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El Interprete Digital

El aumento de la apostasía entre los jóvenes sirios

Por Sham Al Ali para Al Jumhuriya

La revolución siria estuvo acompañada por un aumento en el fervor religioso y un exacerbado sentimiento popular, particularmente manifestados en lemas como “(el levantamiento) pertenece únicamente a Dios” y “nuestro líder solo será nuestro profeta Muhammad”.

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El paso de los años provocó caos, violencia y diversos conflictos que se intensificaron con el extremismo religioso. A medida que las corrientes islamistas continúan encabezando la lucha contra el régimen, comenzaron a surgir y extenderse diversas corrientes opuestas, que van desde el cuestionamiento de ciertos rituales y textos sagrados hasta el ateísmo categórico y la renuncia a la religión. 

Por lo tanto, dentro de una sociedad que a menudo se percibe como moderadamente religiosa, los grupos más devotos que interpretan estrictamente las doctrinas religiosas y se comprometen con ellas se encuentran ahora cara a cara con quienes se muestran escépticos frente a ellas. Muchos de ellos se niegan a reconocer o incluso a observar el creciente número de jóvenes que abandonan la religión más tradicional y pierden la fe en sus ideales y reivindicaciones. Sin embargo, cualquier persona podría reflexionar y notar que la crítica a la religión se volvió más audaz y que muchos jóvenes sirios, especialmente en Europa, están abandonando los estilos de vida religiosos que antes mantenían en casa. Esto se está convirtiendo paulatinamente en un fenómeno que requiere de la intervención de los imanes, lo que denota la gravedad de un enfrentamiento venidero sobre el que no disponemos de estudios ni estadísticas fiables.

Al enfrentar un artículo calificado como blasfemo y publicado en la revista Rising For Freedom, el imán Osama Al Rifai habló sobre el ateísmo y los ateos como algo que había surgido de la nada, y utilizó una violencia verbal sin precedentes y una clara incitación contra ellos. El imán se refirió al ateísmo como un “ser lisiado” y llamó a sus seguidores “alimañas”, al tiempo que hizo énfasis en que no se infiltrarían en la sociedad siria.  Sin embargo, estas declaraciones pueden servir como prueba de que el discurso al que se enfrenta, que es crítico de las tradiciones islámicas y aboga por la libertad de pensamiento, está atrayendo más corazones y mentes que la retórica del poder religioso establecido que había prevalecido antes de 2011.

Entre pequeños círculos de conocidos, tres niñas anteriormente religiosas ya se quitaron el hiyab en Alemania y otras cinco que viven en países árabes esperan la oportunidad de hacer lo mismo. La mitad de los jóvenes que conozco abandonaron los ritos religiosos, como rezar cinco veces al día, cumplir el Ramadán o abstenerse de dar la mano a las mujeres y al menos el 10% de ellos se declararon abiertamente no religiosos.

Más allá del ámbito individual, las redes sociales árabes están repletas de críticos antirreligiosos y de su contenido, que fervientemente exigen repensar los mitos religiosos o directamente los ridiculizan por completo. Quizás las musulmanas que ya no usan el hiyab no divulgan sus acciones para evitar “molestias sociales”, lo que puede hacer que todo el fenómeno se vuelva imperceptible. Sin embargo, tácticas como “el desafío del hiyab”, una iniciativa de las redes sociales que tenía como objetivo promover la cultura del hiyab, causó el surgimiento de su polo opuesto, es decir, la eliminación generalizada de este.

Antes de la revolución, una parte considerable de la juventud siria no podía distinguir entre el ateísmo y el secularismo, pero ahora logran distinguir entre musulmanes, sunitas, deístas, agnósticos, no creyentes y la lista continúa. Esto puede explicarse por la larga dictadura de Asad, que consolidó un Estado de una sola ideología, opinión y partido. A medida que estalló la revolución siria, los ciudadanos comenzaron a encontrar nuevas ideas, lo que plantea la pregunta: ¿la revolución provocó los dos extremos, es decir, el islamismo y el ateísmo, o más bien permitió que ambos salieran a la luz? ¿Qué impulsa a los jóvenes en la actualidad a oponerse a la hegemonía religiosa y al dogmatismo, y cuestionar o escudriñar su fe como nunca antes?

