Saltar al contenido

El Interprete Digital

Pasar de la escuela privada a la pública: de la sartén al fuego

Por Nada Arafat para Mada Masr

Escuela en Luxor, Egipto.  [Silvia Pef / Creative Commons]

Durante los últimos meses, Heba Ismail fue atormentada por sentimientos de angustia y culpa por el futuro y la salud mental de su hijo. Todo empezó cuando su marido perdió su trabajo en medio de la pandemia de coronavirus y ya no pudieron pagar la matrícula del colegio privado de Ali Eddin, de siete años.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Lo trasladó a una escuela pública experimental más barata, un tipo de escuela que imparte parte del plan de estudios en inglés. Sin embargo, lejos de ser una transición suave, la experiencia de Ali Eddin en la nueva escuela fue “devastadora”, comentó Ismail, lo que la llevó a impedir que su hijo asistiera a clase y a que le dieran clases particulares en casa. “Si tuviera dinero, lo devolvería a su antiguo colegio, sin duda”, aseguró.

El calvario de la familia de Ismail es cada vez más común, ya que los efectos económicos del COVID-19 dejaron a muchos hogares egipcios en apuros económicos, obligando a los padres a trasladar a sus hijos de las escuelas privadas a las públicas, invirtiendo una tendencia de décadas. Mada Masr habló con varias familias que describieron las dificultades del cambio y la baja calidad de la educación en Egipto.

Al principio, la familia de Ali Eddin se opuso a su traslado a otra escuela, preocupada por el efecto que pudiera tener en él el cambio de entorno social. Sin embargo, las 30.000 libras egipcias (unos 1.909 dólares estadounidenses, USD) anuales de la matrícula de su escuela privada resultaron al final demasiado elevadas.

Ismail eligió para su hijo una escuela experimental de reciente creación, con la esperanza de que le proporcionará un nivel educativo decente. En julio, solicitó el traslado por Internet a través de una página del Ministerio de Educación. El plazo oficial de respuesta es de 45 días, pero Ismail y otros padres que hablaron con Mada Masr dijeron que nunca recibieron respuesta a sus solicitudes. Cada vez que Ismail se conectaba al sitio veía el mismo estado: ‘su solicitud está siendo considerada’. En octubre, la familia decidió hacer una visita a la dirección local de educación para intentar hacer un seguimiento, sólo para que le dijeran que la escuela que habían seleccionado tenía los cupos completos.

Hicieron varios viajes más a la dirección del colegio en un esfuerzo por encontrar una solución antes de que un empleado les aconsejara ofrecer a la escuela una ‘donación’. La dirección de la escuela presentó al padre de Ali Eddin una lista de deseos que incluía artículos como proyectores y fotocopiadoras y le pidió que seleccionara uno para donarlo. Después de que la familia comprara una impresora de unas 4.000 libras egipcias (LE) para la escuela, Ali Eddin fue finalmente aceptado. Incluso con el soborno, la matrícula de 2.300 LE (unos 146 USD) era mucho más barata que la de la escuela privada.

Pero pronto descubrieron que el nivel educativo de la escuela pública experimental distaba mucho de ser el adecuado.

Ismail contó a Mada Masr que en el segundo mes del curso académico la administración había empezado a anunciar días no lectivos con regularidad, atribuyendo los cierres al mantenimiento del campus o al mal tiempo, aunque no hubiera ninguna decisión del Ministerio de Educación en ese sentido.

La administración procedió entonces a acortar la jornada escolar y a dejar salir a los alumnos antes de tiempo. Las aulas se fusionaron, duplicando el número de alumnos. Los niños podían saltarse las clases y quedarse en el patio todo el día. Los alumnos que asistían a clase recibían clases de profesores no cualificados. “Un empleado de asuntos estudiantiles enseña árabe hasta que contraten a un profesor de lengua árabe”, ejemplificó Ismail.

El hacinamiento en las aulas y el elevado número de alumnos por profesor son problemas endémicos en las escuelas públicas de Egipto. Como el Ministerio de Educación hizo poco por resolver el problema, las escuelas se vieron obligadas a buscar soluciones improvisadas, como dividir la jornada escolar en dos períodos más cortos, con aproximadamente la mitad de los alumnos en cada uno, o reducir el número total de días lectivos declarando días libres fuera de las fiestas nacionales.

