Por Khaled Dawoud para Middle East Institute
La celebración del diálogo nacional por sí sola no resolverá todos los problemas políticos, económicos y sociales de Egipto, pero podría poner fin, tal vez, al estilo unilateral de toma de decisiones que caracteriza el comportamiento del régimen en los últimos ocho años.
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El “diálogo nacional” que el presidente egipcio Abdel Fattah el Sisi convocó hace más de cinco meses casi concluyó su larga fase preparatoria, pero aún no se fijó una fecha para su lanzamiento oficial, según los organizadores.
Los participantes acordaron dividir el diálogo en tres temas clave: político, económico y social. Algunos subcomités específicos debatirán cuestiones concretas relacionadas con cada uno de esos temas más amplios. Por ejemplo, en el aspecto político los conferenciantes debatirán la situación de los partidos políticos, las leyes electorales, las elecciones municipales, los derechos humanos y los sindicatos. El aspecto económico abarcará el aumento de los niveles de deuda, el déficit presupuestario, la inflación y la subida de precios, la promoción de las industrias locales, la agricultura, la justicia social, el turismo y las inversiones privadas. El aspecto social abarcará la educación y la investigación científica, la salud, las cuestiones de población, el derecho de familia, la cultura, la identidad nacional y la juventud.
Esas conversaciones darán lugar a “recomendaciones” que los participantes en el subcomité enviarán al presidente en forma de proyectos de ley o documentos políticos; siendo él quien decidirá cuáles llevar a cabo. Aunque el hecho de que el Presidente sea el único que decida qué hacer con los resultados pone en duda la importancia del diálogo, los organizadores del gobierno afirman que el Presidente no habría emprendido personalmente esta iniciativa tan complicada y prolongada si no tuviera la intención de tomarse en serio sus recomendaciones.
Escasas expectativas
Hasta el momento, las expectativas de la oposición y de los observadores externos siguen siendo escasas en cuanto a que el tan esperado diálogo conduzca a cambios significativos en términos de reformas políticas, sobre todo porque la fecha de inicio se retrasó repetidamente sin motivo aparente. Y existe pesimismo sobre la posibilidad de acordar una estrategia común para hacer frente a los problemas económicos y sociales acumulados por el país, teniendo en cuenta el historial del régimen en los últimos cinco meses, si no en los últimos ocho años.
Aun así, una docena de partidos laicos de la oposición, reunidos en una alianza conocida como Movimiento Civil Democrático (MCD), aceptaron unirse al diálogo propuesto por Sisi, con la esperanza de que pueda conducir a una reversión de las políticas que casi los eliminaron desde que asumió la presidencia en junio de 2014. Ese período culminó con la detención de cientos de opositores durante largos periodos por cargos inventados, como por ejemplo asistir a un grupo terrorista, difundir noticias falsas y violentar las redes sociales.
El régimen encarceló a miles de miembros del grupo de los Hermanos Musulmanes, oficialmente prohibido, que sigue calificando a Sisi de “golpista” y se niega a aceptar su legitimidad desde la destitución forzosa del difunto presidente y líder de los Hermanos Musulmanes Mohamed Morsi el 3 de julio de 2013. Pero a principios de 2019, el gobierno de Sisi amplió la represión para atacar cualquier forma de disidencia, incluidos los miembros de partidos liberales, de izquierda y nacionalistas. Estos fueron vistos en su día como aliados, ya que también se opusieron a la Hermandad y pidieron su salida del poder en 2013.
Liberación de presos políticos
Sisi liberó a casi 700 presos desde que convocó un diálogo inclusivo que supuestamente incluiría a todos los opositores excepto, manifiestamente, al grupo de los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, las excarcelaciones fueron lentas y limitadas. Aunque a algunos opositores se les concedió el indulto presidencial inmediato, varios críticos clave del régimen, como los blogueros Alaa Abdel Fattah, Ahmed Doma y Mohamed “Oxígeno” Ibrahim, así como los abogados Ziad Eleimi y Mohamed el Baqer, siguen en prisión tras recibir sentencias firmes del Tribunal de Seguridad del Estado de Emergencia. Muchos otros llevan ya dos o tres años en prisión preventiva, principalmente por expresar en las redes sociales opiniones críticas con el presidente.
