Todos nacemos iguales pero no hay igualdad en la muerte; algunas muertes pasan desapercibidas mientras que otras provocan ondas de choque que cambian el curso de la historia.
Cinco personas murieron en la Masacre de Boston el 5 de marzo de 1770, un incidente clave que ayudó a desencadenar la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Fueron declarados mártires por la causa de la libertad. En contraste, las 620.000 personas muertas durante la Guerra Civil estadounidense fueron meras estadísticas. La triste verdad es que se considera que algunas muertes son más importantes que otras.
En el caso de la Masacre de Boston, por ejemplo, varios soldados fueron juzgados por asesinato y defendidos en casos de alto perfil por el futuro revolucionario John Adams. Los juicios se convirtieron en un símbolo importante de la integridad del estado de derecho y la equidad en la determinación de la rendición de cuentas. Las muertes que importan desencadenan tales procesos y dejan su huella en los desarrollos posteriores de la sociedad.
Es por eso que no debemos ignorar la sentencia que emitió la STL el 18 de agosto del año pasado. El tribunal se estableció para garantizar la rendición de cuentas por los asesinatos en el Líbano con un impacto en la región en general. Tales homicidios, en su mayoría por asesinos vinculados a la agenda iraní, ocurrieron no sólo en el Líbano sino también en Irak y Yemen. Hay tres razones principales para la falta de entusiasmo con la que se recibió la sentencia STL. En primer lugar, se produjo apenas dos semanas después de la catastrófica explosión en el puerto de Beirut que mató a más de 200 personas, hirió a más de 6.000 y destruyó una parte importante de la ciudad. Es justo decir que el pueblo libanés todavía se estaba recuperando del desastre y no prestó necesariamente toda la atención a la sentencia.
El Líbano también está pasando por un momento difícil en general, con una crisis económica agravada por el caos político, la incapacidad de formar un gobierno estable y la falta de apoyo internacional mientras el mundo está ocupado tratando de lidiar con la pandemia del coronavirus y sus consecuencias. Sin embargo, la sentencia del STL fue un avance importante que demostró claramente la conexión entre el asesinato de Hariri y las afiliaciones políticas de Salim Jamil Ayyash, la única persona que fue condenada ‘más allá de toda duda razonable’.
El resultado fue recibido con cierta decepción en el Líbano, pero esto representa un inmenso malentendido del significado del juicio y del proceso que lo condujo.
Fue la culminación de 15 años de intensa cooperación internacional que representó una forma de protección para el Líbano. Incluyó cuatro años de cabildeo en la ONU antes de que se estableciera el tribunal en 2009. La acusación se emitió en 2011 y el juicio comenzó en 2014. Incluyó 415 días en el tribunal, durante los cuales los jueces analizaron 171.000 páginas de pruebas y escucharon a 297 testigos. La sentencia en sí tiene 2.641 páginas, con un resumen autorizado de 149 páginas.
¿Por qué todo esto es importante si, al final, no tenemos un resultado satisfactorio? La respuesta es simple: el resultado es una enorme cantidad de hechos que se establecieron a través del más riguroso proceso de investigación y juicio.
Los jueces, aunque no pudieron emitir una sentencia más extensa, aportaron suficientes pruebas en las páginas de su fallo para que nosotros mismos pudiéramos llegar a conclusiones satisfactorias. La evidencia requerida para satisfacer a un tribunal es muy diferente de lo que se necesita para satisfacer a analistas políticos, periodistas de investigación, historiadores y legisladores.
La clave para entender esto es que la debilidad del tribunal es, al mismo tiempo, su mayor fortaleza. Es débil porque, en última instancia, no podría nombrar a más de una persona culpable. Sus reglas y estatutos no le permitían juzgar a nadie más que a individuos vivos. Esto significa que las personas fallecidas, como Mostafa Badreddine, que se sabía que estaban relacionadas con el asesinato, no estaban dentro del mandato del tribunal, como tampoco lo estaban los partidos e instituciones políticas, los gobiernos o las milicias. Otra debilidad es que tuvo que adherirse a un proceso burocrático, con la defensa desafiando todos los supuestos y conclusiones.
Pero al mismo tiempo es esta misma debilidad la que hace que sus conclusiones sean tan contundentes y asegura que los hechos incluidos en el informe sean pruebas incuestionables e inmensamente valiosas.
Los jueces destacaron muchos hechos que pueden ayudarnos. Por ejemplo, su informe menciona que Rustum Ghazali, un exjefe de inteligencia siria en el Líbano, le pidió a Hariri que duplicara su dinero de protección dos días antes del asesinato. También, afirma que Ayyash no pudo haber actuado solo y fue parte de una red de al menos 10 personas. Algunos no se pueden nombrar ‘más allá de toda duda razonable’, pero nos da los nombres de algunos de ellos.
El STL está bajo amenaza de cierre, su presupuesto fue recortado y algunas de sus funciones, como la divulgación, fueron cerradas. En lugar de reducirse, se deben hacer todos los esfuerzos posibles para impulsar la justicia internacional y ampliar su mandato. Los informes deben estudiarse y utilizarse para asegurar un mayor apoyo internacional en los esfuerzos por prevenir asesinatos políticos. Más importante aún, el gobierno libanés debería reconocer su obligación de entregar Ayyash al STL. Se lo debemos a las generaciones futuras y a las víctimas de estos crímenes para buscar justicia y garantizar que sus vidas sean importantes.
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Nadim Shehadi es el director ejecutivo de la Sede y el Centro Académico de LAU (Lebanese American University New York) en Nueva York y miembro asociado de Chatham House en Londres.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 27 de febrero de 2021.