Intentaré proporcionar un ponderado análisis de las raíces de este abandono en masa de las creencias religiosas, lejos de los argumentos clichés de la invasión cultural o la desintegración moral de Occidente. En cambio, me centraré en los jóvenes que participaron en el levantamiento popular, solo para recibir miseria y encontrarse dispersos en el exilio. Este análisis puede aplicarse a otros segmentos que fueron influenciados por factores similares, pero en ausencia de estudios y estadísticas, no es posible una especificación sería, más precisa y objetiva.

Entrelazamiento entre religión y política      

Entre mediados de la década de 1980 y el inicio del 2011, ya varias generaciones habían sido adoctrinadas desde una temprana edad en las nociones religiosas recibidas en las mezquitas, escuelas y seminarios coránicos bajo el patrocinio de las autoridades estatales. El islam predominante en Siria es el islam que el régimen, en connivencia con sus propias cohortes de clérigos, permitía que existiera.

Este discurso religioso predominante se enfatizó mantener a raya a “Satanás y la política”, con algunas excepciones que permanecieron invisibles debido al apagón comunicacional y la represión. Sin embargo, tras el levantamiento popular en las calles, y en coincidencia con una revolución informativa en las redes sociales, los jóvenes se familiarizaron cada vez más con otros discursos religiosos en una escala más amplia.

En su lucha contra la injusticia, muchos se dieron cuenta de que las autoridades religiosas y políticas fueron “compañeras protectoras unas de otras” y que el despotismo político se deriva del absolutismo religioso. Como dijo Al Kawakibi: “No existió ningún déspota que no haya reclamado un estatus sagrado para ser compartido con Dios”. Cuando las tergiversaciones en la versión islámica del régimen quedaron al descubierto, los jóvenes comenzaron a desenterrar los elementos manifiestos de la religión que estaban en confabulación con el régimen, para luego rechazar cada vez más conceptos y nociones religiosas, lo que llevó a algunos a perder la totalidad de su fe.

Es comúnmente sabido que la religiosidad en Siria floreció bajo el partido Baaz, lo que hace plausible el argumento de que la exposición de uno de ellos conducirá a la desintegración y declive del otro. En Siria, el prestigio del que gozaban los imanes se vio socavado junto al régimen. Las críticas y burlas posrevolucionarias no perdonaron a ninguna figura religiosa, ya que la revolución desarraigó a la gente de la idolatría y rompió el culto a la personalidad que era una práctica común en los regímenes árabes y , especialmente, en Siria. El impulso revolucionario superó la noción tradicional de un líder insustituible, al dotar de legitimidad a las calles. A pesar de que la revolución no logró sus objetivos políticos, y a pesar de los funestos “regímenes sirios islamistas”, el despertar intelectual sigue su curso. Yo personalmente diría que la expresión “se estranguló al último rey con las entrañas del último sacerdote” está más cerca que nunca.

Acceso gratuito a la comunicación global

Internet y los medios de comunicación masiva evolucionaron rápidamente en Siria en los últimos años, de alguna manera en conjunto con las revoluciones de 2011. Esto eliminó el monopolio estatal sobre las palabras, las voces, los pensamientos y el acceso al conocimiento. El contenido intelectual ahora se sirve a las personas a pedido, sin tener que almacenarse en sótanos o cumplir con los requerimientos establecidos por los censores. Cada persona es ahora libre de acceder a la información y presentar aquella de la que dispone. Al romper el muro del miedo y la represión, los jóvenes sirios tienen el coraje, la libertad y los instrumentos de conocimiento necesarios para su rebelión intelectual.

Sari, un sirio de 28 años que creció en una familia conservadora, siempre tuvo preguntas sobre Dios y la religión. Las respuestas que solía recibir eran en su mayoría silencios, desánimo o mitos incluso más insatisfactorios. Sari contó que los libros y videos que encontró en línea lo colocaron en un camino más racional para responder a sus preguntas sobre el origen de la creación y el destino de la humanidad. “Simplemente era una alternativa que no estaba disponible en la Siria de Asad”, comentó, preguntándose cómo solía creer cualquier hecho que escuchara.

Oh Dios, te han puesto a prueba

A medida que los cráneos se acumulaban y el baño de sangre fluía cada vez más profusamente, el valor de las palabras gastadas y los templos del clero tradicional comenzó a disminuir. Mientras los demonios de la guerra indiscriminadamente y sin piedad estaban convirtiendo todo en cenizas, los dioses se hicieron a un lado y no movieron un dedo. “Oh, Dios, eres todo lo que nos queda”, gritaban las gargantas con tanta fuerza que casi se rompían. Pero el silencio divino fue dolorosamente ensordecedor.

