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El Interprete Digital

Cómo las prioridades israelíes cambiaron la industria cinematográfica estadounidense

Por Ramzy Baroud para Arab News

Letrero de Hollywood ubicado en Los Ángeles, California, símbolo de la industria cinematográfica estadounidense [Thomas Wolf / Creative Commons]

La introducción de un agente del Mossad israelí como el último personaje de una película de Marvel cruza la línea, incluso para los pobres estándares morales de Hollywood. Sin embargo, la superheroína israelí, Sabra, debe entenderse dentro de la progresión racional de la israelización de Hollywood, un fenómeno sorprendentemente nuevo.

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Sabra es un personaje relativamente antiguo, que se remonta a un cómic de Marvel, “Incredible Hulk”, en 1980. Sin embargo, el 10 de septiembre se anunció que el personaje israelí sería incluido en una próxima película de Marvel, “Capitán América: Nuevo Orden Mundial”.

Como era de esperar, muchos activistas pro-palestinos de Estados Unidos y de todo el mundo echaron humo. Una cosa es introducir un personaje israelí corriente con el mero objetivo de normalizar a Israel, un Estado de apartheid impenitente, a los ojos del impresionable público joven de Marvel. Pero es mucho más siniestro normalizar una agencia de inteligencia estatal, el Mossad, conocida por sus numerosos y sangrientos asesinatos, sabotajes y torturas.

Al añadir a Sabra a su elenco de superhéroes, Marvel Studios mostró su total desprecio por la campaña masiva de millones de fans de todo el mundo que, en 2017, protestaron por el reparto de una ex soldado israelí, Gal Gadot, como “Wonder Woman.” Gadot es una firme defensora del gobierno y el ejército israelí.

En respuesta a la noticia, muchos destacaron, con razón, el sesgo inherente de Hollywood, empezando por la película de Paul Newman de 1960 “Éxodo”, que proporcionó una justificación pseudohistórica para la colonización de Palestina por los sionistas. Desde entonces, Hollywood elevó, celebró e incluyó un contexto siempre positivo a Israel, mientras que los musulmanes, los árabes y los palestinos siguen siendo vilipendiados.

Aunque los cineastas de Hollywood llevan mucho tiempo representando a Israel de forma positiva, los propios israelíes son bastante marginales en el proceso de creación de contenidos. Hasta hace poco, la construcción israelí se hacía sobre todo en nombre de Israel, no por el propio Israel. “Las cosas comenzaron a cambiar en 1997”, escribió Brian Schaefer en la revista Moment en 2018. Fue entonces cuando la División de Entretenimiento de la Federación de Los Ángeles y la Agencia Judía lanzaron el proyecto ‘Master Class’, que, “durante casi 15 años… trajo a innumerables actores, directores, productores, agentes, gerentes y altos ejecutivos de estudios y redes a Israel, presentando a muchos de ellos al país por primera vez, y enseñó a los israelíes cómo lanzar sus proyectos.”

El adoctrinamiento de los actores y cineastas estadounidenses a través de estas visitas y la presentación de muchos actores y cineastas israelíes a Hollywood dieron sus frutos, provocando un importante cambio en la narrativa sobre Israel. En lugar de limitarse a comunicar Israel al público estadounidense e internacional utilizando referencias a la victimización histórica, la asociación positiva o incluso el humor, los israelíes comenzaron a exponer su caso a través de Hollywood directamente. Y, a diferencia de la naturaleza desordenada de los mensajes del pasado -Israel bueno, árabes malos-, los nuevos mensajes son mucho más sofisticados, adaptados en torno a ideas específicas y diseñados con plena conciencia de la política de cada época.

La película de Steven Spielberg “Múnich”, de 2005, se estrenó en el contexto cultural de la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y de la “guerra contra el terrorismo” de Washington, donde se violaron los derechos humanos a gran escala. “Múnich” era un relato ‘histórico’ selectivo de las supuestas decisiones difíciles que Israel, concretamente el Mossad, tuvo que tomar para luchar en su propia llamada guerra contra el terrorismo. Era la época en que Tel Aviv subrayaba incansablemente su afinidad con Washington, ya que ambos países habían sido supuestamente víctimas de los ‘extremistas islámicos’.

