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El Interprete Digital

Repensar el concepto de revolución a través de la experiencia siria

Por Charlotte Al Khalili para Al Jumhuriya

Movilización en la ciudad de Baniyas, Siria. [Syria Frames Of Freedom/Creative Commons]

Una antropología de la revolución siria

¿Se puede hablar todavía de una ‘revolución siria’ diez años después de que el país fuera testigo de sus primeras protestas, y mientras la frase ‘conflicto sirio’ parece haberse impuesto como el término preferido para describir los acontecimientos sobre el terreno desde al menos mediados de la década de 2010? Quizás parezca utópico hablar de una ‘revolución’ siria cuando los muertos y desaparecidos en las cárceles del régimen de Assad se cuentan por cientos de miles, y los desplazados forzosos superan los 13 millones. No es de extrañar que ahora sea más común oír hablar de una crisis humanitaria y un conflicto sin fin.

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Sin embargo, mi propia perspectiva como antropóloga está ligada a la temporalidad de mi trabajo de campo y a las identidades de mis interlocutores. También está íntimamente relacionado con el enfoque antropológico que reside en el corazón de mi trabajo, que comenzó en 2013 y condujo a una tesis doctoral en antropología social sobre la revolución siria y el desplazamiento en Turquía. Realicé más de dos años de trabajo de campo en la ciudad turca de Gaziantep, ubicada a 60 km al norte de la frontera con Siria y a poco más de 100 km de la ciudad de Alepo. Más tarde me instalé en Gaziantep a tiempo completo y viví allí hasta 2019.

Mi investigación posterior se centró en los círculos religiosos y políticos sirios desde 1982 hasta 2011. Exploró la cuestión de las genealogías revolucionarias y la formación de sujetos y proyectos revolucionarios en los años anteriores a la derrota del levantamiento armado de 1982 hasta el período revolucionario que Siria está ahora presenciando, o presenció entre 2011 y 2015, según la perspectiva de cada uno.

Este artículo resume las conclusiones claves de mi tesis doctoral y las reflexiones posteriores basadas en un trabajo de campo a largo plazo. Algunas de estas conclusiones son de carácter etnográfico, mientras que otras son analíticas, es decir, son una traducción de las conclusiones conceptuales y teóricas desarrolladas en diálogo con mis interlocutores.

Mi investigación siguió las diversas evoluciones de la revolución siria: las diferentes experiencias, concepciones y reconfiguraciones de la revolución y las transformaciones a las que condujo en los mundos de vida de los sirios, así como —o quizás especialmente— sus consecuencias inesperadas. ¿Cómo evolucionó la revolución siria y cuáles fueron sus consecuencias entre 2011 y 2016?

El estudio etnográfico de las revoluciones

¿Cómo se estudia etnográficamente una revolución? El estudio etnográfico de las revoluciones es a la vez reciente y peculiar. De hecho, este subcampo antropológico adquirió una nueva dimensión con las revoluciones árabes de la década de 2010, especialmente a través de estudios etnográficos de la revolución egipcia realizados por antropólogos en El Cairo, Alejandría y otras ciudades cuando comenzó la revolución (Abu Lughod, 2012; Mittermaier, 2014 ; Ghannam, 2012; Sabea, 2012; Schielke, 2015; Winegar, 2012). Estos cuestionaron la posibilidad de estudiar las revoluciones etnográficamente desde una perspectiva metodológica y analítica. Por un lado, ¿cómo se puede hacer observación participante de hechos revolucionarios que son muchas veces impredecibles, así como breves y violentos en su fase efervescente? Por otro lado, ¿cómo se puede mantener la ‘distancia etnográfica’ que requiere la antropología, y el equilibrio entre la “inmersión en el campo” y la “distancia necesaria para escribir” (Sabea 2012: párr. 11) al estudiar una revolución mientras se desarrolla? ¿Se puede siquiera hablar de revolución mientras los eventos estudiados están en curso?

