Por Anna Akkash para Syria Untold
Este ensayo es parte de la serie Syria Untold sobre teatro sirio. Leé esta pieza en su árabe original aquí.
Desde que estalló la guerra de Siria, la producción teatral oficial continuó. La Dirección de Teatros y Música mantuvo su plan anual programado, aunque el número de espectáculos por temporada varió durante los primeros años de inestabilidad de seguridad en Damasco, en medio de la dificultad y el riesgo del desplazamiento, tanto para los trabajadores del teatro como para los espectadores.
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Con el nuevo status quo, las tradiciones teatrales reconocidas antes de 2011 también cambiaron. Los espectáculos se realizaron más temprano en el día para tener en cuenta los puntos de control, los obstáculos de transporte y la falta de seguridad. Los cortes de energía casi constantes y la escasez de combustible utilizado para operar los generadores obligaron a los trabajadores del teatro a buscar planes alternativos, en caso de un corte de energía durante los espectáculos que dependían de la música y la iluminación.
Operando bajo la Dirección de Teatros y Música, el Teatro Infantil y de Marionetas continuó sus producciones sin cesar, con festivales de temporada que se celebraban durante la primavera y el verano. La asistencia varió según la situación de seguridad, traslado, la crisis de combustible o el clima.
El teatro, especialmente durante los primeros años de la guerra, se volvió peligroso para los técnicos y actores que se enfrentaban al riesgo de muerte en cualquier momento en su camino hacia y desde el trabajo. La actriz Susan Salman, el técnico de sonido Shadi Raya y el director de programas de la Ópera de Damasco, Lama Fallouh, se encontraron entre las víctimas de la guerra. Diversos estudiantes del Instituto Superior de Arte Dramático resultaron heridos como resultado de los proyectiles que atacaron el edificio varias veces. El teatro en sí siguió siendo un refugio remoto de todo lo que sucedía en el exterior, aunque fuera por unas pocas horas.
La Ópera de Damasco continuó con sus producciones de ópera, así como con conciertos de música y espectáculos de danza en sus tres salas. Sin embargo, el lugar no acogió espectáculos teatrales debido a la coordinación con la Dirección de Teatro y Música, aunque ambas instituciones están afiliadas al Ministerio de Cultura de Siria.
El Instituto Superior de Arte Dramático continuó presentando sus proyectos de graduación a los espectadores anualmente, entre una presencia notable. Los programas fueron dirigidos por nombres como Hasan Oweiti, Urwa al Arabi, Bassam Koussa, Fouad Hassan, Fayez Kazak, Ghassan Massoud, Samer Omran, Jihad Saad, Abdel Menhem Amairi y otros.
El teatro comercial también organizó varios espectáculos y se aventuró a producir un género especial donde el beneficio se basa en la taquilla.
Migración y puertas cerradas
Durante estos 10 años, muchos sirios se mantuvieron alejados de trabajar en el teatro, ya sea porque abandonaron el país o por los bajos salarios que ya no podían compensar el costo del transporte. En 2011, los salarios mensuales alcanzaban las 150.000 liras sirias, manteniéndose prácticamente iguales hasta 2021 a pesar del desplome de la moneda a mínimos históricos. Si bien algunas personas se retiraron del trabajo teatral, surgieron nuevos nombres en la escena teatral siria para compensar la escasez. Aprovecharon una oportunidad que no se les habría presentado de otra manera.
Desde que el Festival de Teatro de Damasco se suspendió en 2010, el teatro sirio se aisló de la escena artística árabe e internacional. Con el inicio de los combates, a Siria se le impidió participar en festivales teatrales internacionales debido a las restricciones sobre el pasaporte sirio y la incapacidad del Ministerio de Cultura sirio para cubrir los gastos de viaje y poder reducir su costo. No obstante, algunos espectáculos lograron superar la prohibición y llegaron, a través de esfuerzos personales, al Festival de Teatro de Carthage. Entre esos espectáculos se encontraron La Ventana (Al Nafiza) de Majd Fedda, Statico de Jamal Shukeir, que recibió tres premios, y Corrección de color (Tasheeh Alwan) de Samer Mohammed Ismail, que ganó dos premios.
Ciudad en tres estaciones (Madina fi Thalathat Fousoul) de Urwa al Arabi, Abducción (Ikhtitaf) de Ayman Zaidan, Ellos (Hounna) de Anna Akkash y Química (Kimia) de Ajaj Salim participaron en varias ediciones del Festival de Teatro Árabe, que el Instituto Árabe de Teatro celebra en un país diferente cada año.
La obra Confesiones conyugales (Itirafat Zawjiya) de Mamoun al Khatib llegó al Festival Internacional de Teatro Experimental de El Cairo. Así, el teatro sirio local recuperó parte del protagonismo de sus producciones fuera de su país de origen.
Sin plan cultural
La última década estuvo marcada por una falta de algún plan cultural o de un repertorio artístico claro del teatro nacional representado por la Dirección de Teatro y Música, en línea con el statu quo. La calidad artística de los espectáculos varió, y la luz de algunos de ellos se atenuó en favor de otros. Algunos nombres brillaron solo una vez, luego desaparecieron para siempre, mientras que otros nombres resonaron en el teatro con cada nueva temporada.
La mayoría de las obras representadas fueron adaptaciones de guiones internacionales, algunos de los cuales tenían proyecciones directas de la guerra de Siria, especialmente en sus primeros años. Entre estos se encontraron Hamlet y Del amor y otras historias de Urwa al Arabi, Abducción, Fabrika y El círculo de tiza caucasiano (Daerat Tabashir), de Ayman Zaidan, Todos eran mis hijos (Koulouhoum Abnai), Pulso (Nabad) y Olivas (Zeitoun) de Mamoun al Khatibs, Liberen Braskovia (Braskovia Hourra) de Fouad Hassan y muchos otros.