Más preocupante aún para Ismail fue cómo el nuevo entorno escolar había afectado al comportamiento de Ali Eddin después de sólo unos meses. Se metía en peleas en el colegio y se volvía más violento en casa, utilizando un lenguaje poco habitual en él. Ismail se dio cuenta de que en la escuela sufría el acoso de otros alumnos y, a veces, incluso de los profesores.

Un día, Ali Eddin llegó a casa herido después de que sus compañeros se le echarán encima y lo golpearan. Ismail fue al colegio a quejarse, pero enseguida se dio cuenta de lo poco que podía hacer. No sólo había una falta total de supervisión por parte de los profesores, sino que la administración también parecía totalmente ausente. “No se encuentra nadie para quejarse. Pido ver al director y me dicen que se había retirado por hoy. Me quejo con un profesor y me dice que no puede centrarse en mi hijo cuando hay otros 50 niños en la misma clase”, contó.

Aparte del acoso, la educación y la capacidad lingüística de Ali Eddin se perjudicaban. Su capacidad para comunicarse en inglés era escasa y no podía expresarse correctamente. Echaba de menos a sus antiguos compañeros y el alemán, el idioma de su antiguo colegio privado.

Como la situación seguía empeorando, Ismail decidió mantener a su hijo en casa y conseguirle clases particulares. “Me preocupa que algún día me guarde rencor por no haberle dado una buena educación, como la que recibieron sus primos y sus antiguos compañeros”, explicó.

Como muchas familias egipcias, Ismail se vio obligada a trasladar a su hijo de un colegio privado a uno público por motivos económicos. Sin embargo, la calidad de la educación en muchas escuelas privadas es a menudo sólo marginalmente mejor que en las públicas, a pesar de que pueden costar decenas de miles de libras más al año, y ofrecen pocos beneficios aparte de su posición social, según varias familias que hablaron con Mada Masr.

Walaa Othman trasladó a su hijo a un colegio público luego de cinco años en uno privado. Se dio cuenta de que la calidad de la educación era casi la misma, la única diferencia estaba en las actividades extraescolares, las fiestas y lo que ella llamaba “apariencias externas”. Durante los cinco años que pasó en el colegio privado, su hijo necesitó clases particulares en casa para complementar su instrucción en el colegio. “Me di cuenta de que estaba pagando dos veces: las clases particulares y la escuela. Las clases particulares son más caras en el Quinto Asentamiento [de El Cairo] que en cualquier otro sitio”, agregó Othman. 

Cuando comparó los dos colegios, vio que la decisión de trasladarlo era fácil. Dice que las escuelas privadas tienen clases de unos 40 alumnos, ofrecen una educación de baja calidad e imparten el mismo plan de estudios que las públicas. Los colegios públicos pueden tener clases más numerosas, pero cuestan mucho menos. No tardó mucho en decidirse a trasladarlo, junto con sus otros hijos. Reorientó el dinero que solía pagar por la escuela privada hacia la afiliación a clubes deportivos y hacia ahorros para obtener diplomas internacionales de bachillerato o estudios universitarios internacionales en Egipto o en el extranjero, que les capacitan mejor para encontrar trabajo.

“Los traslados se produjeron a gran escala en los dos últimos años”, afirmó el administrador de un popular grupo de Facebook dedicado a la enseñanza privada en Egipto, que habló con Mada Masr bajo condición de anonimato. Se dice que familias de todo el espectro socioeconómico estuvieron trasladando a sus hijos a escuelas de escalas más bajas en medio de la presión económica de la pandemia. “Los que estaban en escuelas internacionales se trasladaron a escuelas privadas. Los de escuelas privadas se trasladaron a escuelas experimentales. Los de escuelas experimentales, a escuelas públicas normales. Los de escuelas públicas, a escuelas de Al Azhar”, agregó.

Como ejemplo, Abdel Hamid Numan, director de una escuela privada de El Cairo, afirma que en los dos últimos años de pandemia hubo un 30% más de traslados de su institución a escuelas públicas que en años anteriores.

El creciente desplazamiento hacia las escuelas públicas en medio de circunstancias económicas difíciles contrarresta una tendencia de las dos últimas décadas que vio un crecimiento sostenido del número de escuelas privadas en todo el país. 

En su mayoría ubicadas en un principio en El Cairo, las escuelas privadas poco a poco se fueron extendiendo a la mayoría de las provincias egipcias. A medida que el sistema educativo público se iba deteriorando, las familias optaban cada vez más por la enseñanza privada, no sólo las de altos ingresos, sino también las de clase media, que a menudo pedían préstamos o reducían otros gastos para poder pagar los colegios privados más caros.