Estos abordajes inspiraron mi trabajo, pero en la práctica las cosas eran diferentes, ya que realizar 18 meses de trabajo de campo en Siria no fue posible cuando comencé mi doctorado. Esta es una razón por la que hice mi trabajo de campo en Gaziantep, con revolucionarios que vieron obligados a huir y/o se movían entre Turquía y Siria. Durante mi trabajo de campo, viví con mujeres y familias, a menudo compuestas únicamente por mujeres, así como con jóvenes activistas. También trabajé con organizaciones de la sociedad civil y representantes de los consejos locales sirios desplazados a Gaziantep.

La revolución siria y la ‘sirianización’ de la revolución

Este artículo aborda la experiencia, la conceptualización y la imaginación de la revolución siria y su derrota desde la perspectiva de los sirios con los que trabajé y viví. Además, busca comprender cómo la experiencia y la conceptualización de la revolución siria nos llevan a repensar el concepto mismo de revolución, y mostrar cómo esta última es un concepto etnocéntrico fuertemente marcado por la filosofía de la Ilustración, que se definió principalmente en relación con las experiencias revolucionarias occidentales. Por lo tanto, estoy tratando de permitir una ‘sirianización’ del concepto y del evento de la revolución, tomando prestado el término de Yassin Al Haj Saleh y transponiendo su idea de la ‘palestinización’ de la revolución siria. En suma, este artículo propone una definición de revolución como una fuerza transformadora, multiescalar y multidimensional; una serie de transformaciones profundas a largo plazo en lugar de una ruptura política violenta que marque un claro ‘antes’ y ‘después’ histórico.

Repensar la revolución como una serie de transformaciones en diferentes dominios y en diferentes escalas nos permite pasar por alto la dicotomía éxito/fracaso que a menudo imponen las definiciones clásicas de revolución. Además, destaca una especie de paradoja: a pesar de su aparente derrota en términos políticos a nivel nacional, mis interlocutores a menudo percibían que la revolución siria ya había tenido un profundo impacto en el presente. En efecto, la revolución provocó profundos cambios sociales que se viven en el presente y se entienden como irreversibles. Es esta irreversibilidad de las transformaciones sociales lo que llevó a mis interlocutores a decir que era inevitable un segundo ciclo revolucionario o ‘ciclo de ira’. La revolución se entiende así como un proceso que se impone en la longue durée (N.d.T.: en francés, larga duración), y que no se detuvo a pesar de la ostensible derrota de la revolución. Es por tanto un proceso con múltiples temporalidades y significados según el dominio en el que se desenvuelve.

¿Fue la revolución siria en efecto una revolución?

Puede parecer indiscutible hablar de la ‘revolución’ siria al referirse a sus primeros años. Sin embargo, en la mayoría de los círculos académicos, periodísticos y activistas europeos esto está lejos de ser evidente. La referencia a la ‘revolución siria’ a menudo se encuentra con sorpresa y desafío, excepto, quizás, cuando se refiere a su expresión kurda. Este rechazo proviene no solo de un punto de vista ideológico o de un escaso conocimiento del contexto sirio, sino que es también el resultado de una estrecha comprensión del concepto mismo de ‘revolución’, que impide que estos eventos sean vistos en toda su radicalidad.

Un problema recurrente con la literatura sobre la revolución siria, y la llamada Primavera Árabe en general, es que proyecta las revoluciones de 2011 dentro de “la racionalidad de la Ilustración y la historia teleológica que prevé”, reduciendo su especificidad a “la lógica interna de una historia universal” (Ghamari Tabrizi, 2016: 16-17).

¿Es todavía posible “imaginar y desear futuros no cartografiados por esquemas de cambio histórico ya existentes”? Esto supondría cuestionar la posibilidad de “pensar la dignidad, la humildad, la justicia y la libertad fuera de los mapas y principios cognitivos de la Ilustración” (Ghamari Tabrizi, 2016: 1). ¿Es posible no convertir a los sirios “en sujetos legibles de la Marcha de la Historia en lugar de hacer a la historia el sujeto de su levantamiento” (Ibíd.: 4)? En otras palabras, es una ‘sirización’ de la historia y del concepto de revolución dentro del cual uno tiene que operar. Por lo tanto, yo sí uso el término ‘revolución’, ya que como antropóloga elijo tomar en serio a mis interlocutores, al tiempo que adopto una perspectiva y una metodología decoloniales.

