Por Massoud Hayoun para Institute for Palestine Studies
Soy un judío árabe. Hay quienes, con mala fe, me utilizaron a mí y a mi relación con Túnez, Egipto, Marruecos y los árabes en general para continuar con el genocidio en Palestina. Dicen que como mi familia fue víctima en los años cuarenta es perfectamente aceptable infringir violencia y establecer el apartheid entre los palestinos que luchan por su vida y su libertad.
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Sin darle lugar a quienes proponen este genocidio, voy a exponer las falacias lógicas en su argumento sobre quién soy. La única verdad en lo que dicen es que mis ancestros quedaron por fuera del Estado a raíz de la Nakba de 1948. Pero a partir de ahí, quienes apoyan el sionismo han tratado de usar la desposesión de los judíos árabes como contraargumento de la desposesión palestina y su estatus actual de refugiados. Hablo de este fenómeno en un nuevo podcast, The Palestine Pod.
Primero, es una falacia que lo que le ocurrió a mi familia en 1948 sirva como excusa para justificar la primera o la actual Nakba en los territorios palestinos ocupados. A pesar del pensamiento sionista de que Palestina es indistinguible del resto de los Estados árabes, es absurdo asumir que los palestinos deberían pagar en masa por los crímenes de árabes no palestinos u oficiales de distintos gobiernos. Incluso si el mundo árabe estuviera unificado de esa forma al punto de que el crimen de uno incrimine inmediatamente a otro, quiero pensar que progresamos como humanidad hasta aceptar el dicho de que con el “ojo por ojo” el mundo quedará ciego.
Más allá de esto, el mundo debería saber que Israel es responsable de la desposesión de mi familia. Esto está tratado en detalle en mi libro, escrito junto con mi abuela Daida, tunecina judía que me crío. Es importante notar que la experiencia de sociedades judías árabes alrededor de 1948 difería en naciones árabes tan diferentes. Existían actores anti judíos que nos hacían sentir inseguros en nuestra tierra y luego fueron policías quienes nos desalojaron. Operaciones sionistas perpetraron ataques y condujeron una serie de operaciones en nuestras ciudades natales. Esas acciones tenían como objetivo destruir el mundo árabe. Cuestionar nuestras lealtades hacia los distintos países haciendo parecer que nuestras comunidades judías árabes eran en realidad operativos sionistas. En última instancia expulsarnos de nuestras tierras para incrementar la población de judíos colonizadores en la Palestina Ocupada.
Si bien el tratamiento que recibimos de distintos gobiernos es inexcusable, Israel provocó el castigo colectivo en nuestros países poniendo en duda nuestras lealtades y creando preocupación respecto a nuestra presencia allí, haciéndola pasar por una amenaza a la seguridad nacional.
Me duele que los gobiernos árabes de la época (aunque no inmediatamente después de 1948) se involucraron en este castigo colectivo. Aún hoy el mundo no comprende por qué el castigo colectivo está mal. En Estados Unidos, las comunidades de musulmanes sufrieron sistemáticamente las políticas islamofóbicas después del 11 de septiembre. Israel perpetúa este tipo de castigo cuando bombardea la que resultó ser la prisión al aire libre más grande del mundo: Gaza.
Los sionistas querrían que vos culpes al mundo árabe por los ataques en nuestros países perpetrados por su propio proyecto expansionista europeo, que resultó en la ocupación sionista y el castigo a judíos árabes que nos alejó de nuestras ciudades. Quieren que creas todo esto mientras castiga a los habitantes de Gaza por manifestarse por su libertad y para terminar con las condiciones tortuosas de vida que atraviesan. La realidad es que nunca hubiera tenido que escribir When We Were Arabs (Cuando éramos árabes) si los europeos no hubieran intervenido para echarnos de nuestros países con ataques terroristas en primer lugar. A menudo me imagino cómo hubiera sido mi vida y la de mis coterráneos si los europeos no hubieran decidido que nuestra seguridad, estabilidad y todo lo que conocíamos podían ser despreciados en pos de ocupar Palestina.
