Por Baria Alamuddin para Arab News
Solo el mes pasado, se distribuyeron imágenes de video de una mujer afgana que gritaba pidiendo clemencia mientras recibía 40 latigazos, propinados en rápida sucesión por dos hombres. Su crimen —juzgado por un tribunal rural de los talibanes— fue el de ‘relaciones inmorales’, tras haber hablado supuestamente con un hombre por teléfono.
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Los tribunales talibanes dictaron castigos de lapidación y otras brutales sentencias de muerte en casos de ‘moralidad’. Los grupos de derechos humanos denunciaron cientos de ‘asesinatos de honor’ de mujeres, a algunos de los cuales los tribunales talibanes les dieron un estatus casi legal. Bajo el régimen talibán anterior a 2001, la lapidación era un castigo formalizado, y los adúlteros eran fusilados o apedreados de forma rutinaria en ejecuciones llevadas a cabo frente a grandes multitudes.
Ésta es la ‘justicia’ que les espera a las mujeres afganas después de la cobarde retirada estadounidense y de que el país vuelva a sucumbir al control de los talibanes. Un nuevo informe de los servicios de inteligencia de EE.UU. detalla esto: “Los talibanes siguen siendo ampliamente coherentes en su enfoque restrictivo de los derechos de las mujeres y harían retroceder gran parte de los últimos dos decenios de progreso si el grupo recupera el poder nacional”.
Ser una mujer activa y patriota en Afganistán a menudo conlleva la pena de muerte. En marzo, tres trabajadoras de la salud que realizaban una campaña de vacunación fueron asesinadas a tiros y tres empleadas de los medios de comunicación fueron asesinadas en Jalalabad. La destacada activista de derechos humanos, Fatima Khalil, murió en un atentado con bomba el año pasado. Entre 2018 y principios de 2021, al menos 65 miembros del personal de los medios de comunicación y activistas de derechos fueron asesinados en asesinatos selectivos. Las 573 muertes de civiles registradas por la ONU en los primeros tres meses de 2021 incluyeron un inquietante aumento del 37 por ciento en las víctimas femeninas.
En las escuelas primarias y en las secundarias, la matrícula femenina aumentó a alrededor del 33% y al 39% respectivamente, una gran mejora en comparación a la era de los talibanes, pero significa que dos tercios de las niñas no reciben educación alguna. Más del 20% de los funcionarios públicos y el 27% de los parlamentarios son mujeres, en parte gracias a los sistemas de cuotas.
Según el diplomático afgano, Shukria Barakzai, la violencia en Afganistán aumentó desde que se firmó el acuerdo de Doha en 2020, con ataques contra activistas civiles, grupos de mujeres y medios de comunicación. Mujeres como Shukria que trabajan dentro del aparato de gobierno afgano sienten una profunda inquietud por su futuro, ya que el dominio de los talibanes parece cada vez más inevitable. Gracias a la retirada de las tropas estadounidenses, millones de niñas y mujeres jóvenes también temen que sus días escolares, cursos universitarios y trabajos diurnos se acorten cruelmente, dejándolas encarceladas en sus hogares frente a un futuro miserable.
Las estadísticas relativamente optimistas ocultan el hecho de que desde 2001 sólo se produjeron pequeñas mejoras en las condiciones de vida de las mujeres rurales. Esto se debe, en parte, al control de facto de los talibanes sobre gran parte del Afganistán rural, pero también al resultado de actitudes sociales profundamente arraigadas. Según un estudio reciente de la ONU, solo el 15% de los hombres cree que las mujeres deberían poder trabajar fuera del hogar después del matrimonio, y dos tercios se quejan de que las mujeres ahora disfrutan de demasiados derechos. Las empleadas del sector público, incluidas las que ocupan puestos ejecutivos superiores, se quejan de la marginación, la discriminación y el menosprecio constantes, y varias recibieron amenazas de muerte ‘rutinarias’ de los talibanes.
Además de estar excluidas del sistema educativo y de los lugares de trabajo, las mujeres bajo los talibanes tenían miserablemente restringido el acceso a la atención médica. En las dos últimas décadas, la esperanza de vida de las mujeres creció sustancialmente de 56 a 66 años y la mortalidad en el parto casi se redujo a la mitad. A medida que las tropas occidentales se retiren, muchas agencias de ayuda y desarrollo también se verán obligadas a hacerlo, particularmente si hay un marcado deterioro de la situación de seguridad. Los proyectos de desarrollo y sanidad en Afganistán suelen tener graves fallos e ineficiencias, pero si se eliminan por completo estas frágiles redes de seguridad, el futuro se presenta especialmente sombrío.
La actitud hacia las mujeres tardará muchos años en cambiar. De hecho, las cosas fueron mejorando de forma constante, pero ese progreso corre el riesgo de perderse de la noche a la mañana ahora que Estados Unidos está dejando libre a Afganistán y a sus mujeres, mientras los ideólogos talibanes tratan de revertir la causa de las mujeres siglos hacia atrás.
Después de que la administración Bush pregonó los derechos de las mujeres como la principal justificación para invadir Afganistán, es sorprendente la poca atención que recibe este tema ahora que las tropas occidentales se van. Durante las conversaciones de la administración Trump con los talibanes, la cuestión de los derechos de las mujeres fue descartada como una preocupación doméstica y prácticamente ignorada. También se observó que del equipo negociador del gobierno afgano de 21 miembros responsable de las conversaciones con los talibanes, sólo cinco son mujeres. Una negociadora, Fawzia Koofi, recibió un disparo y resultó herida en un intento de asesinato.
Me sorprende cómo las naciones occidentales supuestamente ilustradas lanzan intervenciones militares, solo para encogerse de hombros y alejarse cuando las cosas se ponen difíciles, dejando el caos y la miseria humanitaria a su paso. Irak, Libia y Afganistán son solo los ejemplos más grotescos y recientes. El votante estadounidense promedio puede tener una capacidad de atención insignificante, pero las personas traumatizadas atrapadas en estos estados fallidos no lo olvidarán.
Teníamos grandes esperanzas en el brillante equipo de política exterior de Biden y sus promesas de un enfoque más ético y comprometido de los asuntos mundiales, pero sus hermosas palabras fueron seguidas inmediatamente por esta colosal traición a los ciudadanos afganos. Una lista exhaustiva de expertos en seguridad de Estados Unidos y ex funcionarios condenaron esta retirada.
En el África subsahariana, Siria y Afganistán, un pequeño número de fuerzas de élite occidentales puede tener un impacto desproporcionado a la hora de garantizar la seguridad y apoyar a las fuerzas locales: solo 2.500 soldados estadounidenses en Afganistán apuntalan una fuerza multinacional de menos de 10.000 soldados, todos los cuales ahora probablemente se marchen. Ya sea bajo Obama, Trump o Biden, estas retiradas apresuradas tienen todo que ver con cálculos electorales internos y nada que ver con la seguridad regional y los compromisos con la población local que se dejó perder.
Los talibanes y Al Qaeda no se suavizaron ni moderaron con las experiencias de los últimos 20 años. Nada cambió: si no queremos que Afganistán sea uno de los principales exportadores de heroína, terrorismo, refugiados e inestabilidad, el mundo occidental tiene la fatídica responsabilidad de seguir apoyando a las mujeres afganas y la frágil democracia de Afganistán.
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Baria Alamuddin es una periodista y locutora galardonada en Medio Oriente y el Reino Unido. Es editora de Media Services Syndicate y ha entrevistado a numerosos jefes de estado.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 8 de mayo de 2021.