“¡Algo anda mal, entonces!” Los intentos de reevaluación intelectual estuvieron presentes a lo largo de los años de la revolución. Las derrotas a menudo llevaron a los jóvenes a indagar sobre las razones y a revisar algunas de las concepciones que habían heredado: ¿es nuestro entendimiento de lo divino defectuoso?, ¿la culpa recae en el clero?, ¿nos engañaron?, ¿nos excedimos?, ¿el problema está en la historia?, ¿en los hadices?, ¿en el Corán?, ¿en Dios mismo?. En pocos años, probaron teórica y prácticamente todas las ideas y proposiciones que se les ofrecieron. Al buscar una respuesta a “¿Qué salió mal exactamente?”, muchos se dieron cuenta de la escasez de filosofía religiosa y de la inutilidad de perseguir los viejos y sofocantes conjuntos de creencias.

Lo que estos jóvenes saben en el fondo es que la revolución no fue nunca una búsqueda de logros religiosos, sino furia por la injusticia y la opresión. Sin embargo, cualquiera que haya participado o incluso observado la revolución podría discernir que el celo religioso y el fervor revolucionario son inseparables. El ardor emocional que había estallado con la revolución más tarde despertó sentimientos religiosos profundamente arraigados que fueron una fuente de combustible sin igual en ambas etapas: en manifestaciones pacíficas y en la lucha armada. Por lo tanto, la ascensión inicial al cielo, que pronto fue seguida por un trágico descenso al infierno, fue de hecho una de las razones por las que aquellos que habían puesto sus esperanzas en Dios se sintieron completamente abandonados por Él.

Un hombre de unos 20 años que había luchado con el Ejército Libre de Siria antes de solicitar asilo en Alemania explicó su descontento con el discurso religioso que lo llevó al ateísmo. “Oramos de todas las formas que pudimos y nos desgastamos. Teníamos una fe sincera, mantuvimos la bandera del islam y nos comprometimos a la oración”, expresó y continuó: “Pero aparentemente la divina gran victoria que nos prometieron no fue más que humo y espejos. Fue el infiel tirano quien salió victorioso, ebrio de la sangre de nuestros mártires”.

Un cambio repentino en el medio ambiente

Es bastante conocido entre quienes vivieron en Siria que la devoción a menudo toma la forma de constancia ritual, en la que los factores sociales juegan un papel central. También es bien sabido que muchas mujeres fueron presionadas por sus pares para usar el hiyab y que las creencias religiosas no ocupaban más de un par de lecciones de una hora por año. La religiosidad no se tomaba del todo en serio, pero eran sus manifestaciones aparentes las que más importaban. En dicho contexto, es comprensible que apenas hubieran existido ateos autoproclamados en la Siria prerrevolucionaria. Las comunidades religiosas generalmente prohíben a sus miembros la libertad de pensamiento. Para mantener su fuerza y cohesión, no toleran ni aprueban ninguna desviación ideológica.

Dicho esto, y dado que la sociedades desempeñan un rol en el fomento de la religiosidad colectiva, los cambios sociales pueden resultar fácilmente en transformaciones religiosas. Los seres humanos tienen que adaptar su disposición a las necesidades de su tiempo y lugar, así como a la comunidad en la que viven. Por consiguiente, la renuncia a la religión puede explicarse por el éxodo masivo de personas desplazadas por la fuerza, su asentamiento en nuevas comunidades y la fragmentación de una sociedad cuya cohesión constituía una autoridad colectiva cruel e intolerante, así como el auge de la violencia religiosa y la islamofobia. Estos factores contribuyeron a que el “abandono” y la “declaración” de dicho abandono sean tanto una cuestión urgente como una hazaña factible. Además, muchos tuvieron la oportunidad de vivir dentro de sociedades occidentales, que durante mucho tiempo habían sido demonizadas por nuestra sociedad y cultura, y de presenciar con sus propios ojos que los ateos no son idiotas. Y que no creen de manera simplista que la humanidad se originó sólo a partir de los simios, ¡ni se acuestan con sus madres! Aunque este cambio afectó principalmente a los sirios en el extranjero, su impacto finalmente llegará a los sirios en casa, dado que todas las comunidades sirias siguen estando muy interconectadas.