En los últimos 15 años se duplicó el número de colegios privados en todo el país. En el ciclo letivo 2006/2007, funcionaban unas 5.000 escuelas privadas de todas las etapas educativas, según el Ministerio de Educación. Para 2021, hubo más de 9.000 escuelas privadas en todo Egipto. Aproximadamente 22,5 millones de estudiantes están matriculados en escuelas públicas para el curso académico actual, mientras que unos 2,5 millones están matriculados en escuelas privadas, según cifras del Ministerio de Educación.

Aunque las consideraciones de estatus social ayudaron a impulsar el cambio hacia la educación privada, el aumento del hacinamiento y las deficientes instalaciones de las escuelas públicas fueron factores primordiales según, Abdel Hafez Tayel, director del Centro Egipcio para la Iniciativa del Derecho a la Educación. Tayel afirma que hasta 100 estudiantes pueden estar hacinados en un espacio reducido que carece de los niveles básicos de limpieza, combinado con una enseñanza deficiente y violencia en las aulas. Los datos del Ministerio de Educación muestran un aumento del número medio de alumnos por clase en las escuelas primarias públicas, que pasaron de 46 en 2015 a 55 estudiantes en las aulas actuales.

Sin embargo, tras años de aumento de las matriculaciones en escuelas privadas, muchas familias de clase media se vieron obligadas a cambiar a escuelas públicas al cerrarse empresas, perderse puestos de trabajo y recortarse salarios como consecuencia de la pandemia. Y cuando las escuelas cerraron sus puertas y se pasaron a la enseñanza a distancia, se hicieron aún más evidentes las graves limitaciones en la calidad de la educación que ofrecían las escuelas privadas.

“Solía pedir préstamos para pagar la matrícula de mi hijo. Cuando ocurrió esto, me di cuenta de que la deuda era en vano. No obtengo nada por lo que pago”, contó Marwa Kamel. Al final, Kamel tomó la “difícil decisión” de trasladar a su hijo de primaria de una escuela privada a una escuela pública experimental.

Mientras tanto, los consejos escolares del sector privado siguieron intentando maximizar sus beneficios. Rechazaron los llamamientos de los padres a reducir las tasas de matrícula u otras tasas no esenciales, como las de los autobuses escolares o las actividades extraescolares, que a menudo se cancelaron. En lugar de ello, las escuelas siguieron insistiendo en cobrar las cuotas en su totalidad, alegando que tenían que seguir pagando a sus empleados, a pesar de que decenas de profesores, personal administrativo y trabajadores habían sido despedidos.

Las juntas directivas de las escuelas privadas no pasaron por alto que los padres habían empezado a trasladar a sus hijos a escuelas públicas más baratas. En respuesta, algunos idearon nuevas formas de obligar a los padres a mantener a sus hijos matriculados hasta que pudieran cobrar todas las cuotas.

La madre de un antiguo alumno de un colegio privado contó a Mada Masr que, cuando se retrasó en el pago de la matrícula, intentó en repetidas ocasiones retirar a su hijo para poder matricularlo en un colegio público. Sin embargo, la dirección de la escuela se negó a entregarle su expediente hasta que pagara la totalidad de la matrícula. El expediente estuvo retenido por más de cinco meses. No pudo trasladarlo hasta que los padres de los compañeros de clase de su hijo le ayudaron a reunir el dinero suficiente para pagarles.

Según Tayel, la oleada de transferencias de escuelas privadas a públicas es consecuencia directa de las políticas de los sucesivos gobiernos, que hicieron que la educación deje de ser un derecho para convertirse en una mercancía. “Los que pueden permitírselo compran la mercancía y aprenden. Los que no pueden, no”, sostiene. A medida que la pandemia limitaba económicamente a muchas familias egipcias y les impedía seguir pagando las matrículas de las escuelas privadas, empezaron a trasladarlas a las públicas, si acaso para mantener a sus hijos matriculados, aunque nunca asistieran a clase.

“Los alumnos obtienen sus contenidos educativos en sesiones de tutoría y sólo van a la escuela los días de exámenes. Así evitan que pierdan el tiempo y se ahorran las indignidades a las que se verían sometidos”, concluye Tayel.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Nada Arafat es periodista de Mada Masr. 

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mada Masr el 7 de febrero de 2022.