Los partidos de la oposición declararon que no estaban poniendo condiciones para participar en el diálogo nacional, pero insistieron en que les resultaría muy difícil participar mientras sus miembros siguieran en prisión. Por ello, no se apresuraban a iniciar conversaciones con el régimen antes de ver liberado el mayor número posible de presos, con la esperanza de beneficiarse de la ligera apertura política que siguió al llamamiento de Sisi al diálogo. Sin embargo, el ritmo de liberación de presos siguió siendo lento, mientras que no cesaron las detenciones de personas que expresaban opiniones contrarias. Esto debilitó la confianza en las intenciones del régimen y puso en duda su supuesto deseo de abrir el espacio político nacional.
La reciente re-detención el mes pasado de Sherif Rouby, en su día activista del Movimiento Juvenil 6 de Abril (que desempeñó un rol clave en la revolución del 25 de enero de 2011), envió un mensaje especialmente negativo a todos aquellos que esperaban que el llamamiento de Sisi al diálogo significara el fin de los últimos ocho años de medidas restrictivas contra sus opositores. Rouby sólo había salido de la cárcel tres meses antes, tras pasar dos años en prisión preventiva.
Cuando le dejaron salir en verano, publicó un post y fue entrevistado por la cadena qatarí Al Yazira, en el que se quejaba de que muchos de los recién excarcelados tenían grandes dificultades para encontrar trabajo o ganarse la vida, se les prohibía viajar y se les congelaron sus bienes. Cuando fue detenido de nuevo en septiembre, se enfrentaba a los mismos cargos que le habían mantenido entre rejas en un principio: presunta pertenencia a un grupo terrorista ilegal y difusión de noticias falsas.
Según grupos de derechos humanos, el número de detenidos en los últimos cinco meses podría superar al de liberados durante el mismo periodo, lo que debilitaría la postura de los partidos de la oposición que aceptaron participar en el diálogo nacional de Sisi.
Acuciantes retos económicos
Por otra parte, los partidos de la oposición, como la Alianza Popular Socialista de izquierdas, el nacionalista árabe Al Karama, el Partido Socialdemócrata Egipcio, el Partido Dostour y el Partido Pan y Libertad, también se preguntaron hasta qué punto sería significativo el diálogo sobre las cuestiones económicas más apremiantes, dado que el gobierno ya tomó importantes decisiones de política económica de forma unilateral en los últimos meses. Entre ellas, la negociación de un préstamo “considerable” con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el nombramiento de un nuevo director en funciones del Banco Central y la venta de activos públicos a países amigos del Golfo ricos en petróleo, como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Qatar y Kuwait también esperan aumentar sus inversiones en Egipto comprando acciones en empresas estatales.
Junto con los debates económicos que deben formar parte del diálogo nacional, Sisi convocó hace un mes una conferencia económica separada, que se supone tendrá lugar el 23 de octubre, para debatir los mismos temas. Sin embargo, esta conferencia incluirá a empresarios e instituciones financieras internacionales. “¿Qué sentido tiene entonces debatir la economía en el diálogo nacional si el presidente tiene su propia conferencia económica?”, se preguntó un dirigente de un partido de la oposición que pidió no ser citado.
El deterioro de la situación económica de Egipto, sobre todo tras el COVID-19 y el estallido de la guerra a gran escala en Ucrania hace más de siete meses, es sin duda el principal motivo de preocupación para casi todos los egipcios. El gobierno no especificó por qué el presidente convocaba el diálogo nacional en este momento concreto, pero muchos observadores creen que el régimen podría estar dispuesto a abrir ligeramente el espacio político para aliviar parte de la presión ante unas medidas económicas más dolorosas que se esperan en breve. Acoger este año la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (27ª Conferencia de las Partes, COP27) en Sharm el Sheikh, del 6 al 18 de noviembre, a la que se espera que asistan decenas de líderes mundiales y altos funcionarios, incluidos Estados Unidos y Europa, es probablemente otra razón clave para lanzar el diálogo, como un intento de mejorar la reputación internacional de Egipto.
Mientras tanto, el FMI está en las últimas conversaciones con Egipto para ayudar a aliviar la crisis económica que puso a prueba las finanzas públicas. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, expresó en recientes declaraciones que Egipto se encontraba en una fase muy avanzada de discusión de los detalles a nivel de personal relativos a una nueva línea de crédito, y que se anunciaría un acuerdo “muy pronto”. “Estamos estudiando programas considerables. El tamaño exacto siempre se determina mediante negociaciones y se ultima con las autoridades”, añadió.