Si hay un responsable de la desposesión de mi familia y debe pagarle a los judíos árabes por la pérdida de su propiedad, la violencia que sufrimos y el trauma de quedar por fuera de cualquier Estado, es lógicamente el perpetrador de los eventos de 1948: Israel.
Por último, la falacia que es más importante desmentir es la noción de que los anti judíos en el mundo árabe son lo suficientemente poderosos como para refutar mi arabidad, ya sean los individuos o los autócratas. Como todo proyecto colonial, el sionista se propone fragmentar nuestras sociedades tanto mediante la ley como manipulando la historia para segregarnos en nuestras experiencias individuales y evitar que encontremos causas comunes. A diferencia de los historiadores sionistas que habitualmente son empoderados a contar nuestras historias, yo no acepto que los judíos eran constante objeto de opresión en las sociedades árabes. Mi familia nunca quiso dejar el mundo árabe hasta que tuvo que hacerlo. Ser árabe es haber luchado contra la violenta autocracia desde tiempos inmemoriales. Cada uno de nuestros vastos grupos (religiosos, sociales, políticos, de género) lucharon por el reconocimiento oficial. Luchar así es ser árabe.
Nosotros en Estados Unidos y los que se encuentran en la Palestina ocupada también estamos luchando por el reconocimiento oficial y contra la violencia genocida que Israel espera lleve al fin de mi arabidad (salvo que esta arabidad pueda ayudar a consolidar lazos olvidados con el Golfo). El ataque de Pittsburg en 2018 y la subsiguiente incitación a la violencia de la administración Trump no separó a los judíos estadounidenses de su condición de estadounidenses. El ataque en el supermercado kosher en París no hizo a los judíos franceses menos franceses (ni a los judíos tunecinos asesinados en ese ataque menos tunecinos. Sus asesinatos llevaron a una vigilia en Túnez donde participaron sobre todo no judíos). Lo mismo ocurre con los judíos árabes. El hecho de que no aplicamos la misma lógica para nuestro lugar en las sociedades árabes es anti árabe y anti judío a la vez. Lo que es peor, existe el anhelo de que nuestra victimización sea razón suficiente para seguir lastimando a los palestinos.
Es mi creencia, como hijo de una mujer que aborrece todo lo barato y viral de la sociedad, que a pesar de la omnipresencia de los medios de comunicación no tradicionales, la revolución no será televisada ni twiteada. Ocasionalmente twiteo para marcar las fallas en la utilización (sin ingenuidad) de mi legado judío árabe para continuar perpetrando el genocidio palestino, para encarcelar niños palestinos que tiran piedras a los tanques, para desalojar personas de una civilización que existe desde tiempos inmemoriales. Espero que encontremos formas más significativas de descolonizar Palestina y a nosotros mismos. Las manifestaciones son una forma.
Mi madre y yo vivimos en el borde de los mapas, lejos de nuestra tierra natal a la cual queremos regresar, pero el sionismo continúa dificultando esto. Solo estamos nosotros en Los Ángeles, al precipicio de nuestra vida familiar. Poco después de la cirugía de corazón de mi mamá, sin que se haya recuperado totalmente, participó de una manifestación por Palestina frente al Los Angeles Federal Building. Ahí, nos dimos cuenta de que nuestra familia es bastante más grande, viendo la vastedad y diversidad de los árabes que son inherentemente plurales. Es en este tipo de acciones ‘IRL’ (In Real Life, en la vida real) – pies en el suelo – y conversaciones en la vida real sobre los objetivos y métodos muy claros del BDS donde tengo fe.
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Massoud Hayoun es un periodista con base en Los Ángeles. Escribió una memoria decolonial de sus abuelos y una teoría política de la arabidad que emana de sus vidas llamada When We Were Arabs (The New Press 2019). Ganó el premio Arab American Book y fue mejor libro del año de NPR.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Institute for Palestine Studies el 3 de junio de 2021.