Por Ramzy Baroud para Arab News
El reconocimiento de Palestina como Estado por el Partido Laborista Australiano (PLA) el 30 de marzo fue un paso bien recibido, pero viene acompañado de muchas advertencias. A los activistas propalestinos no puede reprochárseles que cuestionen la sinceridad de la postura del partido y si está realmente preparado para adoptar esta posición si alcanza el poder después de las elecciones de 2022.
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El lenguaje de la enmienda relativa al reconocimiento de Palestina es bastante indeciso. Aunque compromete al PLA a reconocer a Palestina como un Estado, también “espera que esta cuestión sea una prioridad importante para el próximo gobierno laborista”. Esto no es lo mismo que confirmar que el reconocimiento de Palestina se resolverá si el Partido Laborista toma posesión.
Más aún, el asunto es una “prioridad importante” para el PLA desde hace años. De hecho, se adoptó un lenguaje similar en la sesión de clausura de la Conferencia del Trabajo de 2018, que apoyó “el reconocimiento y el derecho de Israel y Palestina a existir como dos Estados dentro de fronteras seguras y reconocidas”, al tiempo que agregó esta importante cláusula: El PLA “pide al próximo gobierno laborista que reconozca a Palestina como un Estado”. Desafortunadamente para los laboristas, perdieron las elecciones de mayo de 2019, mientras que la Coalición Nacional Liberal mantuvo su mayoría y formó de nuevo un Gobierno bajo el liderazgo de Scott Morrison.
Morrison era Primer Ministro cuando el PLA adoptó su cambio de política sobre Palestina en 2018. De hecho, fue su posición regresiva sobre Israel lo que supuestamente obligó al Laborismo a desarrollar una postura aparentemente progresista. Nueve días después, el entonces Presidente estadounidense Donald Trump, en 2017, desafió el derecho internacional al reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel y posteriormente trasladó la Embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén. Morrison también coqueteó con la idea, con la esperanza de conseguir el apoyo de los grupos de presión pro-Israel antes de las elecciones.
Sin embargo, el Premier australiano no llegó tan lejos como Trump, ya que se abstuvo de trasladar la embajada de su país a la ciudad ocupada. En cambio, desarrolló una posición precaria —aunque aún ilegal— por la que reconoció a Jerusalén Occidental como la capital de Israel y prometió trasladar la “embajada de su país a Jerusalén Occidental cuando fuera práctico, en apoyo de la determinación del estatuto definitivo y después de su establecimiento”. Canberra efectivamente tomó medidas ‘prácticas’, entre ellas, el establecimiento de una oficina de defensa y comercio en Jerusalén, al tiempo que comenzó a buscar un lugar para su futura embajada.
La estrategia interesada de Morrison sigue siendo una vergüenza política para Australia, ya que acercó al país a la postura ilegal antipalestina de Trump. Mientras que la gran mayoría de los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) mantienen una posición unificada con respecto a la ilegalidad de la ocupación israelí de Palestina, al afirmar que el estatuto de Jerusalén sólo puede determinarse sobre la base de un acuerdo negociado, el Gobierno australiano pensó de otra manera.
A medida que los palestinos, árabes y otras naciones se movilizaban contra la nueva posición de Australia, el PLA se vio presionado para equilibrar el programa del Gobierno, cuya postura fue vista como un apoyo ciego a la ocupación militar y el apartheid. Sin embargo, dado que el PLA perdió las elecciones de 2019, su política sobre Palestina no pudo ser evaluada. Ahora, de acuerdo con su última conclusión de la conferencia de políticas públicas, esta misma posición fue reiterada, aunque se incluyó cierto margen de maniobra que podría permitirle revertir o retrasar su movimiento de reconocer a Palestina una vez que el partido esté en el poder.
Así y todo, la postura laborista representa un paso importante para los palestinos en su guerra de legitimidad contra la ocupación israelí.
En una entrevista reciente con el Palestine Chronicle, el experto en derecho internacional Richard Falk, el exrelator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos, explicó la necesidad de “distinguir la política simbólica de la política sustantiva”. Y, afirmó: “En las guerras coloniales que se libraron después de 1945, el bando que ganó fue, generalmente, el que resultó victorioso en lo que yo llamo la guerra de legitimidad, que es el campo de batalla simbólico, por así decirlo, y que mantuvo la posición de principios que estaba de acuerdo con el flujo anticolonial de la historia”. En la práctica, esto significó que el lado militarmente más débil, a pesar de perder numerosas batallas, a menudo, en última instancia, ganó la guerra. Esto fue cierto en el caso de Vietnam en 1975 y Sudáfrica en 1994. También debería ser cierto en el caso de Palestina.
Esta es la razón por la que los políticos, expertos en medios y organizaciones proisraelíes están furiosos por el reconocimiento de Palestina por parte de la PLA. Entre las numerosas respuestas airadas, la más expresiva fue la posición del ex miembro de la Cámara de Representantes de Australia, Michael Danby. Citado por el sitio web australiano Jewish News, dijo que el líder de PLA, Anthony Albanese, y su adjunto Richard Marles habían adoptado del ex líder del Partido Laborista británico Jeremy Corbyn “métodos estalinistas mediante la supresión del debate sobre las mociones de política exterior”.
Israel y sus partidarios entienden plenamente la importancia de la ‘guerra de legitimidad’ de Falk. De hecho, si bien la superioridad militar de Israel y su dominio total sobre los palestinos ocupados pueden permitirle mantener su ocupación militar sobre el terreno, hace muy poco para promover su posición moral, así como también reputación y legitimidad.
El hecho de que la posición del PLA abogue por una solución de dos Estados, que no es ni justa ni práctica, no debe restar importancia al hecho de que su reconocimiento de Palestina es una postura que puede utilizarse en la búsqueda de los palestinos por la legitimación de su lucha y la deslegitimación del apartheid de Israel.
La teoría de Falk sobre la política sustantiva y simbólica también se aplica aquí. Si bien pedir una extinta solución de dos Estados es parte de la política sustantiva que requiere el consenso internacional, el simbolismo de reconocer a Palestina es un paso crucial para desmantelar el monopolio de Israel sobre los programas de las élites políticas occidentales. Es una derrota absoluta de los esfuerzos de los grupos de presión proisraelíes.
Los políticos de cualquier lugar no pueden ganar la guerra de legitimidad en nombre de los palestinos o de cualquier otra nación oprimida. Es responsabilidad de ellos mismos y de quienes los apoyan imponer su programa moral a políticos a menudo egoístas para que algún día su política simbólica se vuelva sustantiva. El reconocimiento de Palestina por parte del PLA es, por ahora, un mero simbolismo. Sin embargo, si se utiliza correctamente, a través de la presión, la promoción y la movilización, podría convertirse en algo significativo en el futuro. Esto no es responsabilidad del PLA, sino de los propios palestinos.
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Ramzy Baroud es periodista y editor de The Palestine Chronicle.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 12 de abril de 2021.