Una definición (con)movedora de revolución

Al thawra; la Revolución; fue el único término utilizado por mis interlocutores para hablar de su experiencia durante los años 2011-2016. Se definieron a sí mismos como revolucionarios (thuwwar) aunque este término englobaba una variedad de actividades, identidades, proyectos y modos de subjetivación. Algunos habían protestado por primera vez en 2011, mientras que otros formaban parte de grupos políticos establecidos desde hacía mucho tiempo y poseían una cultura y una práctica política venerables. Otros nunca participaron directamente en las protestas, pero cuidaron sus dimensiones logísticas: prepararon pancartas; cocinaron para los manifestantes; y luego distribuyeron medicinas y otros bienes a los sirios que huían de sus barrios y pueblos bombardeados o sitiados.

Todos mis interlocutores estaban desplazados fuera de Siria en Gaziantep, o seguían yendo y viniendo entre los dos países, lo que fue relativamente fácil hasta el cierre de la frontera sirio-turca en 2015. Gaziantep constituía así una especie de puente entre ‘adentro’ y ‘afuera’, y una especie de capital de los revolucionarios exiliados. Mis interlocutores eran jóvenes activistas que frecuentemente se describían a sí mismos como seculares y que provenían de las clases media y media-baja, a menudo de la Universidad de Alepo y del campo que rodea a Damasco. También había algunos islamistas del centro de Siria e Idlib, así como ex presos políticos y activistas empedernidos; principalmente islamistas pero también algunos comunistas. Durante mi trabajo de campo viví con diferentes familias, en general en hogares encabezados por mujeres cuyas familias habían estado cerca de la Hermandad Musulmana en la década de 1980 y que procedían de las zonas rurales de Homs, Hama, Raqqa y Alepo. Trabajar principalmente con mujeres me permitió comprender el lugar central que ocuparon en la revolución siria, así como su peculiar significado para ellas. Esto también me llamó rápidamente la atención sobre las transformaciones sociales que resultaron de la revolución, porque las mujeres son  a menudo actores invisibilizados de los procesos revolucionarios, ya que típicamente representan una minoría en las calles durante la fase de ‘efervescencia’ de las revoluciones. Los cambios revolucionarios, sin embargo, tienen lugar dentro de los hogares de las personas y a largo plazo, en lugar de protestas revolucionarias de corta duración (Winegar, 2012).

Mi trabajo, por lo tanto, tiene como objetivo ofrecer una definición con-movedora de la revolución siria y el concepto mismo de revolución: (con)movedora en el sentido de cambiante, así como de en movimiento (N.d.T.: en inglés se utiliza el término ‘moving’, que significa a la vez móvil y conmovedor). Durante los primeros años de la revolución, los términos alternativos utilizados para describir los acontecimientos en Siria procedían de los leales al régimen de Assad, así como de una tercera parte; las personas ‘neutrales’. No obstante, alrededor de 2015-2016, luego de la intervención militar directa de Rusia y el sitio y luego la caída de Alepo, mis interlocutores comenzaron a cuestionarse cada vez más sobre el término más apropiado para describir la situación. ¿Seguía siendo una revolución? ¿Se podría hablar todavía de revolución con respecto a la fase inicial (awwal al thawra), a la luz de sus desarrollos posteriores? ¿Había sido en cambio simplemente un levantamiento (intifada), y ahora era un conflicto (sira), una guerra (harb), o incluso una guerra civil (harb ahlieh)?

Esta definición de revolución también fue ‘conmovedora’ en otro sentido, ya que en mi trabajo de campo me involucré con personas desplazadas y con aquellos que literalmente se movían entre Siria y Turquía. El significado de la revolución varió así según la posición de mis interlocutores, siguiendo la temporalidad del conflicto. La revolución se transformó por las rutas del exilio.

