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El Interprete Digital

Estado fallido o Estado maltrecho: las narrativas que dividen al Líbano

Por Nadim Shehadi para Arab News

Manifestación en el centro de Beirut. [Patrick Makhoul/Creative Commons]

Hay dos narrativas paralelas que prevalecen acerca del Líbano. Una trata al país como un Estado fallido. La otra habla sobre un Estado que fue maltratado hasta el fracaso.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Según la primera narrativa, el Líbano es un país artificial creado por potencias coloniales. Nunca se convirtió en una nación soberana propiamente dicha. Mientras tanto, su gente está dividida y no tiene sentido del patriotismo o nacionalismo y solo se preocupa por estrechos intereses familiares y sectarios a expensas del país en su conjunto.

También, afirma que el Líbano es un Estado fallido gobernado por una élite sectaria corrupta. Una oligarquía cleptocrática de antiguos caudillos y familias feudales que deben sus lealtades a potencias extranjeras y que perpetúan su dominio a través del clientelismo y elecciones controladas. El país quedó en bancarrota por un esquema Ponzi dirigido por una alianza de banqueros al estilo mafioso y líderes de milicias.

Este punto de vista sostiene que Líbano nunca fue un proyecto viable. Que su historia es de conflicto continuo e intervención externa, con algunas treguas en el medio. Además, no existe una economía productiva real y autosuficiente. Es una economía rentista que consiste principalmente en servicios dependiente totalmente de relaciones externas volátiles. De esta manera no es sostenible. Por lo tanto, el Líbano debería invertir en la industria y la agricultura, así como en tecnología de la información e innovación moderna.

Según esta narrativa, la explosión de Beirut del año pasado fue el resultado de la corrupción y la negligencia; de la falta de avance en las reformas y de un plan de recuperación desde el colapso financiero de octubre de 2019. Fue causada por el egoísmo y el descuido de la clase dominante.

Por lo tanto, todo el sistema político está podrido hasta la médula y debería haber una renuncia en masa (‘todos significan todos’). Los partidos políticos deberían ser abolidos y reemplazados por tecnócratas competentes con poderes extraordinarios para promulgar reformas e implementar las políticas necesarias para sacar al Líbano de esta crisis.

Mientras tanto, la narrativa del Estado maltrecho declara que el país fue sometido a un ‘maltrato’ sistemático y coordinado desde septiembre de 2004, cuando la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU desafió a la presencia siria y las armas de Hezbollah. Líbano gradualmente se convirtió en rehén de Hezbollah, el cual reemplazó efectivamente a Siria. El rescate que se paga cada año para mantener vivo al rehén llevó al país a la bancarrota.

Ambas narrativas afirman ser parte de la misma revolución y ambas tienen lemas similares, pero con significados y énfasis diferentes.

Primero hubo una serie de asesinatos que empezaron con el del ex Primer Ministro, Rafik Hariri, acusado de ser el artífice entre bastidores de la resolución 1559. Esto comenzó en octubre de 2004 hasta el día de hoy, dirigido contra periodistas, políticos, militares, policías así como a activistas de la sociedad civil.

Es difícil calcular el rescate con precisión. El país se mantiene en un estado de guerra continuo. Incluye la guerra del verano de 2006 con Israel que estableció el hecho de que las instituciones estatales no tienen voz en las decisiones de guerra y paz, que en cambio son prerrogativa exclusiva de Hezbollah. A los daños en la infraestructuras y la economía se suman las constantes y periódicas declaraciones de guerra, que causan un inmenso daño a la temporada turística de verano, a los proyectos de inversión y a la fuga de cerebros, de personas que se marchan por falta de confianza en el futuro del país..

Por medio del control sobre el aeropuerto y el puerto; su continua paralización de la economía, y su bloqueo a reformas, a la formación de un gobierno y a las elecciones parlamentarias y presidenciales, Hezbollah obtuvo el control total del país. Así, lo aisló de sus principales mercados en el Golfo Árabe y Occidente.

Muchas de estas crisis y asesinatos se relacionaron con los acontecimientos en el Tribunal Especial para el Líbano (STL, por su sigla en inglés). Beirut estuvo ocupada durante 18 meses, desde diciembre de 2006, en un intento de bloquear al gobierno para que solicitara la formación del tribunal a la ONU. Asimismo, en enero de 2011, el gobierno fue derribado por la coacción de algunos de sus miembros para impedir que el STL emitiera su acusación contra los miembros de Hezbolá. La explosión de Beirut, también se achacó a la continua parálisis del sistema que produjo podredumbre y disfunción y al control del puerto por parte de Hezbolá. 

Además, todos estos problemas están relacionados con eventos regionales, donde se observa un patrón similar de colapso institucional en Palestina, Líbano, Siria, Irak y Yemen y su reemplazo por milicias afiliadas al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán. Hezbollah es el brazo libanés que también actúa a escala regional en Siria, Yemen e Irak, utilizando instrumentos similares como asesinatos, la parálisis del gobierno y el mantenimiento de un estado de guerra.

Esta narrativa pide que el Líbano regrese a ser una sociedad abierta y libre, con una economía abierta y buenas relaciones con Occidente y los países del Golfo Árabe. Esto es lo que hizo que el país tuviera éxito en el pasado y atrajera a la élite empresarial y cultural de la región. En los últimos 100 años, Líbano también logró ser aceptado como Estado nación por la mayoría de las comunidades que lo habían rechazado en su fundación.

Ambas narrativas afirman ser parte de la misma revolución. Ambas quieren implementar el Acuerdo de Taif, aunque diferentes partes del mismo, y ambas tienen eslóganes similares, pero con diferentes significados y énfasis.

Los seguidores de la narrativa del Estado fallido acusan a los partidarios de la narrativa del Estado maltrecho de utilizar a Hezbolá como chivo expiatorio, culpándolo de todos los problemas del país y como encubridor de la corrupción del sistema. Mientras tanto, los defensores de la narrativa del Estado maltratado acusan a los partidarios de la narrativa del Estado fallido de autoflagelarse y utilizar este argumento para encubrir los crímenes de Hezbolá. Por supuesto, esto podría resolverse en las próximas elecciones, si es que no se vuelve a bloquear su celebración. 

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Nadim Shehadi es Magister Scientiae en Economía del Desarrollo por la Universidad de Leicester, miembro asociado del Chatham House, y Director Ejecutivo de la sede en New York de la Universidad Libanesa Americana. 


N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News 21 de marzo de 2021.