Se esperaba que el acuerdo se anunciará tras las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial en Washington, que concluyeron la semana pasada. Empero, los funcionarios dijeron que necesitaban unos días más para ultimar los detalles técnicos. Túnez, por su parte, obtuvo su propio préstamo, por valor de 1.900 millones de dólares. La economía egipcia está prácticamente parada a la espera del acuerdo de préstamo del FMI. La cuantía del préstamo no será el problema y, desde luego, no bastará para cubrir el enorme déficit del presupuesto egipcio, su creciente factura de importaciones ni para saldar deudas anteriores. No obstante, es necesario como “certificado de confianza” en la economía egipcia para permitir al gobierno pedir aún más dinero prestado a otros donantes y emitir letras del Tesoro.
De hecho, Egipto viene sufriendo una grave escasez de divisas, y el gobierno mitigó las luces de las plazas y ordenó a tiendas y centros comerciales que cierren temprano para ahorrar gas natural para la exportación. La tasa de inflación general anual se aceleró hasta el 15% interanual en septiembre, frente al 14,6% de agosto, según informó el Banco Central de Egipto a principios de mes.
La pérdida de confianza, el debilitamiento de la libra egipcia y el éxodo de los inversores locales y extranjeros de los títulos del Estado a corto plazo eran de esperar: es un problema que aqueja a casi todas las economías en desarrollo en tiempos de turbulencias económicas mundiales. Sin embargo, esta situación contribuyó a que los dólares escasearan en Egipto. La libra egipcia perdió alrededor del 20% de su valor frente al dólar desde marzo. El sector del automóvil fue uno de los más afectados, pero la escasez de importaciones afectó a todo tipo de productos, desde componentes eléctricos hasta textiles y piezas de repuesto, según los comerciantes. En verano, algunos minoristas de ropa, incapaces de asegurarse nuevas existencias de temporada, dejaron las colecciones de invierno en las estanterías.
Incluso algunos productos que muchos consideran esenciales se vieron afectados. El propietario de una farmacia de El Cairo dijo a este autor que los proveedores farmacéuticos egipcios tienen problemas para importar medicamentos extranjeros, mientras que los fabricantes locales redujeron la producción debido a la dificultad para importar ingredientes activos. Los banqueros afirman que los dólares desaparecieron en gran medida del mercado interbancario, y los comerciantes señalan el largo y frustrante proceso que la mayoría debe seguir para asegurarse divisas mediante una carta de crédito para poder traer mercancías del extranjero. Por último, las reservas de divisas cayeron alrededor de un 20% a lo largo del año, pasando de 41.000 millones de dólares en enero a 33.000 millones en septiembre, a pesar de la afluencia de dinero de los aliados egipcios del Golfo y las nuevas normas de importación.
En declaraciones realizadas el martes 4 de octubre, con motivo del aniversario de la guerra de 1973 de Egipto contra Israel, Sisi admitió una grave crisis económica, pero dijo que mantenía la esperanza debido a su profunda convicción de que Dios no echaría a perder todos los esfuerzos realizados en los últimos ocho años. Además, pidió a los egipcios que soportaran la presión y no perdieran la esperanza, que se mantuvieran tan firmes como en los 15 años transcurridos entre la derrota de Egipto en la guerra de 1967 y 1982, cuando Israel retiró sus tropas del Sinaí.
La celebración del diálogo nacional no resolverá por sí sola todos los problemas políticos, económicos y sociales de Egipto, pero podría marcar el fin, quizá, del estilo unilateral de toma de decisiones que caracteriza el comportamiento del régimen en los últimos ocho años. También será una rara oportunidad para que los partidos de la oposición presenten políticas alternativas a las del presidente, que fue el único responsable de la toma de decisiones en Egipto durante los últimos ocho años. No obstante, está por ver si el diálogo supondrá un verdadero cambio en la política autoritaria del régimen.
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Khaled Dawoud es redactor jefe adjunto del semanario Al-Ahram y ex presidente del partido social-liberal Dostour.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 20 de octubre de 2022.