De derrota, final y tragedia

A pesar de ciertas diferencias entre los sirios con los que viví y trabajé, todos se definían como revolucionarios. Por eso les tomó mucho tiempo hablar de una revolución derrotada. Durante años, fue tabú hablar de un fracaso o una derrota; referirse a la revolución en esos términos podría causar que uno sea percibido como un traidor o un derrotista.

Es en este sentido que el término ‘derrota’ en lugar de ‘fracaso’ de la revolución parece más adecuado para dar cuenta de la experiencia vivida por mis interlocutores y, más ampliamente, de la revolución siria. La diferencia entre la derrota y el fracaso fue subrayada por Walter Armbrust en su obra sobre la revolución egipcia (2017). Él argumenta que mientras que la noción de fracaso apunta a una causa interna de la falta de éxito, la noción de derrota implica algo que viene del exterior, por lo que la responsabilidad central es externa. Hay, por tanto, algo de culpabilidad en el concepto de fracaso: estaría ligado a las propias acciones de los revolucionarios, algo que algunos interlocutores afirmaron en sus momentos más oscuros. Por el contrario, la idea de derrota implica que uno fue vencido sin asumir toda la responsabilidad por ello. El argumento es, no obstante, no que los revolucionarios no deban cuestionar las razones de su derrota y analizarlas, como muchos comenzaron a hacer de 2015-2016 en adelante. Es más bien permanecer más cerca de la realidad y de la gran desigualdad entre las fuerzas sobre el terreno: revolucionarios pacíficos y luego ligeramente armados por un lado, versus un régimen fuertemente armado por el otro, apoyado por sus aliados rusos e iraníes, utilizando una amplia gama de armas, incluidas bombas de barril y armas químicas, para exterminar a las personas que viven en los bastiones revolucionarios y las zonas liberadas.

Esta cuestión de la derrota, la pérdida y el fracaso es interesante, porque permite pensar la revolución más allá del fracaso/éxito y de los vencidos/vencedores, para interrogar también la cuestión del ‘fin’ de la revolución. ¿Cómo termina una revolución? ¿Alguna vez termina una revolución? ¿Cómo es visible este fin? En la historiografía e historia dominantes de las revoluciones, así como en las ciencias políticas y la filosofía —que son las principales disciplinas que clásicamente estudian y conceptualizan las revoluciones— las revoluciones siempre tienen éxito. Hablar de una revolución derrotada o fallida es un oxímoron. Las revoluciones fallidas se envían al basurero de la historia, como lo señala el antropólogo e historiador caribeño David Scott (2014).

Revolución y cambio de régimen político

Mirando textos clásicos sobre las revoluciones y los cánones de la revolución en el imaginario colectivo —las revoluciones francesa, estadounidense y soviética— todos son ‘exitosos’ en el sentido estricto de que fueron movimientos populares que llevaron al colapso del orden político existente (el antiguo régimen) y su sustitución por un nuevo régimen. Es decir, la revolución se conceptualiza de acuerdo con este modelo clásico como un antes y un después de la ruptura histórica que conduce a un nuevo ciclo temporal a nivel del Estado, la nación o, de hecho, el Estado-nación. En el contexto sirio no hubo un colapso o cambio de régimen. Tampoco hubo ruptura en el campo político, al menos a nivel estatal.

¿Esto significa que la revolución siria no es/fue una revolución? De hecho, ¿por qué se la percibe como un fracaso? Mi hipótesis es que se debe a que no hubo un cambio de régimen a nivel estatal. Y, sin embargo, muy rápidamente después del comienzo de la revolución siria, áreas enteras del país fueron liberadas y se encontraron administradas por consejos locales y otras instituciones revolucionarias y de la sociedad civil, liberándose del dominio del régimen y reorganizándose fuera de su alcance. En este sentido, la revolución siria se vivió como un cambio radical a nivel local y regional, y como una renovación total de la vida política, con fascinantes experimentos de autogobierno y democracia local, como en la ciudad sitiada de Darayya, por ejemplo.