A diferencia de “Múnich”, la popular serie de televisión “Homeland” no era otro argumento estadounidense pro-israelí que justificaba las guerras y la violencia israelíes. La serie, uno de los programas más racistas e islamófobos de la televisión, estaba enteramente calcada del programa israelí “Hatufim” (Prisioneros de guerra). El guionista y director del programa israelí, Gideon Raff, fue incluido en la versión estadounidense, actuando como productor ejecutivo.

El cambio en la propiedad de la narrativa puede parecer superficial, ya que la propaganda pro-israelí de Hollywood está siendo reemplazada por la propaganda orgánica israelí. Sin embargo, no es así.

La agenda pro-israelí del pasado -la romantización que siguió a la creación de Israel en 1948- no duró mucho. La derrota israelí de los ejércitos árabes en 1967, gracias al masivo apoyo militar de Estados Unidos a Tel Aviv, sustituyó la imagen del Israel naciente y vulnerable por la del valiente ejército israelí, capaz de derrotar a varios ejércitos rivales a la vez. Fue entonces cuando los soldados israelíes recorrieron las universidades y escuelas estadounidenses hablando de su heroísmo en el campo de batalla. La invasión israelí del Líbano y las subsiguientes masacres, como la de Sabra y Shatila, obligaron a un replanteamiento.

A lo largo de las décadas de 1980 y 1990, Israel existió en gran medida en el entretenimiento estadounidense como un alivio cómico, desde programas como “Friends” y “Frasier” hasta, más recientemente, “The Big Bang Theory”. Las referencias a Israel solían ir seguidas de una carcajada, una forma inteligente y eficaz de darle asociaciones positivas y alegres.

La guerra contra el terrorismo, que comenzó en 2001, junto con la creación del proyecto Master Class, permitió que Israel volviera al universo de Hollywood, no como una referencia ocasional, sino como un elemento básico, con programas israelíes, o producciones conjuntas de EE.UU. e Israel, que definen todo un nuevo género: Tomar decisiones difíciles para luchar contra el terrorismo y, en última instancia, salvar el mundo.

La explotación de las mujeres israelíes en las portadas de las revistas, Maxim por ejemplo, era un negocio turbio totalmente diferente, que abastecía a un público distinto. Las mujeres soldado israelíes semidesnudas lograron, en la mente de muchos, justificar la guerra a través de imágenes sexuales. Este género se hizo especialmente popular tras las sangrientas guerras israelíes en Gaza, que mataron a miles de personas.

La creciente influencia de Israel en las películas de Marvel es una combinación de todos estos elementos: La sexualización de la mujer supuestamente fuerte y empoderada, la normalización de quienes llevan a cabo los crímenes israelíes -Gadot, la soldado, y Sabra, la agente del Mossad- y la inyección directa de las prioridades israelíes en la realidad cotidiana estadounidense.

Sin embargo, hay un resquicio de esperanza. Durante décadas, Israel se escondió detrás de nociones históricas falsas y romantizadas, presentando su caso a Estados Unidos y a otros públicos occidentales, a menudo de forma indirecta. Pero las guerras en Gaza, el crecimiento exponencial del movimiento de boicot palestino y la proliferación de las redes sociales obligaron a Israel a salir de su escondite.

El nuevo israelí de Hollywood es ahora un guerrero, que a menudo se ve obligado a tomar decisiones morales difíciles, pero que, al igual que su homólogo estadounidense, es en última instancia una fuerza del bien. Que Israel consiga mantener esta imagen dependerá de varios factores, entre ellos la capacidad de las comunidades pro-palestinas para contrarrestar esta falsedad y la hasbara.

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Ramzy Baroud lleva más de 20 años escribiendo sobre Oriente Medio. Es columnista internacional, consultor de medios de comunicación, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 19 de septiembre de 2022.