Las obras que se escribieron específicamente para el escenario fueron pocas, en comparación con guiones adaptados como Fuera de control (Kharej al Saytara) y Historia de un país sin muerte (Hikayat Balad Ma Fiha Mawt) de Wael Qaddour, Un bar en la calle Hamra (Bar Fi Share al Hamra) de Kifah al Khaws, Corrección de color de Samer Mohammed Ismail, Tregua (Hudna) de Adnan Azrouni, Ellos de Anna Akkash, La Voluntad (al Wasiya) de Faisal Rashid y al Murood wal Makhala y Pasas (Zabib) de Adnan Aloada.
Lejos de la guerra
Después de 2018, el tema de la guerra desapareció gradualmente de los guiones, sin siquiera aparecer en segundo plano. Otros temas ajenos a este contexto salieron a la superficie y tocaron el entretenimiento para complacer a una audiencia que se había cansado de la vida diaria. Algunos ejemplos son Confesiones conyugales de Mamoun al Khatib, Mujer solitaria (Imraa Wahida) de Nisrine Fandi y Adrenalina de Zouheir Kanou, entre otros.
En términos de forma, el teatro sirio optó por las escuelas del realismo en la actuación y la unidad de lugar, como en Compinche (Comparse) de Yazan al Dahuk, Escondidas (Tamima) de Urwa al Arabi, y El hogar siempre gana (Al Bait Yafouz Daiman) de Mohammed Istanbuli.
El teatro sirio se mantuvo alejado de la experimentación e innovación de nuevas formas artísticas y procesos visuales, excepto cuando se trabaja con estudiantes en el Instituto Superior de Artes Dramáticas. La sorpresa y el asombro ya no estaban en el menú, y las experiencias creadas por antiguos directores continuaron repitiendo exactamente como eran hace 30 años, al comienzo de sus carreras, como con Hisham Kafarneh, Zinati Qudsiyeh y Hassan Akla.
A pesar de este contexto, algunos trabajos que capitalizaron los nombres del director y las estrellas de la televisión destacaron. Se convirtieron en un éxito independientemente de su forma artística y contenido. Atrajeron a espectadores ajenos a los círculos de expertos y aficionados al teatro. Estos incluyeron el Círculo de tiza de Ayman Zaidan en 2014. A lo largo de 15 días de espectáculos, la audiencia en el Teatro Al Hamra llegó a 8500 espectadores. Las obras de Zaidan Abducción en 2017 y Fabrika en 2018, también reunieron una audiencia masiva. Justo como un teatro (Kaano Masrah) de Ghassan Massoud atrajo a 12.000 espectadores, además de Vientos del oeste (Hawa Gharbi).
Teatro independiente
Varias compañías y colectivos teatrales independientes trabajaron según una visión artística clara, a diferencia de la Dirección de Teatros y Música. Entre estos grupos se encontraba el Laboratorio Teatral de Damasco de Oussama Ghanem, que presentó Regreso a casa (Awda ila al Bayt) en 2013, Vidrio (Zujaj) en 2015 y Drama en 2017. A través de estas obras, el laboratorio intentó analizar la realidad de la familia siria durante la guerra e introdujo nuevos hábitos de visualización en el espectador. El Colectivo Leish de Noura Mourad presentó Desearía ser piedra (Laitani Hajar), Supervivencia (Baqaa) y Abrazos (Mouanakat). El colectivo de la Escuela de Arte de Samir Othman presentó El Suicidal (Al Muntaher) y Dura lección (Daress Qassi). También estaba la compañía Hakawati de Kifah al Khaws. Todos realizaron sus producciones en los escenarios de la Dirección de Teatro y Música o del Instituto Superior de Arte Dramático. Muchas veces, recurrieron a escenarios alternativos para actuar porque no se les otorgaron los permisos necesarios para realizar sus obras en escenarios oficiales. Recibieron una amplia audiencia de los interesados en el género.
Otras empresas artísticas individuales recibieron apoyo de instituciones culturales árabes, como La Ventana y En medio del mar (Ard al Bahr) de Majd Fedda, De vez en cuando (al Yawm wa Ams) de Mariam Ali, Kohl árabe (Kohl Arabi) de Susan Ali, Ataque al corazón (Sakta Qalbia) de Mansour Nasr y Párpados (Jufoun) de Rana Karam, entre otros.
La mayoría de estas empresas o producciones teatrales privadas que no están afiliadas a una compañía dependen de la financiación de subvenciones ofrecidas por instituciones como Culture Resource, Ettijahat, Citizens Artists, Goethe, el British Council o el Arab Fund for Arts and Culture (AFAC). .
Pocos espectáculos dejaron su huella durante estos 10 años. Experiencias únicas no se repitieron con el mismo impacto, ya sea como producciones bajo los auspicios oficiales del Ministerio de Cultura o como producciones independientes. La ausencia de un plan cultural y de apoyo financiero, así como la falta de cooperación entre el sector artístico oficial y el del teatro independiente, juega un papel importante en la alienación de algunos directores talentosos que permanecieron en Siria. Ellos abandonaron sus proyectos artísticos teatrales en favor de la televisión y no quisieron repetir la experiencia en condiciones de trabajo inhumanas.
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Anna Akkash es Magíster en Estudios Culturales por el Instituto Superior de Arte Dramático de Damasco. Es directora, dramaturga y fundadora y directora artística del Proyecto Teatral Mraya.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Syria Untold el 1ro de junio de 2021.