La situación es por supuesto muy diferente ahora, después de la evacuación forzosa de las últimas áreas revolucionarias sitiadas en las zonas rurales de Alepo, Damasco y Homs. Hay, no obstante, una tendencia a ver solo el aspecto trágico y definitivo de la derrota —es decir, su fracaso— en lugar de interrogar lo que queda de la experiencia revolucionaria y las esperanzas iniciales de los revolucionarios. Si la revolución no condujo a un cambio de régimen a nivel del Estado, ¿no condujo igualmente a otro tipo de transformaciones?. Si es así, ¿dónde ubica uno a la revolución: en qué nivel y en qué dominio del mundo de vida de los sirios?

A partir de este punto, es interesante mostrar las distintas escalas y profundidades en las que se produce una derrota revolucionaria. Tal ejercicio nos empuja a repensar esta derrota más allá del paradigma éxito/fracaso, mientras cambiamos nuestro enfoque hacia las transformaciones predecibles e impredecibles de la revolución y las consecuencias imaginadas, inesperadas e impredecibles. Esto es lo que permite una visión antropológica de la revolución: ubicar los efectos, tanto esperados como inesperados, de un evento revolucionario en todos los dominios del mundo de vida de los sirios. De esta manera, la revolución ya no aparece como una ruptura política violenta, sino como una serie de transformaciones sociales que reconstituyen el mundo de los sirios. Esto obliga a cambiar el enfoque del ámbito político al íntimo (el sujeto) y cosmológico (las coordenadas espacio-temporales), así como a la esfera social (las relaciones, la vida cotidiana, las normas de género y el parentesco).

En otras palabras, hay que preguntarse qué hace la ‘derrota’ al concepto de revolución, o indagar, parafraseando a David Scott, sobre las trágicas consecuencias —es decir, lo impensable e inesperado— de la derrota de una revolución. Scott explora esta pregunta maravillosamente en un libro de 2014 dedicado a la olvidada, porque fracasada, revolución de Granada de 1979, cuestionando los efectos de una trágica derrota en las experiencias y concepciones del tiempo, la historia y la utopía revolucionaria. Aquí transpongo su pregunta, centrándome en los efectos de la derrota de la revolución siria en el mundo de vida de los sirios: ¿cómo se reconfiguran las relaciones de los sirios con el tiempo, el espacio, la religión y el yo?. En otras palabras, ¿cuál es el poder transformador de una revolución frustrada? ¿Dónde se ubican las rupturas, disrupciones, transformaciones y desplazamientos producidos por tal evento? ¿Cómo emergen nuevos mundos de las inesperadas e impredecibles consecuencias de un proyecto político que no logró sus objetivos iniciales? ¿Qué sucede cuando los planes de uno se frustran?

Revolución: una serie de transformaciones multidimensionales y multiescalares

Al momento de mi primera visita a Turquía en 2013, la situación siria ya se consideraba una ‘guerra’, una ‘guerra civil’ o un ‘conflicto’ por parte de la prensa internacional. Mis interlocutores, sin embargo, hablaron de revolución; thawra. De ahí que la pregunta fuera: ¿qué definían como revolución?. ¿Dónde se ve la revolución? ¿Qué huellas dejó? ¿Dónde ubica uno el espíritu y el legado de la revolución?

En Gaziantep, la revolución estaba omnipresente en el paisaje y el ambiente sonoro. El paisaje estaba saturado de símbolos revolucionarios: las banderas de la revolución, protestas y sentadas semanales, cuadros de mártires, etc. La revolución también formó un paisaje sonoro en las protestas y celebraciones de bodas, donde se cantaron canciones y consignas revolucionarias y se realizó la danza dabkeh con canciones revolucionarias, reproduciendo la atmósfera festiva de las primeras protestas dentro de Siria.

Cuando uno trata de trazar las diversas profundidades y velocidades de las transformaciones revolucionarias en el mundo de vida de los sirios, se ve que tienen diferentes temporalidades que se inscriben en el corto, mediano y largo plazo. La revolución se convierte así en un proceso que necesita ser analizado en la longue durée, y que se manifiesta en distintas intensidades. Algunos interlocutores describieron este proceso como un ciclo revolucionario compuesto por una sucesión de tiempos muertos y activos.