Libertad de expresión

Siria disfruta de una relativa tolerancia con respecto a la religiosidad. La religiosidad no fue tan obligatoria como sus manifestaciones. En este punto debemos ser perfectamente claros: lo que faltaba era la libertad de expresión, no la libertad de creencias. Mientras no se hicieran públicas ni promovieran, las creencias y actitudes irreligiosas fueron toleradas durante mucho tiempo en Siria. La hipocresía social y la fachada religiosa eran modos satisfactorios y acordados de comportarse en ausencia de un compromiso religioso. Sin embargo, expresar rechazo o crítica a la religión era impensado, e incluso punible con presiones sociales, religiosas o con el ostracismo. Solo en unos pocos casos algunos lograron liberarse de las visiones y actitudes sociales totalitarias, por lo que alcanzaron una mínima autonomía intelectual y espiritual.

Un pariente mío que vive en Turquía mostró aceptación cuando su hija, que buscó asilo en Alemania, decidió quitarse el hiyab, pero amenazó con repudiarla si publicaba en Facebook fotos de sí misma sin hiyab. El problema no era que su hija abandonara el deber religioso, sino que lo hiciera público ante su familia y la sociedad en general. Parece que el conflicto no tiene que ver con la libertad de creencias, sino con la libertad de expresión. Es por eso que muchos sirios solo asisten a la oración congregacional de los viernes y beben alcohol solo en secreto o cuando están en el extranjero.

El abandono de la religión no es, por tanto, un resultado directo de la revolución o de la diáspora, sino de los principales factores sociales que la habían puesto de manera significativa en el centro de la atención. Nuestra historia está plagada de casos de personas que desafían la doctrina religiosa, desde la antigüedad hasta la actualidad, y se convirtieron en un ejemplo de ello.

En a obra de Abdulrahman Badawi From the History of Atheism in Islam (La historia del ateísmo en el islam), y en Arabs Without God  (Árabes sin Dios) de Brian Whitaker, es posible de encontrar diversas historias del pasado y el presente sobre el destino de los ateos y apóstatas públicamente autoproclamados. Si bien en general es difícil romper con las creencias de la sociedad y mantener la independencia intelectual, es más dificultoso en una tradición con hadices proféticos como, por ejemplo, “la sangre de un musulmán solo puede derramarse por justicia en tres casos, (uno de los cuales es) el que abandona su fe y se separa de la comunidad”. Uno encuentra que en las sociedades occidentales, así como en las redes sociales, existe una relativa libertad para expresarte y formular tus ideas sin temer por tu vida. No es de extrañar que los críticos y los que rechazan la religión crezcan exponencialmente.

Conclusión

El imán Mohammad Rateb Nabulsi es un renombrado erudito sirio. Es una destacada personalidad de la radio y la televisión desde hace años, y tanto sirios y no sirios en todo el mundo árabe lo elogian generosamente. En su retórica, Nabulsi se basa en gran medida en los “milagros científicos del Corán”, narrando historias que contienen “hechos científicos” que apoyan la fe islámica y sus textos sagrados. Hace unos años, el imán gozaba de la absoluta confianza de sus seguidores, cuando la gente no podía verificar la información que propagaba o los “hechos” que a menudo citaba.

Recientemente, en su discurso en el XVI Congreso Islámico Estadounidense, celebrado en Chicago a fines del año pasado, Nabulsi afirmó que uno de los astronautas del Apolo 8, cuando su nave emergió de la atmósfera terrestre, dijo: “Nos quedamos ciegos y no vemos nada”. Con esta afirmación quería demostrar  el “milagro” del versículo coránico [15:14]: “Si abrieramos a los incrédulos una puerta en el cielo y subieran por ella más y más alto, dirían: nuestros ojos estaban deslumbrados: en verdad, debemos haber sido hechizados”. No obstante, parece que muchas personas verificaron rápidamente esa afirmación, solo para descubrir que la historia mencionada por el imán era incorrecta y que lo que atribuyó al astronauta nunca sucedió. Este incidente fue tema de discusión durante varios días en Facebook.

La revolución tecnológica y de la información, junto con los medios de comunicación, despojó a los clérigos de la validez absoluta e hizo que sus declaraciones sean objeto de escrutinio. La eficacia del adoctrinamiento religioso cambió drásticamente. Los viejos métodos de predicación, el antagonismo y la negación de los graves problemas del discurso religioso actual parecen alejar a más y más exmusulmanes de la incuestionable fe.

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Sham al-Ali es periodista y corresponsal sirio. Publicó en árabe sobre la realidad siria en diferentes medios independientes. 

N.d.T.: El artículo original fue publicado por al Jumhuriya el 22 de agosto de 2017.