“¿Cuánto tiempo tardó en triunfar la revolución francesa? ¿Cien años?” preguntó un amigo de Douma retóricamente en 2015, antes de agregar: “¡Todavía tenemos un largo camino por delante!” Aquí se ve que un posible éxito futuro de la revolución todavía era considerado por mis interlocutores, muchos de los cuales lo vinculaban a cambios sociales y personales que ya habían ocurrido y que se percibían como irreversibles. Si una ruptura política —es decir, un cambio de régimen— parecía una perspectiva menos probable, las transformaciones sociales ya estaban ocurriendo en el presente, y estas profundas transformaciones eventualmente conducirían, dijeron, a una revolución política total, ya sea después de una generación o de cien años.

Esta línea de pensamiento fue apoyada por el ejemplo de las áreas liberadas que rechazaron las reglas impuestas por el grupo islamista Jabhat al Nusra, que intentó imponer nuevas restricciones de vestimenta a las mujeres locales y prohibir a los hombres fumar en público después de obtener el control de estos territorios. En Idlib, por ejemplo, las mujeres organizaron protestas para oponerse a estas nuevas reglas y/o continuaron con sus prácticas. Aunque a menudo tuvieron que someterse eventualmente a las restricciones, según mis interlocutores, estos actos de resistencia contra las nuevas formas de opresión (zulm) impuestas por autoridades ilegítimas, fueron prueba del legado y el espíritu perdurable de la revolución dentro de Siria (Al Khalili 2018).

Fuera de Siria, esto fue especialmente visible entre las mujeres y las juventudes en particular, en sus relaciones con las normas y autoridades religiosas y sociales. El ejemplo más llamativo y generalizado entre las personas con las que viví fue probablemente el cambio de matrimonios endogámicos a “matrimonios políticamente endogámicos” (Peteet, 1991: 181). De manera análoga a la descrita por Julie Peteet en su trabajo sobre los revolucionarios palestinos desplazados al Líbano, para muchos de mis interlocutores los matrimonios endogámicos que antes sucedían dentro de un círculo de familias que se conocían y/o entre personas que eran social y espacialmente cercanas, estaban teniendo lugar ahora entre personas de orientaciones políticas similares.

Para mis interlocutores, había así una continuidad entre las luchas políticas por las que lucharon y las transformaciones sociales que experimentaron. Esta continuidad se ubicaba en el espíritu de desafío desarrollado por los sirios y su negativa a someterse a cualquier tipo de autoridad ilegítima, y a la opresión del régimen o de otros actores políticos. En línea con esto, algunos expresaron su sentimiento de que incluso en las regiones reconquistadas por el régimen podría ocurrir una revolución más radical, aunque solo sea después de una generación.

La idea subyacente aquí es que la revolución tuvo un impacto permanente a nivel social. Las transformaciones sociales que sucedieron fueron percibidas como demasiado profundas para ser reversibles y como suelo fértil para una futura revolución que, esta vez, llevaría a la caída del régimen. El espíritu revolucionario apareció así como uno de desafío y una profunda ira, así como el motor y productor de transformaciones en la realidad de los sirios.

Se ve entonces que en lugar de analizar estas transformaciones desde la perspectiva del momento contrarrevolucionario, lo que llevaría a una lectura teleológica de estos hechos, es más fructífero leerlos desde la perspectiva de las múltiples temporalidades de acción, movilización y derrota de una revolución. Tal punto de vista nos permite percibir las consecuencias inesperadas de una revolución y enfocarnos en las transformaciones sociales a las que condujo la revolución derrotada. “Las revoluciones, sin importar su éxito o fracaso inmediatos, tienen implicancias mucho más severas que sus aspiraciones iniciales (…) Tienen el potencial de superar su horizonte inmediato de expectativa y de hecho eludirlo” (Haugbolle y Bandak, 2017: 194).

Esto nos empuja a adoptar un nuevo enfoque temporal explorando horizontes cercanos y lejanos, y simultáneamente a examinar la corta y larga duración de los acontecimientos revolucionarios. Esto se basa en una distinción etnográfica: mis interlocutores distinguieron entre cambios a corto y largo plazo, y hablaron de transformaciones profundas y superficiales para diferenciar entre las consecuencias sociales y políticas de la revolución. Si en los primeros años de la revolución esperaban grandes cambios políticos y pensaban que el régimen de Assad caería, estas esperanzas se vieron frustradas por la derrota de la revolución. Convencidos de que no podrían derrocar el régimen en un futuro cercano, quienes se definían como activistas y trabajaban en la sociedad civil y los consejos locales, esperaban, sin embargo, lograr un cambio profundo en su sociedad, para que eventualmente condujera a transformaciones irreversibles en el largo plazo. Optaron, por lo tanto, por centrarse en la educación; principalmente la de los niños. Su objetivo inicial de derrotar al régimen se transformó así rápidamente en la esperanza de transformar su sociedad en profundidad. Se ve entonces cómo una revolución derrotada en el campo político (a nivel nacional) puede, sin embargo, producir una serie de profundas rupturas en el campo social, así como en el imaginario y las aspiraciones políticas.

Revolución, exilio y migración

Teniendo en cuenta el éxodo masivo de sirios, uno puede no obstante cuestionar la supervivencia del espíritu de la revolución en el exilio, en Turquía y otros países vecinos de Siria, así como en Europa.

¿Cuál es el legado de la revolución siria? ¿Dónde se ubica el espíritu de la revolución? La herencia revolucionaria aparece particularmente visible entre la naciente diáspora siria, con experiencias revolucionarias y savoir-faire (N.d.T.: en francés ‘saber hacer’) que viajan y se mueven, redefiniéndose, pero dentro de las cuales permanece, se difunde y se reinventa el espíritu inicial de la revolución.

Al repensar la revolución como una serie de transformaciones en diferentes niveles y en varios dominios —esto es, como un evento con dimensiones ontológicas, es decir, que redefine lo que es; nuevas formas de decir y ser en el mundo, así como cosmogónicas, es decir, una forma novedosa de ‘hacer mundo’— las coordenadas del mundo sirio se están reubicando.

El objetivo de este artículo es, por lo tanto, redefinir los niveles en los que se desarrolla una revolución derrotada. En otras palabras, uno tiene que centrarse en el poder transformador de las revoluciones aparentemente derrotadas en lugar de concebir a las revoluciones únicamente como eventos que transforman radicalmente los sistemas políticos y las estructuras sociales. Esto también permite mover el enfoque de los estudios de la revolución de las estructuras sociopolíticas y económicas a los horizontes religiosos, de parentesco, personales y espacio-temporales; dominios que por lo general fueron marginados en el pasado. Eventualmente, esto empuja a colocar en el centro del estudio de la revolución lo que típicamente se encuentra en sus márgenes: lo íntimo, el exilio y la mujer, para empezar.

En conclusión, parece que estudiando la revolución siria a través de su derrota, pero también descentrándola, yendo más allá de la derrota política a nivel del Estado, se pueden observar sus múltiples consecuencias y ramificaciones en la esfera íntima, las relaciones sociales, la experiencia del tiempo y el espacio, y los imaginarios políticos y religiosos. Esto eventualmente conduce a una provincialización de la definición clásica y eurocéntrica de revolución. En efecto, nos invita a abrir esta definición a otras posibilidades; otras prácticas y conceptos revolucionarios que pueden seguir las definiciones clásicas de revolución pero también alejarse de ellas, desviarlas y transformarlas. Esto finalmente permite ampliar el concepto de revolución a otras experiencias y modos de acción, a otros esquemas y temporalidades.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Charlotte Al Khalili es Doctora en Antropología Social por la Universidad Colegio de Londres (UCL) e investigadora asociada en la misma universidad

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Institute for Al Jumhuriya el 5 de mayo de 2021.